lunes, 10 de octubre de 2016

Mentira número 162: Hace demasiado calor para ser otoño

Después de todo, hay cosas de las que creí que jamás escribiría. Como esa sensación de que una parte de tu corazón se haga cachitos en un banco de un parque cualquiera, de la mano de alguien que un día fue tu alma gemela y sostuvo tu bolita del pecho entre las manos. Lo injusto de que el amor se acabe. Lo injusto de que alguien que fue tú se vaya sin más pretexto que la indiferencia más sucia. O eso me dieron a entender sus ojos.
Tampoco creí que jamás escribiría sobre follar mirando a los ojos, y empaparse en el sudor de otro, y no tenerle miedo a la cama deshecha, al silencio, a desgastarse los labios, a buscar cobijo en un cuerpo.
Así que supongo que para todo hay una primera vez. Que siempre puede ser la primera mentira número ciento sesenta y dos, que siempre puede volver el invierno y que, al fin y al cabo, ya no tengo todo el tiempo del mundo, pero casi. Que siempre puede ser octubre otra vez, que el verano se acaba y que la bolita cambia de color.
La misma esencia, las mismas alas, la mirada cargada de cosas diferentes.
Y bienvenidos seáis, ausencia, desgarro, injusticia, refugio, sexo, impotencia, luz.
Luz.
Bienvenida seas, luz. Y todo lo que conllevas.