sábado, 20 de abril de 2019

Mentira número 166: anagnórisis

Hay un ritmo frenético de ruedas ahí fuera. De seres que giran sobre sí mismos, de huracanes y terrazas al sol, de compases y tonalidades y técnicas. Hay un mundo ahí fuera que me aterra, me apasiona, me excita, me irrita, me desgarra, me construye. Miro por la ventana y parece ser el mismo mundo de siempre. Los árboles del barrio, los coches aparcados, los edificios de en frente, el parque, las farolas. Es la misma ventana, el mismo marco, la misma manilla. Soy yo la misma mirando a través del cristal como un recién nacido, como una anciana, como un gato. Soy yo la misma que fui siempre. La misma que se muerde los dedos y los labios por dentro y se masturba en silencio y se ríe por todo. La que tararea y baila en la cocina a las dos de la mañana, y siente paz cuando todo el mundo duerme porque parece que está sola pero no quiere despertar sola. Soy yo la que mira incisiva a los ojos de los demás, pareciendo que quiere intimidar pero queriendo, en el fondo, que alguien la mire de vuelta. Soy la procrastinadora, la distraída, la torpe, la seductora, la mentirosa, la cómica, la estridente, la reina del baile, la sola, la acompañada, la desaparecida, la ausente, la protagonista. Soy la misma mezcla incongruente y arrolladora de siempre. Y ese mundo que me mira desde la ventana, que me golpea cuando salgo del portal y me acuna cuando vuelvo a casa a las cuatro de la madrugada, ese mundo que me desnuda y me viola y me sana y me regala y me acepta; ese mundo que me define, no soy yo. Hay algo dentro que es imperturbable. Algo en el centro que no tiene contacto con el exterior, y que sólo cambia esencialmente cuando esos estímulos de fuera pasan todos los filtros de mis distintas capas y llegan al núcleo en forma de sustancia mínima, luz y calor, reducción absoluta y concentrada. 
Y cuando eso sucede yo paro un momento, respiro hondo y cierro los ojitos, los abro y sigo riéndome igual, bailando igual, hablando igual, andando igual, mientras sé que en mi fondo algo ha cambiado  pero ellos no lo sabrán nunca. 
Porque al fin y al cabo soy la misma. 
Y hay un mundo ahí fuera.
Y si mi núcleo y él se encuentran, ambos se hundirían en la tierra.