Yo intento avanzar, pero cuando creo que se acerca el horizonte, entonces el tiempo me dobla (la espina dorsal) y todo se da otra vez la vuelta.
Y así, así es imposible que un sólo paso salga de mis pies que están cansados de girar -porque es, que no me paran de cambiar el norte de sitio-.
Ésto es difícil y yo estoy asustada. Asustada de eso que jamás quise creer de los adultos; asustada de que un día despierte y me mire a los ojos y descubra que el tiempo también ha pasado para ellos. No podría soportar perderlos, no a ellos; no a mí.
Tan sólo una pista de cómo hacer que dejen de correr los días, o al menos que dejen de pasarme por encima, calmaría el miedo, el dolor y la deshidratación de recuerdos.
Siempre pensé que aquel que un día dijo "las palabras se las lleva el viento" confundió sin querer la última palabra, y en su lugar quería poner al tiempo, y también que, quizás fruto del despiste, se olvidó terminar la frase con
y los rostros, y las voces, y los lugares
y todo.
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