domingo, 13 de diciembre de 2020

mentira número 184: ojalá no te hubiera conocido nunca

me encantaría me encantaría poder alegrarme por ti que el brillo de tus ojos encendiera las yemas de mis dedos pero te odio te odio con todo mi ser con las yemas de mis dedos con el brillo de mis ojos que te llevaste como todo lo demás que no era tuyo y te llevaste y me dejaste así cargando con este odio este odio que me hace más daño a mí que a nadie este odio que no me merezco sentir este odio que no te toca como absolutamente nada nada de toca nada que no sale de ti te compunge mientras a mí me destroza todo lo ajeno y más ahora sin calor en mis dedos más ahora sin brillo en mis ojos más ahora con odio entre los dientes entre mis piernas entre mi pelo y me pesa la cabeza me pesa y se me hunde en la tierra y sólo puedo desear alegrarme por ti pero sólo puedo odiarte y me hundo me hundo me hundo

sábado, 28 de noviembre de 2020

mentira número 183: quiero hablar de todo lo demás y siempre acabo hablando de ti

quiero hablar de todo lo demás y siempre acabo hablando de ti

de mí, que al fin y al cabo no es tan distinto 

mi casa es un estercolero de amor

mi casa es un estercolero de recuerdos

pero al menos llamo hogar a mi casa y eso ya es un símbolo que rebosa

en ese estercolero se amontona todo lo que fui y se fusiona con todo lo que soy

siempre tú apareces en el medio de mis demonios

siempre tú con la boca afilada y los ojos chicos

chicos como la cobardía

chicos como ese corazón en el que ponemos tanto

sobre el que apoyaomos tanto

para luego mirarnos al espejo y que solo el silencio nos responda


da igual cuántos focos apunten a tu rostro

da igual cuántos nombres ajenos hayas acumulado en tus manos

si al final todo se reduce al silencio al espejo al estercolero

no desde la desesperanza sino desde la certeza

no queriendo elaborar una doctrina sino trazar una fina línea

un hilo sobre el que sostenernos


nadie merece todo este cansancio

ni siquiera nosotros mismos y aun así


aún así quiero hablar de todo lo demás y siempre acabo hablando de ti

porque habitas en mí como todo lo que he amado

habitas en mí como yo misma y todo lo que predico odiar

todo lo que necesito predicar que odio para sentir esa entereza

todo lo que sentencio en mi necesidad absurda e imperiosa de trazar mi propio continente

mi propio contenido


sólo somos lo que queda cuando la razón duerme

ni siquiera poesía

ni siquiera honestidad

ni siquiera nuestro propio nombre


solo el aliento y la luz tenue

solo el aliento

y la

luz

miércoles, 25 de noviembre de 2020

mentira número 182: quién

ustedes no me dejan aferrarme a la rabia. dicen que es vulgar. que debilita.
me apartaron de la rabia porque la elegancia está por encima de todo, y el perdón nos hará libres, como el trabajo en los campos de concentración del III Reich. hace años se llevaron también la misericordia.
sin rabia ni misericordia, siendo además la enajenación un oprobio, todo se convirtió en un intento fallido por sobrevivir a lo que nos desborda. con cafés descafeinados y yoga trivializado, frases de autoayuda que leídas al revés son inducciones al suicidio, canciones que nadie escucha y mentira; mucha mentira.
pero no una mentira despiadada, premeditada, ni siquiera inteligente; sino una mentira a nosotros mismos, hacia nosotros mismos. una pseudometaverdad. esas que huelen peor, que pesan más, que son más feas más insignificantes más benignas en pequeñas dosis, más letales cuando se convierten en credo. 
sin rabia ni misericordia ni verdad al menos me dejarán que señale la tristeza que advierto en los ojos de quien miro, y me mira. silenciosa como un río subterráneo, fundamental como el carbono. tan honda ya que ni siquiera la percibimos, como ese olor que desaparee al acostumbrarnos a él.
sin rabia ni misericordia ni verdad ni alegría, dime quién se salva. 
dime quién querría salvarse.

mentira número 181: posdata: vete a tomar por culo

 si nunca supiste quererme como necesitaba no sé de que me sorprendo ahora que has dejado de hacerlo de la misma manera. curiosa es la forma en la que ambas nos perdemos en nuestras propias palabras intentando justificarlo. tú desde la incapacidad, desde el anhelo, desde la huida, aferrada a un deus ex machina que en vez de deshacer conflictos, los genera dentro de ti, sin que tú puedas hacer nada por evitarlo. yo desde esta forzada distancia, desde la inducida comprensión, desde la férrea creencia de que en el fondo sólo es esto lo que podía, debía suceder, intentando que la tierra de mis uñas pese más que la pena de mi estómago, intentando siempre darle un por qué. como si la muerte entendiera de por qués.

a veces deseo que te hubieras muerto. hace un rato veía (o más bien dejaba pasivamente reproducirse en la televisión) la famosa película romántica Posdata: te quiero. he querido que fueras Gerard Butler. he querido llorar tu muerte como Hilary Swank, sin perder la compostura ni la belleza, rodeada de mis amigas mientras poco a poco dejo que entre en mi vida un nuevo amor, sin perder por supuesto el romanticismo de la pérdida, que por supuesto en ningún momento me hace retorcerme de dolor, me hace estar demacrada, me hace oler mal, vestir mal, quebrarme sobre el suelo. he querido ser Hilary Swank lamentando pero no mucho la muerte de su amado. no he querido que siguieras viva, rehaciendo tu vida, con tu puto gato, tus putas fotos en las redes y tus putos amigos de película, con tu increíble capacidad para que nunca sea tu culpa pero siempre interpretar el papel del culpable atormentado haciendo que hasta te quede bien, como todo lo demás. he querido que te hubieras muerto, que nunca hubieras elegido no estar a mi lado, que hubiera podido ser yo la que, como tantas veces reproduje en mi mente, decía "eres maravillosa mi amor yo te quiero te quiero tanto te he querido tanto pero así no ya no ódiame si quieres eres tan buena lo hiciste tan bien lo hemos hecho lo mejor que hemos podido ha sido bello gracias por todo ahora me voy porque en el fondo no te quiero tanto no te quise tanto en el fondo me rindo porque ya no me haces falta porque nunca me hiciste falta nunca me interesaste tanto como para parar un poquito mi maravillosa ajetreada importantísima vida y mirarte un segundo a los ojos y permitirme sentir el amor que te mereces"

pero te me adelantaste. y si hay algo que me duele más que tu recuerdo tan nítido tan idealizado tan palpitante por las noches, es no haber sido la que se rendía primero. yo te di mi sudor y mi silencio, te aparté el pelo de la cara, sostuve tus piernas en el abismo sostuve tu esternón en el abismo sostuve el desastre que dejabas a tu paso, y en ese sostener quebré mis uñas agrieté mi piel desgasté mis manos, tú nunca te giraste a mirarme, yo nunca tuve la suficiente poca entereza para pedírtelo

apreté los dientes contra el cristal que nos separaba con esquirlas clavadas en los ojos que me impedían ver que ya no estabas al otro lado, que más allá de mi sudor y mi silencio ya no había pelo ni piernas ni abismo ni desastre ya no había nada

y yo con las uñas quebradas y esquirlas en la mirada, y el hueco de ese sudor y de ese silencio que ya son tuyos para siempre, que ya no me puedes devolver que yo ya no quiero porque a diferencia de ti yo te los di por voluntad, por premeditación, por lealtad, por honestidad, por justicia, por goce, por dignidad, por honestidad, por amor

te los di por amor

y ya ni siquiera sé lo que eso significa. o más bien, no quiero que en ningún caso signifique lo que yo sentí por ti, porqué si es así

prefiero ser yo Gerard Butler antes que volver a sentirlo 

domingo, 13 de septiembre de 2020

mentira número 180: verborrea

Hoy quise escribir después de meses sin hacerlo. Después de llegar a la conclusión de que no sirve para nada, hoy quise escribir como acto de revolución; de supervivencia. Por si mañana desaparezco. Quise volver a este lugar remoto, a este romanticismo inservible, a esta prosa ínfima. Quiero escribir tras entender que no es cuestión de significante ni significado, de imagen ni metáfora, ni siquiera de belleza. Escribo porque es el único cable que me conecta ya con esta tierra. Esta tierra arrasada y yerma, revuelta e inundada, violada y caricaturizada. Esta tierra que es lo único que piso, lo único que veo. Quise creer que los actos dicen más; y, en parte, aún quiero. Pero después de ser actante y dejarme la piel intentando darle sentido a esta consecuencia absurda de pasados, a esta aglomeración ecléctica de presentes, a este vaticinio agotador de futuros; después, sólo me quedaron las palabras. Este lugar remoto, este romanticismo inservible, esta prosa ínfima. Como si escribieran los cien años que me habitan, como si nada se hubiera escrito antes y no fuese a escribirse nada después. Como acto de revolución, como acto de supervivencia. Escribo para decir que estoy agotada. Que quizás me mate. Que quizás haga historia. Que ambas son, en el fondo, lo mismo. Y que ninguna de las dos importa.

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Si sólo existe lo tangible, lo utilizable, lo presente, cómo es que son tan altas las voces que resuenan entre mis sienes, cómo es que siento lo que no entiendo, entiendo lo que nunca sentí y creo lo que no ha existido. Si yo soy yo y no hablo así, cómo es que brotan estas palabras en mis dedos, presa de una verborrea ancestral, ineludible, más grande que los bosques, más profunda que el mar. Si nada puede salvarme cómo es que no me he rendido ya; cómo es que conviven los contrarios en el espacio y el tiempo, cómo es que es lo imposible, lo antagónico, cómo es que se contiene lo uno a lo otro, lo esto a lo aquello. Si la mente es fruto de un cuerpo, cómo es que excede a lo humano. Cómo es que cabe todo eso en mí. Cómo me relaciono con ello, cómo lo mato, cómo lo riego, cómo lo extirpo, cómo lo cuido.

Yo ya no puedo más.

viernes, 10 de julio de 2020

mentira número 179: las tres menos ocho minutos

¿no era esto lo que querías? la vida adulta. la casa sola. los platos en la pila. el té en la mesa. el cigarro por la noche. ¿no era esto? saber quién eres más allá del ruido. dejar de confundir la soledad con la tristeza. parecía sencillo cuando todo lo demás estaba desordenado. cuando había voces por todas partes, colores por todas partes, luces y música; luces y música. quizás era esto, sí. comprar fruta. trabajar en casa. contar dinero. apagar el móvil. resulta que no es tan liberador como parecía. resulta que enfrentarme al silencio no era romántico ni poético; es cotidiano, terrenal, absurdo, mediocre. bello, aún así. callado, como siempre quise. pero dentro nunca está callado. el silencio no llega. releo y releo mis palabras. resuenan en las paredes de mi cráneo, histéricas, deformes, dispares. bellas, aún así.
últimamente no duermo bien. ni siquiera madrugando, ni siquiera cansándome, ni siquiera con ella. últimamente me enfado por cosas por las que creí haberme dejado de enfadar hace mucho tiempo. y vuelvo a sentirme una niña en el pupitre, pendiente de todo, sensible a todo, como en carne viva. pero mucho más cansada. las fotos, las canciones, los amigos; al final todo eso no era tan importante como creí. al final está la casa sola, los platos en la pila, el té en la mesa. el reloj del salón, los aspersores, los mosquitos, la lavadora, el verano. siempre el verano llegando como un tsunami que lo desordena todo y lo silencia después.
y es ese silencio. aterrador, definitivo, llano, hondo. sencillo en el fondo.
y yo en el medio.
cansada, enfadada, ansiosa, triste, poderosa, ínfima, desorientada.

en el fondo tengo más sueño del que creo

miércoles, 1 de julio de 2020

mentira número 178: conclusión

no escribas desde la rabia. gestiona, respira, perdona. no mientas, no pongas mala cara. sonríe, agradece, disculpa. sé tú misma pero no mucho, ve lejos pero depende de cómo, de cuánto, revélate mientras sea válido, estético, poético. sangra y escríbelo, pero que no se te vea, queda feo. comprende pero imponte, date valor pero cíñete a la definición de valor que se te enseñó, y cuestiónalo todo menos eso. ama pero sé fuerte. ama pero no fuerte; es obsceno. es injusto. ten amigos, sé fiel, ríete y bebe, pero mantén el tipo y produce, sé útil, levántate pronto, muévete rápido, come bien, viste bien, besa bien. sé educado pero transgresor, sé insolente pero depende de dónde, y si algún día te equivocas lo habrás hecho pa siempre. actualízate, infórmate, ten una opinión para todo pero sé humilde, sé zen, chi, mindful, healthy. sé dios pero no lo digas, sé humano pero no lo enseñes, olvídate de lo que has aprendido pero ten información para sobrevivir, para no ser un animal, una alimaña, una bestia. no te quedes atrás pero no corras; la gente no podrá seguirte. mantén la esperanza pero no creas en nada. sé nihilista, relativista, romanticista. folla pero sólo con las personas necesarias, con los fluidos necesarios, por los motivos necesarios. enamórate pero que no duela; sé racional, imparcial, generoso, comprensivo, individualista, desapegado... pero enamórate. y usa para ello versos de Lorca, canciones de Silvio, cuadros de Schiele; pero sólo como símbolo poético. luego, ama sin romanticismo. ama con razón.

y si no entiendes las reglas, finge

o mátate

:)

domingo, 10 de mayo de 2020

mentira número 177: un suspiro

Sé que algo no va bien cuando el simple hecho de pensar en ponerle palabras a lo que siento me genera una mezcla entre miedo, desidia y pereza. Siempre lo he sabido. Cuando prefiero coger el móvil y deslizar el dedo por palabras y fotos ajenas, hacerme un té o simplemente mirar por la ventana. Cuando no quiero escribir sobre cómo me siento, es ahí dónde sé que se ha apretado el nudo.
Últimamente no me encuentro en lo que es mío. He dejado tanto en las canciones, las entrevistas, su cama, la fruta que le compro a Ahmed, los ejercicios, los abrazos a mamá, las series de televisión, las redes sociales, las conversaciones con Luci, los pensamientos en la pandemia, mi hermano, la ducha, la comida, la cerveza de después de cenar, las miradas inconscientes a la pantalla de mi móvil a ver si ella ha escrito... he dejado tanto de mí en todo eso que últimamente me levanto de la cama y no tengo ni idea de cómo enfrentarme al día. Hago cosas, hablo con la gente, me muevo, sudo, tarareo canciones, cocino, pierdo el tiempo. Todo ello impulsada por una especie de fuerza mínima invisible, una inercia insulsa y tenue. No tengo pasión. A veces siento un poco de miedo, un poco de calma, un poco de felicidad, un poco de añoranza, un poco de rabia. Pero no encuentro la pasión. No sé si la perdí o me la ahogaron, no sé si me la dejé en pensar en ella, en mis canciones o en el fin improbable de este encierro. El caso es que cada mañana abro los ojos, y no siento nada. Me tomo el café y no siento nada. Me abraza mi hermana y no siento nada. Me siento a escribir y no siento nada. Llega la noche, cierro la tapa del portátil, apago las luces, cierro los ojos. Y nada. Sólo algo de miedo de que ella se aleje y yo no sepa curarme, de que todas las buenas ideas en las que creo y que tengo dentro de mi cabeza se queden ahí y jamás nadie las vea, y sea pobre y me apague, de que nada vuelva a ser como antes. Pero ni siquiera ese miedo es para tanto. Nada es para tanto.
Me preguntan que cómo estoy y me quedo en blanco. Sabría cómo estoy si supiera dónde. Pero no me encuentro. Y lo peor es que en el fondo me da un poco igual.

viernes, 24 de abril de 2020

mentira número 176: ni idea

qué curiosa la sensación de sentir el aire. quiero decir, sentirlo de verdad. sentir de dónde de viene, a dónde va. como si tuviera dedos que te rozan la cara en distintas direcciones. a veces me da miedo estar tan segura de que va a salir bien. luego pienso que no es un pensamiento, no es un mantra que me repito para convencerme. es una sensación. y luego viene todo lo demás.
los creadores somos creadores porque tenemos la absurda creencia de que a la gente le importa lo que sentimos. a menudo me preguntan cómo lo supe. cuándo. pero la verdad es que no lo sé. lo siento. y por eso funciona. (si es que de verdad funciona, claro)
oigo las sirenas de la policía y la ambulancia y siento que se comunican entre ellas. es como si no hubiera una tragedia detrás. qué extraña la manera que tienen las cosas de cobrar un sentido distinto según quién las mire. oigo un montón de cosas más que no sé definir. oigo a la gente que dice que hay que dejar de pensar. no sé cómo se atreven. quiero decir, cómo osan y cómo se aventuran a intentarlo. para mí nunca fue una opción. jamás. por eso tengo tantas libretas empezadas, tantas notas en el móvil, tantas melodías, tantas ideas. tantas ideas que a veces siento que no existen en el mundo formas suficientes de hacerlas realidad.
compartir todo lo que sentimos como si a la gente le importara, ¿nos debilita? ¿nos fortalece? puede que ni la una ni la otra. de hecho si tengo que inclinarme hacia alguna de las dos, me quedaría en el punto medio. en ese equilibrio que no existe.
es agotadora la necesidad de expresar todo lo que pasa por este busto. sigo sin saber si sirve para algo. y por eso supongo que lo hago sin cesar; porque aun sin utilidad, por alguna inercia cuyo sentido desconozco, quiero hacerlo constantemente. qué difícil detectar lo que uno quiere. más allá de lo que debe, tiene, corresponde, urge, sirve. lo que uno quiere sin más.
yo quise sin más escribir estas palabras a la una y veintidós del veinticinco de abril de dos mil veinte. día cuarenta y uno.
cada uno, en su casa, con su bendita mierda. y dios, como dice mamá, en la de todos.

martes, 21 de abril de 2020

mentira número 175: el adjetivo que se repite y se repite

A menudo, cuando me asomo a mi ventana y observo el mismo paisaje que desde hace exactamente 38 días es testigo de mi balanceo, siento una especie de calma honda. Dejo de estar enfadada.
Supongo que los que nutrimos nuestra creación del desequilibrio le tenemos un miedo atroz a la armonía. Durante toda mi vida he sentido que de alguna manera, esa calma definitiva que me viene a visitar (muy) de vez en cuando es, lejos de lo esperado, un signo de peligro. En los demás sé identificar rápida y claramente cuando el tormento es una pieza fabricada por la misma persona que la maldice, para que funcione el enrevesado engranaje de las mentes complicadas que sitúan gran parte de su identidad en la pena y la complicación, como parte de una necesidad generada de identificarse con una parte oscura, ciega, y tener así la excusa del "aquí nadie puede entrar, ni siquiera (y mucho menos) yo".
Yo conocí esa pena antes de lo que nadie se merece. Desde los trece hasta los diecisiete estuve en guerra con todo. Cuando traigo consciente y concienzudamente un recuerdo de aquella época a mi cabeza, la memoria sensorial trae de vuelta la sensación de una losa de piedra sobre los hombros y una daga clavada en la boca del estómago. Nunca fui una niña infeliz, pero sentía una herida que me cubría toda la piel, supurando noche y día. Sentía que todo, menos un par de personas, un par de lugares y (siempre, todas) las canciones, existía para arañarme.
Eme una vez me dijo que a veces mantenemos relaciones dañinas porque el dolor es lo único que nos une a una persona a la que, en el fondo, no queremos dejar ir. Supongo que lo mismo sucede con las diferentes personas que has sido a lo largo de tu vida. Yo perdoné a aquella niña asustada, egocéntrica y tremendamente sensible hace mucho tiempo, pero de alguna manera siento que desprenderme del todo de una pena que nació con ella es desprenderme de ella también. Ella, que tanto me ha enseñado.  Aunque es injusto decir que sólo estaba hecha de desconsuelo. Recuerdo también una honda consciencia de sí misma, un profundo amor, las tardes en el pueblo mirando al cielo, los abrazos a mamá, For Emma, forever ago, una linda promesa latiéndole a aquella niña en el pecho.
Lo que quiero decir con todo esto es que cuando siento esa calma inmensa al asomarme a la ventana de mi habitación y mirar el barrio, me viene a la mente la pena como una especie de esposa a la que estoy siendo infiel. Sé lo absurdamente romántico que suena esto, pero supongo que es una sensación que he tenido siempre tan cercana que me asusta la idea de perderla. Entonces me vienen a la mente esos juicios que he hecho de manera tan rotunda a todas esas personas enamoradas de su dolor, y pienso que quizás no soy tan distinta a ellas.
Pero, pensándolo bien, esa calma es lo que siempre busqué. No existe sin la pena, y la pena no existe sin ella.
Y vuelvo al principio, "supongo que los que nutrimos nuestra creación del desequilibrio le tenemos un miedo atroz a la armonía".

domingo, 29 de marzo de 2020

mentira número 174: buena y pura

Dice Paula que soy buena y pura. Y que eso está bien. Yo no quiero ser ni buena ni pura, Paula. Quiero ser fría. Como los que usan su dolor y lo venden. Quiero ser un libro cerrado. La caja negra de un avión. No quiero querer desnuda, no quiero ser siempre hasta la última consecuencia. Quiero poder evitarlo. Quiero ser despiadada. Mentir y que no se me revuelva el estómago. Jurar y que no se me enciendan los ojos. No sé de qué sirve ser buena y pura.
"Ojalá pase algo que te borre de pronto, (...) para no verte tanto, para no verte siempre."
Entiendo que a veces lo natural no es justo. Como la muerte de un abuelo. Como que te rompan el corazón. Lo entiendo y aún así me muerdo los labios, me rasco la cabeza, me doy una ducha por la noche de agua ardiendo, para quitarme el frío que me produce ser buena y pura. Para quitarme la rabia, la histeria, la incertidumbre, la pena que me produce ser buena, y pura.
Yo no quiero ser buena ni pura. Quiero poder afirmar "besé unos labios pensando en otros" y que no se me caiga la cara al suelo, ni que un retortijón me recorra las tripas. Quiero poder decir que no pasa nada sin que sea verdad, quiero reírme sin que me haga gracia, escribir mentiras, cantar penas ajenas, tener amigos que en el fondo no me caen bien. Supongo que así todo sería más fácil. Supongo que así entendería cómo funciona el mundo, eso de la protección y las corazas, eso de "tienes que entender que". Pero no, no entiendo lo que no sale de las vísceras. Practicar lo que desaprobaste, y nunca rectificar. Creer en un amor que destroza. No lo entiendo. Y me pesa.
Me vienen entonces a la mente las palabras de aquella canción de Martha (precisamente, Martha)
"Y le pido al cielo que me lleve, y que no me deje aquí agonizando entre tanta gente normal"
Mamá dice que cada noche antes de dormir lee un rato, hace sus respiraciones, e imagina que blinda sus sistema inmunitario para que no entre ningún bicho.
Mamá, yo quiero blindar mi pecho.
Y dejar de ser.
Buena y pura.

sábado, 21 de marzo de 2020

mentira número 173: tengo que dejar de fumar

Madrid. 21 de marzo de 2020. Una pandemia mundial acecha a toda la ciudad, igual que a muchas otras ciudades del planeta. Realmente jamás pensé que escribiría una frase así, y menos de forma literal. La literalidad últimamente se ha impuesto a la poética. Literalmente no puedo salir de mi casa más que para comprar comida. Literalmente no puedo ver a mis seres queridos, más allá de mis padres y mi hermana. Literalmente no sé cuándo voy a volver a andar por la calle sin correr el riesgo de que un policía me multe o me arreste. Y todo esto ha hecho que todo lo demás sea menos importante. Mejor dicho, menos crucial. A mí me siguen importando las emociones calladas y punzantes que afloran en mi estómago después de comer, o cuando permanezco quieta en mi cama después de despertarme y antes de salir de ella, o a las tres de la mañana cuando me fumo un cigarro totalmente innecesario. Anoche, a las tres de la mañana, me asomé al ventanal de mi salón para fumarme un cigarro totalmente innecesario. Vi a los gatos (muchos más de los que había visto jamás en mi calle a esas horas) merodeando entre los coches, los setos, corriendo por las aceras. Vi alguna luz encendida en los edificios de en frente. Escuché algún coche lejano. Escuché. Volví a escuchar. Y me topé con el silencio más absoluto, arrollador, crudo, incontestable, definitivo, rotundo e inmenso que he escuchado en toda mi vida. Pensé entonces, "a esto se reduce todo. Todo lo que creamos, todo lo invencibles que nos creímos; un desierto más". Me puse de repente muy triste. Siendo una pandemia mundial un problema irrefutablemente trascendente, a mí me seguía doliendo esa tristeza callada y punzante de mi estómago. Siendo una tristeza compartida nacionalmente, a mí me seguía pareciendo que nadie lo entendía.
Pensé en mi prima. En su capacidad para transformarlo todo en un atardecer de verano. En que, viviendo a cuatro calles de mí, nunca habría imaginado que ir a verla supondría un delito. Siempre dije que nada, jamás podría separarme de ella. Little did I fucking know.
Pensé en mi hermana. En la imagen suya merodeando por la casa, buscando algo a lo que aferrarse, para acabar, como siempre, tumbada en el sofá con el móvil entre las manos. Nunca pensé que me dolería tanto escribir que, en el fondo, la compadezco un poco.
Pensé en mi madre. Ahí fuera, luchando contra un virus que está transformando el mundo. Aquí en casa, me resulta insoportable su constante discurso sobre lo que está bien y lo que está mal. Jamás había sido tan consciente como ahora.
Pensé en Adri. Cómo estará Adri.
Pensé en mi chica. Con lo muchísimo que valoré siempre tocar su cuerpo, besar su cara, oler su olor, ahora me parece que ni siquiera todo es valor fue suficiente. Ayer la dije que me daba miedo que esto nos hiciera daño. Ella me dijo que me quería. Yo seguí teniendo miedo de que esto nos hiciera daño. De que cuando todo esto acabe pasemos una, dos, tres semanas quizás en una explosión arrolladora de liberación, fascinación, éxtasis, y que las semanas de después, en comparación, nos hagan darnos cuenta de que nada fue para tanto. De que nunca fuimos para tanto.
Pensé en mí. Me vi desde fuera, apoyada en la baranda, fumando un cigarro (innecesario), con la cabeza rapada enfundada en una capucha negra de pelo. "Qué romántica ha sido siempre. Pareces la escena de una película indie francesa", pensé. Me reí un poco. Luego me puse mucho más triste que antes. Pensé que quizás sin los bares y los abrazos, yo no soy nada. Pensé después que si no fuera nada, esta tristeza no existiría. Pensé que esa tristeza ya existía antes del confinamiento, y me sentí aliviada.
Al final, como siempre, es la tristeza la que me proporciona el equilibrio que me conecta con el mundo.
(Qué romántica he sido siempre.)

lunes, 6 de enero de 2020

mentira número 172: importante

del cielo la calma, la delicadeza magistral, aplastante, omnipresente
de la tierra la fuerza de todas las danzas de la historia en las que pies de hombres y mujeres la golpearon
del agua que corre, el conocimiento silencioso de todo lo que vio a su paso. de la que cae, el poder de limpiar las lágrimas de las muchachas de las que hablaba Benedetti
del fuego, la capacidad de abrigar y la de consumir y arrasar conviviendo en un equilibrio invisible
del caballo, el cuerpo inmenso, poderoso, recio; la mirada, bondadosa y fiel
de la golondrina, el canto y las alas
de la hiedra, la forma constante y callada de llegar a todas partes
del gato, la minuciosidad de elegir a quien se ama; y entonces, hacerlo con toda la piel y en silencio

y todo lo demás
todo lo de más

es efímero
circunstancial
caduco
y un poco mentira