Aún el corazón me palpita en la cabeza, pero ha merecido la pena. Quizás a veces, cuando estás agotada, lo mejor es apurar la energía para después poder recargarla por completo.
Y sí, una vez más y como siempre, me dejé todo en ese suelo. Dejé mi semana de mierda, dejé todas las tensiones y dejé todas las lágrimas. Música ensordecedora, gente alrededor dejándose la piel como yo, sudor mientras desgarras tu voz, risas y abrazos con ellos, saltar, respirar, huir. Creo, que lo necesitaba.
Ahora estoy pagando las consecuencias y no sólo de la noche de ayer, si no de toda la semana. Mi cuerpo una vez más me ordena parar, y espero que este domingo entre sábanas halla sido suficiente.
Ajenos a mi persona los meses pasan y, en un suspiro, ya estamos en Mayo, aunque la primavera no parece de acuerdo en instalarse todavía -que no me quejo-. Futuro, planes, expectativas y yo, en medio, rodeada de gente corriendo hacia mil direcciones, gritándoles que paren. Pero no paran. El tiempo no para, los segundos se escapan sin que apenas me de tiempo a mirarlos si quiera. Pero lo bueno es, que una se acaba acostumbrando.
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