es curioso cómo nos miramos cuando nos miramos al espejo por la noche, lavándonos los dientes antes de irnos a dormir
es curiosa esa mirada distinta a las demás, como alguien que mira algo que se sabe de memoria pero que ha de mirar de nuevo buscando algo diferente, con el cansancio en las pupilas y la calma de observar lo conocido, de cerciorarse de que tu piel sigue ahí después de todo el día
esa especie de mirada fuera pero hacia uno mismo que deja al descubierto las cosas que obviamos, que enterramos, que hacemos como que no pesan
pero en ese momento, a las doce menos cuarto de la noche, cuando te miras al espejo el uno de septiembre del primer año en el que septiembre ya no es septiembre, en el que no habrá que madrugar cada día a la misma hora, en el que la seguridad de la rutina se va a cambiar por otra rutina llena de todo pero vacía de seguridad; cuando te miras al espejo mientras te secas la cara y ves las marcas que hay en ella, y en tus ojos, y los restos de sol en tu pecho
algo se encoje entre los pulmones
y pincha una especie de sensación de que realmente nada se parece a lo de antes
y una especie de vértigo y una especie de pereza
y especies distintas también de tristeza, deseo, miedo
y aunque esa mirada al espejo de antes de irse a la cama se repite todos los días
de repente un día sientes de golpe que has envejecido un poco
y no queda otra que sostener esa mirada
con la certeza tenue de que lo estás haciendo bien
con la sensación genuina de que en realidad nada es tan importante
y que lo realmente importante esta ahí
en esa mirada que te sostienes a ti mismo
con vértigo, sí
tristeza deseo miedo pereza vejez
pero con verdad
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