me encuentro frente a una bola de fuego y tierra revuelta, pequeñita e incapaz ante un mundo inmenso que se mueve rápido
en el que ocurren cosas que no entiendo
y siento otras cosas que tampoco entiendo y que además no elegí sentir
cosas que hacen que me sienta indefensa y torpe
el orgullo y la rabia me salvan de arrastrarme por el suelo pero a veces me apetece decir en alto que estoy acojonada
que mirar al mundo me duele en el centro del esternón, en la boca del estómago, en la planta de los pies, dentro de las pupilas
que todo lo que me está pasando está clavándoseme y que a la vez mis piernas corren y yo me paralizo
no quiero ser de las que se quedaron atrás
tengo un miedo infinito a no vivir todo lo que existe
a marchitarme y a llenarme de polvo
a que enamorarme de ti me duela (más de lo que ya lo hace)
a que nadie me recuerde jamás
pero sigo corriendo
las tormentas de verano son los altos del camino que recorremos los que huimos cuando llega el estío por no enfrentarnos a nuestras cabezas
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