viernes, 22 de febrero de 2013

Mentira número 12: Sólo mía

Al final, lo que empezó siendo una tarde de ir corriendo de un lado para otro, de falta de tiempo en todo momento y de estrés a flor de piel, ha resultado ser una de esas tardes que hacen que la cama sea más cálida por la noche, gracias a la energía que las sonrisas han dejado en tu cuerpo, recargándolo, que buena falta te hacía. Y hay un componente que no puede faltar en una tarde como estas.
Ella."Si estoy solo tú me acoges, eres mi fiel compañía, me hablas sincera y me esperas cuando empieza el día, mi guía, mi faro de Alejandría, si me ves perdido te miro y elimino la tristeza en un suspiro".Das sentido a mi existencia. Eres música. 
Me aproximo despacio a la puerta del gran auditorio. De mi hombro cuelga una pesada bandolera, llena de maquillaje y vestuario. Llueve en Madrid... parece que hasta el tiempo acompaña. Al llegar, un señor me indica el sitio al que me debo dirigir. "Eres bailarina, ¿no?"Vaya, qué bien suena. Llego a un vestíbulo en el que encuentro a mis compañeras de grupo, y de ahí nos llevan a la nave en la que hemos de permanecer hasta que empiece el espectáculo. 
Prendas de ropa por el suelo, mil estuches diferentes de maquillaje, lacas, gomas del pelo... Entre ésto me muevo durante aproximadamente hora y media. Mis compañeras y yo repasamos unas cuantas veces las coreografías, observamos a los demás grupos... matando el tiempo entre bambalinas. 
Se va acercando la hora. Una extraña calma reina dentro de mí. No hay rastro de nervios. El auditorio está a medio llenar, puede que eso ayude. Entre los comportamientos de la gente que me rodea observo de todo; histeria, pasividad, calma -más bien poca-, preocupación, ofuscación... Pero las experiencias vividas hasta ahora en escenarios -limitadas, teniendo en cuenta que soy una persona que "tan sólo" lleva seis años en esto- me han enseñado ya que la mejor opción es la tranquilidad. Quizás algunos ejercicios de relajación antes de ponerse delante de los focos, comer algo... calma. Calma interior para dominar mejor tu cuerpo. 
"Somos las siguientes". Nos reunimos en la puerta que da a la parte trasera del escenario, oculta por un negro telón. Escuchamos impacientes cómo termina la actuación que nos precede. Aplausos. La voz amplificada del presentador comienza a sonar, y oímos cómo dice con tono significativo el nombre de nuestra escuela.Y más aplausos. Apartamos la oscura tela, y un foco blanco ilumina nuestros rostros.
Nos colocamos ágilmente en la posición que nos corresponde a cada una y, entonces, sólo entonces... comienza a sonar la música. Ésta se apodera lentamente de mi cuerpo, hasta que hay un momento en el que es absolutamente dirigido por ella. Movimientos marcados, grandes, llenos de energía. No hay rastro del cansancio de la semana, del estrés, de las peleas. Sólo mi cuerpo moviéndose al compás de la lírica, y la instrumental.
Entonces la música cesa. Permanezco quieta hasta que suelto. El corazón acelerado. Quizás por el esfuerzo físico, quizás por la experiencia interior. Aplausos. Cada uno es un regalo para mí. Una sonrisa se apodera de mis labios.
Uno de los retos más difíciles con los que me he tenido que topar es el hecho de describir con palabras la sensación que se experimenta al subirse a un escenario. Pues bien, sólo diré esto:
Los escenarios son la excusa perfecta para la total libertad de la mente. 

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