Me harta, me harta Madrid y esta jodida rutina, me hartan las mismas caras que ahora simplemente son rostros de extraños, me hartan los lugares, las sonrisas fingidas y la rabia.
Podría pasarme horas escribiendo sobre cómo me siento y sobre todo lo que he acumulado este último mes, pero supongo todo se resume a que me quiero ir de aquí.
Quiero volar, irme y borrar las huellas. Oír el eco del desierto. Quizá un bosque, de esos en los que canta Birdy, gris, con piedras grises y ríos grises. Con árboles desnudados por el invierno, oscurecida su madera por la lluvia. Con mi voz y quizás una hoja en blanco.
Entonces vuelvo. A esta mesa iluminada por la tenue luz de una lámpara, a Madrid, a Junio. A una tarde que quizás he de agradecer, entre sus brazos. A unas heridas curadas por unos labios inexpertos y a su espalda inundada de lunares, y abismos.
A tanto que decir y tan pocos ojos atentos.
Suerte que hoy sonrío,
y mañana,
desapareceré.
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