¿Sabéis? Hoy estoy tan harta, que por apetecer no me apetece ni sonar bien.
Una se cansa de ir pisando mierdas para tener algo de suerte. Y yo me he cansado, de estar constantemente haciéndome preguntas que nadie es capaz de responder. Me he cansado de esperar cosas que jamás van a llegar, y me he cansado, de tener que mirar sus rostros antes de actuar, no vaya ser que una vez más y como siempre, la cague.
¿El problema soy yo? Me da igual. No voy a permitir que me moldeen como han hecho entre ellos, no a mí. Yo no soy así ni lo he sido nunca, y quizás por eso nunca he llegado a encajar. Y ahora me alegro de no haber encajado en sus planes, y de no haber sido una pieza más en sus juegos.
Basta ya de arañarse la piel, de llorar a escondidas y de gritar hasta quedarse sin voz para que los bramidos se estampen contra un muro de cemento. Basta ya, de romperse la frente a base de cabezazos contra una pared que de ahí no se va a mover. Quizás tendría que moverme yo, correr, salir de la masa de borregos en la que me hallo sumida, cambiar la dirección de mis pasos para que mi meta no sea la misma que la suya. Porque no, no quiero acabar en el mismo lugar que ellos; quiero perderles de vista, para siempre.
Menos mal que Junio me va a hacer una favor -que ya era hora- y va a enterrar en polvo esos recuerdos que tanto daño me han hecho ya. Esos rostros que de tan familiares se han vuelto completamente extraños, esas palabras falsas, y vacías, y llenas de porquería pura y miserable.
Os he querido mucho, pero ahora mismo sólo necesito que desaparezcáis de mi vida.
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