miércoles, 1 de octubre de 2014

Mentira número 149: Youth - Daughter

Octubre trae el deshielo. Atardezco mientras los primeros pájaros emigran hacia un lugar que se parezca un poco más a tu corazón y un poco menos al mío. Yo me quedo en el otoño, que me colorea las nubes de naranja para que pierda el miedo a volar. Y subo las persianas hasta la estratosfera para poder verme. Porque, cuando las primeras hojas caen con esa delicadeza magistral, yo siento celos y me tiro.
Hoy me han dicho que si tuviera que ser un arte, sería impresionismo. Hay gente que tiene un talento especial para las cosas invisibles, y las envuelven con sus manos y te las enseñan con miedo a que se escapen, como quien enseña un pequeño insecto que acaba de atrapar. 
Que si te alejas un poco cobro sentido, dice.
Quizás por eso mi espacio vital tiene las dimensiones de mi cabeza. Y con deciros que aún no conozco sus límites, os podéis imaginar el frío que hace aquí por las noches.

Aun así, me gusta el impresionismo. No me desagrada la idea de ser ininteligible desde cerca (eso explica muchas de las miradas a los ojos que seguían a los besos en los portales). Quiero decir, al fin y al cabo un prejuicio sobre algo que no se entiende es un prejuicio irreal. 

Aunque, bueno, duele lo mismo.