Vaciarse es bueno en ciertos momentos clave. Y mejor es si lo haces con dos pequeñas grandes personas que te escuchan, en un portal, una tarde de Abril, mientras las gotas de lluvia crean el hilo musical de la conversación.
Es peculiar oír a alguien hablar y sentir como si la que hablara fuera tu cabeza. Hay pocas personas en el mundo con las que se comparten tantas cosas... y es muy difícil compartir miedos.
"Me siento absolutamente sola", "es como si estuviera gritando y nadie fuera capaz de oírme", "estoy ahí escondida, entre las sombras". Ni yo misma podría haberlo expresado mejor.
Por una parte me consuela saber que alguien siente exactamente lo mismo que yo, que alguien es capaz de comprenderme, que alguien me escucha. Que hay alguien ahí, entre las sombras. Alguien a quien no puedo ver pero que me escucha cuando grito. Aunque permanezca callada, ahí está ella. Para evitar que esa oscuridad me haga poner un pie en falso y caer.
Estar solo es ley de vida. Absolutamente todo lo que nos ocurre es pasajero. La única persona con la que tendremos que convivir durante toda nuestra existencia somos nosotros mismos.
Estoy aprendiendo algo. Estoy aprendiendo a vivir con la soledad, estoy aprendiendo a ser su aliada. Es difícil, aún duele. Pero estoy segura de que voy a conseguirlo.
Entonces, ¿la gente que nos rodea? ¿y nuestros amigos, y familia, y la gente que nos quiere y se preocupa por nosotros? ¿acaso no valen nada? Ellos valen, no para que estemos menos solos, si no para que la soledad se torne en algo absolutamente personal e individual. Sirven para que no duela. Y yo por suerte, tengo quien me cure de ésta soledad que aún me destroza.
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