"muchachas con el rostro hacia las nubes para que el chaparrón borre por fin las lágrimas" -M. Benedetti
jueves, 28 de febrero de 2013
Mentira número 16: Y es que hay momentos, y momentos
Ese momento. Ese, en el que termino de besarle y me hundo en ese punto, ficticio pero tangible, ese punto de inflexión donde acaba su hombro izquierdo y empieza su cuello, ese hueco que parece tener la forma perfecta para que mi cara se funda en él. Ese momento en el que siento su mejilla en mi sien, sus manos se confunden con las mías, y cierro los ojos. Ese momento en el que, independientemente de la lluvia, el calor que desprendemos juntos me hechiza, y me siento a salvo con él. Ese, ese es el momento... el momento en el que me quedaría hasta el último de mis días.
martes, 26 de febrero de 2013
Mentira número 15: Malas sensaciones
A pesar de mi dramático lunes, con sus dramáticos pensamientos y su dramática trama, parece que la semana mejora, dentro de lo que cabe.
Mi garganta parece haber decidido gastarme una broma de mal gusto, y se resiste a estar bien, cosa que necesito el viernes para subirme a ese escenario. Parte del agobio producido por la semana de exámenes que me espera está bajo control, y he conseguido recuperar algo de energía.
Pero aún así hay algo que me dice que se avecina tormenta. Viendo cómo se están dando los hechos, mi corazón y mi mente están recibiendo malas vibraciones por varias partes, y eso no es bueno. Yo estaré bien, pero empiezo a sentir cómo mi alrededor se tambalea... gente sufriendo, gente perdida, gente herida. Mi gente.
Mas, muy a mi pesar, sólo me queda esperar a que se desenlacen los hechos, sólo puedo quedarme quieta viendo cómo pasa todo... aunque una cosa tengo clara, si alguno de los míos sufre, no permaneceré pasiva, precisamente.
En fin, poco más puedo hacer tal martes como hoy a las once menos veinte de la noche. Ahora toca evadirse un poco de todo y meterme en esa burbuja mía que tanto me cura.
Buenas noches, queridos...
Alicia en el País de las Maravillas me espera.
Mi garganta parece haber decidido gastarme una broma de mal gusto, y se resiste a estar bien, cosa que necesito el viernes para subirme a ese escenario. Parte del agobio producido por la semana de exámenes que me espera está bajo control, y he conseguido recuperar algo de energía.
Pero aún así hay algo que me dice que se avecina tormenta. Viendo cómo se están dando los hechos, mi corazón y mi mente están recibiendo malas vibraciones por varias partes, y eso no es bueno. Yo estaré bien, pero empiezo a sentir cómo mi alrededor se tambalea... gente sufriendo, gente perdida, gente herida. Mi gente.
Mas, muy a mi pesar, sólo me queda esperar a que se desenlacen los hechos, sólo puedo quedarme quieta viendo cómo pasa todo... aunque una cosa tengo clara, si alguno de los míos sufre, no permaneceré pasiva, precisamente.
En fin, poco más puedo hacer tal martes como hoy a las once menos veinte de la noche. Ahora toca evadirse un poco de todo y meterme en esa burbuja mía que tanto me cura.
Buenas noches, queridos...
Alicia en el País de las Maravillas me espera.
lunes, 25 de febrero de 2013
Mentira número 14: Sigue
Conozco lo que me espera. Sé la que se me viene encima porque ya lo he vivido antes. Sé lo que es no haber dormido apenas el fin de semana, y sé cómo me repercute eso los días siguientes.
Lunes. Toda la semana por delante, y yo sin saber con qué energía voy a afrontarla. Porque no tengo. Hoy no. Hoy no me sale sonreír. Estoy derrotada. Y mi agenda repleta de exámenes, que parece burlarse de mí, me dice que no voy a poder tomarme un respiro hasta dentro de dos semanas. Dos semanas.
Y llega la pregunta mágica. "¿Qué te pasa?". He respondido tantas veces a esa pregunta de la misma forma que la gente empieza a dudar de mi palabra. Ellas se preocupan, él se preocupa, convencidos de que hay algo más, tiene que haber algo más. Pero es eso lo que me pasa. Sencillo y arrollador. Y, sinceramente, doy mil gracias de que sea sólo eso. Sólo, relativamente. "Estoy cansada". Y todo lo que ello implica, que no es poco.
Me espera una mierda de semana. No, tengo una mierda de energía para afrontar la semana que me espera. En fin, poco puedo hacer yo (¿En serio?) más que seguir avanzando. Desgastada, perdida y dando tumbos... pero avanzando. Siempre avanzando.
sábado, 23 de febrero de 2013
Mentira número 13: ¿Egoísta o vulnerable?
Otra vez esa sensación. Otra vez esa maldita sensación. Y os aseguro que odio sentirme así. Subestimada puede que sea la palabra. Es sentir que te mereces más atención de la que se te da. Y odio como suena eso. Porque me siento egoísta, siento que no tengo ningún derecho a ese 'Yo estoy bien, gracias por preguntar' tan irónico que duele. Siento que me vuelco al cien por cien en las personas que me importan, en sus problemas, en sus tardes, en sus bajones y sus locuras... y apenas obtengo un '¿Y tú qué tal?' a cambio. Y duele.
Siempre me he comparado con un vaso. Un vaso lleno de agua. En cuanto veo que alguien necesita de mi agua, le doy un poco. Si algún vaso me importa, vuelco algo de agua en él. Y así, poco a poco me voy vaciando. Y me lleno, pero... me lleno a penas la mitad de lo que me he vaciado.
Menos mal que aún me queda gente que se encarga de que jamás se vea el fondo de mi vaso. Y yo... me obligo a pensar que es suficiente.
Siempre me he comparado con un vaso. Un vaso lleno de agua. En cuanto veo que alguien necesita de mi agua, le doy un poco. Si algún vaso me importa, vuelco algo de agua en él. Y así, poco a poco me voy vaciando. Y me lleno, pero... me lleno a penas la mitad de lo que me he vaciado.
Menos mal que aún me queda gente que se encarga de que jamás se vea el fondo de mi vaso. Y yo... me obligo a pensar que es suficiente.
viernes, 22 de febrero de 2013
Mentira número 12: Sólo mía
Al final, lo que empezó siendo una tarde de ir corriendo de un lado para otro, de falta de tiempo en todo momento y de estrés a flor de piel, ha resultado ser una de esas tardes que hacen que la cama sea más cálida por la noche, gracias a la energía que las sonrisas han dejado en tu cuerpo, recargándolo, que buena falta te hacía. Y hay un componente que no puede faltar en una tarde como estas.
Ella."Si estoy solo tú me acoges, eres mi fiel compañía, me hablas sincera y me esperas cuando empieza el día, mi guía, mi faro de Alejandría, si me ves perdido te miro y elimino la tristeza en un suspiro".Das sentido a mi existencia. Eres música.
Me aproximo despacio a la puerta del gran auditorio. De mi hombro cuelga una pesada bandolera, llena de maquillaje y vestuario. Llueve en Madrid... parece que hasta el tiempo acompaña. Al llegar, un señor me indica el sitio al que me debo dirigir. "Eres bailarina, ¿no?"Vaya, qué bien suena. Llego a un vestíbulo en el que encuentro a mis compañeras de grupo, y de ahí nos llevan a la nave en la que hemos de permanecer hasta que empiece el espectáculo.
Prendas de ropa por el suelo, mil estuches diferentes de maquillaje, lacas, gomas del pelo... Entre ésto me muevo durante aproximadamente hora y media. Mis compañeras y yo repasamos unas cuantas veces las coreografías, observamos a los demás grupos... matando el tiempo entre bambalinas.
Se va acercando la hora. Una extraña calma reina dentro de mí. No hay rastro de nervios. El auditorio está a medio llenar, puede que eso ayude. Entre los comportamientos de la gente que me rodea observo de todo; histeria, pasividad, calma -más bien poca-, preocupación, ofuscación... Pero las experiencias vividas hasta ahora en escenarios -limitadas, teniendo en cuenta que soy una persona que "tan sólo" lleva seis años en esto- me han enseñado ya que la mejor opción es la tranquilidad. Quizás algunos ejercicios de relajación antes de ponerse delante de los focos, comer algo... calma. Calma interior para dominar mejor tu cuerpo.
"Somos las siguientes". Nos reunimos en la puerta que da a la parte trasera del escenario, oculta por un negro telón. Escuchamos impacientes cómo termina la actuación que nos precede. Aplausos. La voz amplificada del presentador comienza a sonar, y oímos cómo dice con tono significativo el nombre de nuestra escuela.Y más aplausos. Apartamos la oscura tela, y un foco blanco ilumina nuestros rostros.
Nos colocamos ágilmente en la posición que nos corresponde a cada una y, entonces, sólo entonces... comienza a sonar la música. Ésta se apodera lentamente de mi cuerpo, hasta que hay un momento en el que es absolutamente dirigido por ella. Movimientos marcados, grandes, llenos de energía. No hay rastro del cansancio de la semana, del estrés, de las peleas. Sólo mi cuerpo moviéndose al compás de la lírica, y la instrumental.
Entonces la música cesa. Permanezco quieta hasta que suelto. El corazón acelerado. Quizás por el esfuerzo físico, quizás por la experiencia interior. Aplausos. Cada uno es un regalo para mí. Una sonrisa se apodera de mis labios.
Uno de los retos más difíciles con los que me he tenido que topar es el hecho de describir con palabras la sensación que se experimenta al subirse a un escenario. Pues bien, sólo diré esto:
Los escenarios son la excusa perfecta para la total libertad de la mente.
martes, 19 de febrero de 2013
Mentira número 11: "Quizás te vendrá bien echarme de menos."
Lo bueno. Que aguantamos poco tiempo enfadados, que las discusiones son intensas pero nos rendimos pronto, y que después de cada una de ellas, viene una bonita, bonita y dulce reconciliación.
Lo malo. Que detrás de todo esto, hay parte de verdad. 'Ojalá sintieras lo mismo.' Cómo duele. Si me duele a mí, no me quiero ni imaginar lo que le duele a él. 'Ha sido como un jarro de agua fría'. Lo siento, siento darle estas puñaladas, pero no puedo mentirle diciéndole que quiero compartir con él el resto de mis días. ¿De verdad? ¿De verdad es normal que pretenda ser el amor de mi vida cuando sólo tengo quince años? ¿O es que me estoy volviendo loca? No entiendo nada. Entiendo que se haya ilusionado, sé que se está volcando en esta relación como no se ha volcado en nada, pero... ¿qué queréis que haga? ¿Qué se supone que tengo que hacer? No, no le voy a prometer un siempre que sé que no se va a cumplir. Quiero ser libre, joder, soy una niñata que quiere vivir la vida, no estoy buscando un marido, Dios santo, sólo un chico con el que estar a gusto, quiero poder dejar a ese chico cuando me apetezca e irme con otro si quiero... sé que suena mal, pero es así. Y, sinceramente, a veces me siento atada a esto. Siento que jamás me podré librar de este "amor verdadero infinito". Y no me gusta, joder. No me gusta.
Lo malo. Que detrás de todo esto, hay parte de verdad. 'Ojalá sintieras lo mismo.' Cómo duele. Si me duele a mí, no me quiero ni imaginar lo que le duele a él. 'Ha sido como un jarro de agua fría'. Lo siento, siento darle estas puñaladas, pero no puedo mentirle diciéndole que quiero compartir con él el resto de mis días. ¿De verdad? ¿De verdad es normal que pretenda ser el amor de mi vida cuando sólo tengo quince años? ¿O es que me estoy volviendo loca? No entiendo nada. Entiendo que se haya ilusionado, sé que se está volcando en esta relación como no se ha volcado en nada, pero... ¿qué queréis que haga? ¿Qué se supone que tengo que hacer? No, no le voy a prometer un siempre que sé que no se va a cumplir. Quiero ser libre, joder, soy una niñata que quiere vivir la vida, no estoy buscando un marido, Dios santo, sólo un chico con el que estar a gusto, quiero poder dejar a ese chico cuando me apetezca e irme con otro si quiero... sé que suena mal, pero es así. Y, sinceramente, a veces me siento atada a esto. Siento que jamás me podré librar de este "amor verdadero infinito". Y no me gusta, joder. No me gusta.
Mentira número 10: Rainy Soul.
And when it rains in this side of town it touches... everything.Llueve. En Madrid, y en mí. No, no os compadezcáis. No es malo, no lo es para mí. Puede que normalmente se asocie la lluvia a la tristeza, pero no en mi caso. Yo no. Para mí la lluvia es libertad. Absoluta libertad. Esa sensación de notar cómo empieza a chispear sobre tu abrigo, mirar hacia arriba y ver cómo las grises nubes te sonríen. Ellos utilizan paraguas. Yo no. Me gusta sentir cómo cada helada gota impacta sobre mi piel y después, resbala. Igual que mis pensamientos. Un impacto al principio, y después, fluidez. Mi pelo se va humedeciendo lentamente, y mi mirada se clava en el horizonte, sin que mis piernas paren, sin dejar de caminar, despacio. Ellos se quejan. Yo no. A pesar de la oscuridad de las nubes, la cuidad se tiñe inmaculada, y el olor es suave, húmedo, fresco. Me renueva. Me calma.
And when it rains, you always find an escape. Just running away. From all of the ones who love you.
From everything, you made yourself a bed at the bottom of the blackest hole. And convinced yourself that it's not the reason you don't see the sun anymore.
And you'll sleep till may you'll say that you don't want to see the sun anymore.
domingo, 17 de febrero de 2013
Mentira número 9: Pequeña y hecha trizas.
Te miro despacio, desde el pelo teñido de rojo que, al nacer, deja entrever unas raíces marrones claras, hasta las llamativas Airmax que amortiguan tus pies, pasando por unas manos llenas de heridas que sujetan, temblorosas, un cigarro medio gastado. Y luego, miro tus ojos, a punto de llenarse de lágrimas, esos ojos excesivamente redondos y de color miel. Es increíble. Lo pequeña que eres y lo mucho que llevas dentro. Nos cuentas tu historia, con una voz al borde del susurro, ahogada y cansada, pero fuerte. Hoy no te quedan fuerzas, sin embargo mañana te levantarás de nuevo, te mirarás al espejo como siempre, te arreglarás con ese estilo tan tuyo, y saldrás a la calle con una sonrisa de plata, y llenarás los rincones con tu energía. Impasible a los insultos y a las etiquetas que te ponen, a los que te juzgan, haciendo oídos sordos a todo lo que dicen, porque en lo más hondo de tu alma sabes que no es así. Sé que no es así. Sé cómo eres, te conozco lo que estos doce años me han permitido conocerte. Sé que tienes una historia, que detrás de todo el maquillaje hay una niña asustada, asustada pero firme, sé que eres fuerte y que estás rota, pero que a pesar de ello no te rindes nunca. Y te admiro, porque sinceramente, yo no sé si sería capaz de aguantar todo lo que estás aguantando tú. Yo no sé si podría con tanto peso a la espalda, con tantas mentiras, con tanto dolor, día a día. Sólo quiero que sepas que voy a estar a tu lado para recoger cada pedazo de ti y pegarlos despacio alrededor de esa pequeña mente algo desordenada, para crear tu cuerpo, tu persona y tu alma. Porque, todo en conjunto, vale, y mucho. Y no quiero que nadie, jamás, te haga pensar lo contrario.
jueves, 14 de febrero de 2013
Mentira número 8: Debilidades.
Y aquí me tenéis una vez más, sentada frente al ordenador con los apuntes esperando encima de la mesa. Y que esperen. ¿Qué me pasa? Soy incapaz de concentrarme. Ahora mismo lo último que me apetece es estudiar, aunque hay algo en mi cabeza a todas horas que me dice que debería hacerlo. Pero no. No ahora. Ahora simplemente me apetece escribir. Porque necesito desahogarme. Porque hay algo que necesito sacar, escupir, gritar. Algo importante para mí. Algo como... él.
Él. No, no él el de siempre, si no él, mi otro él, mi debilidad. Le vuelvo a echar de menos. Algo ha cambiado en mí desde aquella vez... desde aquella última vez. Desde la última vez que te eché de menos, desde aquella vez en la que me dí cuenta de lo que realmente significabas para mí. Lo ocultaba todo detrás de un 'no me importa, ya no le considero mi amigo'... y de repente sonó esa canción, y exploté cual bomba de relojería. Y las lágrimas no paraban de emanar de mis ojos, y esa presión en el pecho cada vez se hacía más fuerte. Fue como un golpe seco, impacto que rebotó en mis cimientos para derrumbarme por completo. Y fue justo ahí, cuando me dí cuenta de que eres más de lo que me imagino. De que eres especial. Entonces, días después, cuando yo pensé, ingenua, que todo había pasado, que fue un tambaleo momentáneo de emociones, apareció tu nombre en la pantalla de mi móvil. Y de nuevo, otro golpe seco. Otra vez las lágrimas, la presión. Otra vez tú. 'Quizás te importa más de lo que piensas'. Quizás. Infinitas ganas de verte, de abrazarte. De reírme contigo, como antes. Y llegó, como todo llega. Una tarde de Enero, en esa plaza del centro de Madrid que ya casi es nuestra. Tú, tu camisa de cuadros, tus Vans y tu gorro. Tu risa. Volví a llenar una parte de mí que sentía vacía, vacío que dolía con insistencia. Me curaste. Me curas.
Por eso hoy, después de casi un mes, vuelvo a echarte de menos. Pero esta vez sé a lo que me enfrento, conozco este terreno y parezco tener más armas para combatirte. No, para combatirme a mí cuando te pienso. Cuando te añoro. Sólo espero no dejar de verte, aunque sea así, en pequeñas dosis, haciendo que desee volver a ti igual que un yonki con el mono desea un gramo de su droga.
Y bien, después de haberme vaciado le pongo punto y final a este pedacito de mi cabeza, con nuestra canción sonando de fondo, para que nunca se me olvide que, independientemente de que duelas o no, de que hieras o no, de que me guste o no... siempre serás mi debilidad.
Él. No, no él el de siempre, si no él, mi otro él, mi debilidad. Le vuelvo a echar de menos. Algo ha cambiado en mí desde aquella vez... desde aquella última vez. Desde la última vez que te eché de menos, desde aquella vez en la que me dí cuenta de lo que realmente significabas para mí. Lo ocultaba todo detrás de un 'no me importa, ya no le considero mi amigo'... y de repente sonó esa canción, y exploté cual bomba de relojería. Y las lágrimas no paraban de emanar de mis ojos, y esa presión en el pecho cada vez se hacía más fuerte. Fue como un golpe seco, impacto que rebotó en mis cimientos para derrumbarme por completo. Y fue justo ahí, cuando me dí cuenta de que eres más de lo que me imagino. De que eres especial. Entonces, días después, cuando yo pensé, ingenua, que todo había pasado, que fue un tambaleo momentáneo de emociones, apareció tu nombre en la pantalla de mi móvil. Y de nuevo, otro golpe seco. Otra vez las lágrimas, la presión. Otra vez tú. 'Quizás te importa más de lo que piensas'. Quizás. Infinitas ganas de verte, de abrazarte. De reírme contigo, como antes. Y llegó, como todo llega. Una tarde de Enero, en esa plaza del centro de Madrid que ya casi es nuestra. Tú, tu camisa de cuadros, tus Vans y tu gorro. Tu risa. Volví a llenar una parte de mí que sentía vacía, vacío que dolía con insistencia. Me curaste. Me curas.
Por eso hoy, después de casi un mes, vuelvo a echarte de menos. Pero esta vez sé a lo que me enfrento, conozco este terreno y parezco tener más armas para combatirte. No, para combatirme a mí cuando te pienso. Cuando te añoro. Sólo espero no dejar de verte, aunque sea así, en pequeñas dosis, haciendo que desee volver a ti igual que un yonki con el mono desea un gramo de su droga.
Y bien, después de haberme vaciado le pongo punto y final a este pedacito de mi cabeza, con nuestra canción sonando de fondo, para que nunca se me olvide que, independientemente de que duelas o no, de que hieras o no, de que me guste o no... siempre serás mi debilidad.
martes, 12 de febrero de 2013
Mentira número 7: Piccola testa disordinato.
Noche. Nueve menos cuarto de un día de diario, de un día cualquiera. Yo, en mi particular cueva, alumbrada sólo por la pequeña lámpara de mi escritorio y el leve resplandor de la pantalla. A mi lado, esa enorme ventana, que es una de mis partes preferidas de la casa, con la persiana subida hasta arriba, dejándome disfrutar de esas vistas que tanto me gustan, de este pedacito de Madrid, de mi cielo. Vulnerable. Emocionalmente desnuda.
Tiempo en Madrid. Cambiante. A penas las estaciones pueden dominarle. En el mismo Diciembre puede hacer que el sol haga mella en tu piel, así como puede hacer que te estremezcas de frío en las entrañas del más caluroso mes de Agosto. A veces, me recuerda a mí. A penas voy por temporadas. A penas. A días. A días resplandezco, radiante y acogedora, sonriente y sin apenas nubes que nublen mi mente, clara y fresca. A días, provoco el mismo rechazo que el más duro día de Enero, fría y seca, cortante, maldita.
Y eso, es mío. Suelo quejarme, pero sin esta incongruencia que me caracteriza -a mí, y sobretodo a mi cabeza- seguramente dejaría de ser yo.
Por eso hoy, en vez de quejarme, voy a disfrutar de la calma que me ofrecen mis entrañas, con Birdy sonando de fondo y la suavidad de mi sudadera de algodón, acabando este frío día de Febrero con el rastro de mi sonrisa y el cansancio de mis ojos.
domingo, 10 de febrero de 2013
Mentira número 6: Afraid.
Le quiero. Como ya he dejado constancia aquí, le quiero, de eso no hay duda. Y él lo da todo por mí. Y eso es bueno... ¿no? No lo sé, pero me asusta. Me asusta porque aunque le quiera más de lo que he querido a ningún chico hasta ahora, hay algo dentro de mí que me dice que jamás le podré devolver todo lo que me da. Y que le voy a hacer daño. No soporto la idea de que una persona dependa tanto de mí, porque sé que esto no va a durar para siempre, porque sé que me terminaré por cansar. Es duro, pero es lo que siento. Ahora no, por supuesto, ahora me pasaría los días enteros con él. Pero me conozco. Me conozco mejor que nadie. Y le veo a él diciéndome que soy su chica, la chica de su vida... y yo, tonta de mí, en vez de alegrarme, me asusto. No lo soporto. Me rompe por dentro. Porque él se merece de todo menos que le hagan daño. Y volvemos al dilema de siempre... ¿hacerle daño a él o hacerme daño a mí? No lo sé. No sé lo que quiero hacer mañana, ¿cómo voy a saber si quiero pasar mi vida con él? Es demasiado. Y yo, una vez más, me siento idiota. Y asustada.
miércoles, 6 de febrero de 2013
Mentira número 5: Viviendo deprisa.
Después de alejar de mí todo tipo de aparatos electrónicos, me tumbo despacio en la cama, y subo la manta hasta mi cuello, manteniendo las manos debajo de ella. Cierro los ojos casi sin darme cuenta, y relajo todo mi cuerpo a la vez. No pienso en nada mientras dejo que la fiebre suba. Por fin. Por fin tengo tiempo para descansar, aunque eso implique un malestar físico que durará un par de días. No voy a clase, y me quejo, pero en el fondo sé que necesitaba este descanso. Y es que, vivimos tan deprisa... Vivimos tan deprisa que a veces el cuerpo, con razón, se queja. Nos obliga a parar, por nuestro bien, por el suyo. A veces pensamos que un día en cama ya es suficiente, pero al poner un pie en el suelo e intentar levantarte sientes como te empiezan a apretar las sienes y parece que tus ojos van a salirse de sus órbitas. Y es como si pudieras oír esa voz dentro de tu cabeza diciéndote '¿A dónde vas? Vuelve a la cama, y sigue descansando'. Y eso hago. Y eso haré hasta sentirme otra vez llena de energía. De fuerza.
martes, 5 de febrero de 2013
Mentira número 4: My, my, my.
Os voy a contar un secreto. Hace un tiempo, yo era de esas que aborrecían ver a las parejas en la calle, en los bares, en los parques, verlas felices, ver cómo se besaban y reían juntos, ver su complicidad. Y miradme ahora. Hablando por teléfono hasta la una de la mañana. Poniéndome nerviosa cada vez que me acerca a él, con ese gesto tan... suyo. Escribiendo todo esto cual niñata enamorada salida de una película pastelosa, de esas que ponen los sábados al mediodía. Pero qué queréis que le haga... si estoy en una nube. Si es oírle hablar y descomponer sus gestos, su voz, su mirada, para grabarlos todos en mí, a fuego. Porque me encanta. Me encanta todo lo que sea él.
El tiempo ya me ha enseñado que hoy puedo estar en el quinto cielo, pero mañana pueden morir las mariposas que en mi estómago se revolucionan al verle. Y, pese a que nadie puede asegurarme que vaya a pasar, hoy por hoy esa posibilidad existe.
Pero, ¿sabéis? Hay un momento en el que deja de existir. Ese momento en el que sus manos bajan por mi espalda, mientras me aprieta contra él y sus labios rozan suavemente los míos. Es ahí, en ese justo instante, cuando quiero que el tiempo se pare y quedarme ahí para siempre. En sus brazos. En él.
El tiempo ya me ha enseñado que hoy puedo estar en el quinto cielo, pero mañana pueden morir las mariposas que en mi estómago se revolucionan al verle. Y, pese a que nadie puede asegurarme que vaya a pasar, hoy por hoy esa posibilidad existe.
Pero, ¿sabéis? Hay un momento en el que deja de existir. Ese momento en el que sus manos bajan por mi espalda, mientras me aprieta contra él y sus labios rozan suavemente los míos. Es ahí, en ese justo instante, cuando quiero que el tiempo se pare y quedarme ahí para siempre. En sus brazos. En él.
lunes, 4 de febrero de 2013
Mentira número 3: Puro cristal.
Para la mayoría de la gente, llegar a casa después del instituto significa descansar. Para mí, hoy, no. Para mí hoy significa volver a la carga, y empezar esa guerra fría que tan poco me gusta.
'Estás todo el día con el ordenador', me suelen decir mis padres. Quizás, es porque así, me puedo evadir un poco de todo lo que me rodea. Puedo crear un mundo a mi antojo. Mi mundo. Puedo decir todo lo que pienso, sin miedo. Y puedo soñar. Cosa que, últimamente, me hace mucha falta.
Una madre siempre se dará cuenta en el instante en el que te mira los ojos si te pasa algo. Y aunque al principio me hago la dura, siempre termino contándola cómo me siento. Y lloro. Y me desahogo.
'Últimamente no estás bien, no te veo bien del todo, no eres tú misma'. Y que lo digas. Obviamente siempre hay un motivo, pero no es normal que todo me afecte tanto. ¿Sabéis? A veces desearía ser de acero. Imperturbable. Fría, como el hielo. Pero no puedo, no sé. Soy cristal. Puro cristal.
Mi madre se preocupa, con la idea de que me pasa algo que no la he contado. Ojalá. Ojalá todo esto tuviera un motivo sólido como base. Pero no, no lo hay, y no os imagináis lo muchísimo que quema eso de no estar del todo bien, y no saber el motivo. Y no poder solucionarlo.
Supongo que es eso que tanto oigo últimamente. 'Adolescencia'. Supongo que son las hormonas, o Febrero. Supongo que todo esto se me pasará, y volveré a ser la de siempre. Supongo... y espero.
'Estás todo el día con el ordenador', me suelen decir mis padres. Quizás, es porque así, me puedo evadir un poco de todo lo que me rodea. Puedo crear un mundo a mi antojo. Mi mundo. Puedo decir todo lo que pienso, sin miedo. Y puedo soñar. Cosa que, últimamente, me hace mucha falta.
Una madre siempre se dará cuenta en el instante en el que te mira los ojos si te pasa algo. Y aunque al principio me hago la dura, siempre termino contándola cómo me siento. Y lloro. Y me desahogo.
'Últimamente no estás bien, no te veo bien del todo, no eres tú misma'. Y que lo digas. Obviamente siempre hay un motivo, pero no es normal que todo me afecte tanto. ¿Sabéis? A veces desearía ser de acero. Imperturbable. Fría, como el hielo. Pero no puedo, no sé. Soy cristal. Puro cristal.
Mi madre se preocupa, con la idea de que me pasa algo que no la he contado. Ojalá. Ojalá todo esto tuviera un motivo sólido como base. Pero no, no lo hay, y no os imagináis lo muchísimo que quema eso de no estar del todo bien, y no saber el motivo. Y no poder solucionarlo.
Supongo que es eso que tanto oigo últimamente. 'Adolescencia'. Supongo que son las hormonas, o Febrero. Supongo que todo esto se me pasará, y volveré a ser la de siempre. Supongo... y espero.
domingo, 3 de febrero de 2013
Mentira número 2: Cuando la rabia rasga.
Ella sube su voz. Empiezan los insultos. Intentas mantener la calma porque te conoces lo suficiente como para saber cómo va a acabar esto. Y no es lo que quieres. La pides que se calme, pero no te hace caso. Y sigue gritando. Y cada grito se te mete por los oídos y te llega al alma hasta estremecértela. Y empiezan los ataques. Menciona tu comportamiento, tu situación sentimental, tus razones. Duele. Sabes que está hablando sin pensar, y que no tiene razón... pero duele. Viene él. Pregunta qué pasa. Ella, histérica, le cuenta su versión y él te mira. Conoces esa mirada. Una vez más, tú eres la culpable. Te vas. Te encierras en el baño. Y lloras. La rabia te rasga la garganta hasta que casi sangra. Intentas sosegarte y salir ahí, para intentar que todo pare. Pero cuando sales y ves que ella sigue en sus trece, explotas. Y gritas. Das golpes a las paredes, por no dárselos a ella. Ella llora. Tú lloras. Él, serio. Se va. Tú te metes en la cama, sin poder dejar de llorar, y te tapas hasta arriba. Te desconectas de todo. Pero entonces, ves que él va con ella, a consolarla, a apoyarla. ¿Y tú? Sola. Coges el móvil, y llamas a tu mejor amiga. No lo coge. Normal, son las doce de la noche. Llamas a tú mejor amigo. Y ahí está. Te intenta tranquilizar, y consigue que dejes de llorar. Te dice que te vayas a la cama. Todo se va a solucionar. Y eso haces. Tras diez minutos de conversación cuelgas, y apagas el móvil. Te das media vuelta y te tapas hasta las cejas. Gastas las pocas lágrimas que te quedan, mientras te vas quedando dormida. Y mañana será otro día... pero nadie te garantiza que vaya a ser mejor.
Mentira número 1: Bienvenido a mis mentiras.
Mentiras. Siete letras, y todo lo que conllevan. Nos destruyen, y nos salvan. Muy odiadas, pero aún más utilizadas. Una de las escasas finalidades de este blog es darle otro sentido a las mentiras. Que dejen de ser algo que no es cierto, y que pasen a ser algo que nunca te has atrevido a decir y que te has guardado tan dentro que has llegado a creer que no es cierto. Ese es mi significado de 'mentira'. A todo lo demás, prefiero llamarlo rumores. O invenciones. Pero no mentiras. Por eso, en este pequeño rincón, del que tanto tiempo llevo queriendo poder disfrutar, encontraréis mentiras. No invenciones, ni rumores. Si no todo lo que siempre he querido decir pero nunca me he atrevido, y que es tan cierto como yo misma.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)