Estas charlas con Noah siempre hacen mucho bien aquí dentro. La echaba de menos, echaba de menos la forma dulce con la que me rodea la nuca y acaricia mis manos, echaba de menos cómo me escucha y cómo intenta decir las cosas que más duelen con la mayor suavidad posible.
Aunque la suavidad le da igual a un corazón roto. Pensé, ingenua, que hablar de él me ayudaría a aclararme un poco, pero sólo consigue remover los trozos de un corazón esparcidos por el suelo sin obtener nada de provecho. Él se ha ido, y me ha roto el corazón. Y no hay nada que pueda cambiar eso ahora.
A ella me encanta verla feliz. Y como una parte de mí siempre ha estado reflejada en sus ojos, me gusta imaginarme que algún día yo estaré feliz también con alguien que consiga arreglarme el destrozo del lazo izquierdo de mi pecho.
Aunque sinceramente, calma mucho saber que aunque el cora' -como diría Meow- esté hecho polvo, aquí arriba todo está bien. Desordenado, en un caos inmundo, enredado y sucio. Pero bien, al fin y al cabo, que es lo que cuenta.
A pesar de ello esta noche me pincha algo aquí en el estómago. En fin, me voy a que los libros pongan almohadillas ahí donde las personas no saben ni que pinchan los picos de mis pájaros.
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