domingo, 21 de septiembre de 2014

Mentira número 148: Y bueno

De repente, me sorprendí buscándole frenética entre la multitud. Y me di cuenta. Me di cuenta también cuando me absorbía la pantalla de mi teléfono al esperar desesperadamente su nombre en ella. Y me di cuenta cuando cada sonido intermitente de la llamada en espera significaba otro fracaso. Pero también me di cuenta cuando sostenía su cara entre mis manos, sabiendo que no iba a poder besarle. No esta vez. Me di cuenta cuando nos reíamos, carentes de motivos, cuando no podíamos aguantarnos la sonrisa. Y me di cuenta, cuando por primera vez en un mes sentí su abrazo. Ese abrazo suyo tan oleaje, tan balada acústica un sábado noche de invierno. Y me di cuenta cuando le miraba, apoyada en cualquier carpa de fiestas de barrio, cuando le miraba y se me iba la vida en sus gestos, cuando no quería hacerle notar que estaba allí sólo por no interrumpir su maravilloso semblante de llevar el mundo en sus sienes. Me di cuenta, y me caí en ella y me rompí todas las costillas que protegían mi corazón.
Y darse cuenta a veces es también de bruces, así que aquí estoy, llena de conclusiones que se juntan para formar esa enorme masa negra que tanto he temido desde los catorce. Esa masa negra en la que ahora me quedo a dormir, con tu recuerdo como tranquilidad y tu voz como nana.

El desamor puede ser lindo si eliges bien al desamante. 

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