Me cuesta saber quién soy cuando paro de hacer cosas. Como una especie de respuesta sorda a meses de ruido interno, externo, intermedio, subterráneo. Me cuesta saber quién soy cuando todo se calla porque me he acostumbrado a la guerra. En los días más oscuros de la depresión, lloraba y le decía a Toni que se me había olvidado lo que me hace sentir bien. No había ni pizca de poesía en esas palabras. Literalmente, se me ha olvidado qué es lo que hago cuando no estoy haciendo nada. Cuando aparto el teléfono móvil y no estoy yendo a ningún sitio ni volviendo de ningún lugar, y no tengo sueño y no tengo que fregar el baño o hacerme la comida, o ducharme. Mi cabeza se paraliza, como un animal en la noche alumbrado por los faros de un coche en mitad de la carretera. No pasa nada. Me levanto y me siento, paseo por la casa, escucho lo de fuera, me muerdo los pellejos de los dedos. Nada. Me ha costado horrores comenzar esta entrada, y continúo obligada por el pacto interno de deshacer el nudo. Aún me paraliza el miedo de no tener nada que contar, aún mi cabeza se hiela cuando intento ponerle palabras a esto. Yo, la de los quince discursos internos inextinguibles y simultáneos.
Miguel me dijo una vez que después de la depresión no vuelves a ser el mismo. Supongo que la mente es más lista que uno, y que ese era precisamente el objetivo. Yo me pregunto si realmente puede ser posible que todo lo que alguien es se desdibuje de esta forma. Me quiero convencer de que la que seré, es mejor que la que fui. Pero ahora mismo, no conozco a la que soy. A la que me hace vagar por la casa, asustarme cuando hay silencio, temerle a la música, al amor, al éxito, a no saber a qué hora tienes que estar ni en qué lugar. A la que lee a las palabras que escribió la que fui admirándolas, como si no fuese capaz de generarlas yo, como si nunca lo hubiese sido. Me miro extraña desde lejos, intentando iniciar esa cadencia que todo el mundo dice me llevará de vuelta al calor. A ser la niña que baila.
Pero quizás no soy esa niña. Y la que calla está cansada. Y la adulta es aburridísima.
Mierda.
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