domingo, 24 de agosto de 2014

Mentira número 146: Estoy triste

No es Madrid, soy yo. Los fantasmas no están en Madrid, sino detrás del pellejo, y huir los calmaba sólo porque yo creía (quería) que así era. Me ha bastado un sólo insomnio más para entenderme, entenderlos. No tiene nada que ver con la ciudad, con las caras vacías que me miran desde el borde del precipicio, impasibles. No tiene nada que ver si quiera con el tiempo. Tiene que ver con esta herida eterna, con estas ganas de escaparme de mí misma, con el invierno que no llega y el calor que me consume. Y, bueno, con que ya apenas me conozco.
El que espera desespera y creo no hay verdad más grande. Supongo que por eso la desesperación es mi única compañera de faenas cuando me hundo en el pecho y buceo por mis horas. Me paso los kilómetros jugando a saber cómo completarme, para llegar a mi hogar y darme cuenta de que el vacío es más grande a cada paso. No es Madrid, son mis ganas. Las que me arrebatasteis de las manos llevándoos también un poco de mis venas. Y no, la culpa nunca es mía porque demasiada mierda hay ya aquí. Y de demasiada mierda estoy rodeada a estas alturas. Y demasiado me ahogo.
Que no sé qué hacer con tantos días, con tantas lunas. Que se me atragantan los huecos y se me tropiezan los pasos, y ya se me ha olvidado levantarme, o no quiero hacerlo porque eso supone asumir necesariamente que me he vuelto a caer. Que me he caído.
Darme la espalda quizás no sea la solución, pero dado que la solución, para empezar, no es, haré lo que menos duela.
Al menos por hoy.
Al menos para calmarme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario