martes, 9 de abril de 2013

Mentira número 39: Ámbar

Al fin parece que las cosas han decidido calmarse un poco. Entre nosotras se nota que necesitamos estar bien aunque sea por un tiempo, se nota que precisamos de buenas vibraciones, aunque sólo sea para que, tras viajar por la superficie, rompan en la orilla, como pequeñas olas de agua. Simplemente sentirlas, simplemente llenarnos con algo de su fuerza, simplemente saber que están ahí.
Pero, cómo no, algo tenía que torcerse. El futuro se torna confuso cuando me paro a pensar, y, últimamente, es muy a menudo. Supongo que esos viajes en metro, en los que yo me sumo en mis libros y mi música, en los que el balanceo del vagón me envuelve en un trance mágico e íntimo, supongo que esos viajes de una hora en la que sólo existo yo, dan para mucho. Dan para pensar, pensar, pensar y no parar, visualizar futuros momentos, con futuras personas y en futuras circunstancias. Futuro, futuro todo el rato... para. Estoy aquí, y ahora. Sin pasados, ni tiempos venideros, ni nada. Sólo un presente que huye de mí, y escapa de mis dedos a cada intento de atraparlo; ojalá mi destino sea ese: ser libre.
Con él las cosas parecen ir algo mejor, aunque sigo pensando que somos demasiado diferentes. "Los polos opuestos se atraen", sí, pero no si en el contacto de la atracción no hay comodidad, no si no hay forma de ponerse de acuerdo en cuanto a la forma, en cuanto a la dirección y en cuanto al sentido.
Es todo demasiado difícil, tanto que a veces siento que no puedo soportarlo, que es superior a mis capacidades y a la fuerza de la que ellas precisan.
Ahora escribiría que tan sólo toca esperar a que las cosas dejen de moverse, pero el tiempo me está enseñando que eso no pasará jamás. Que somos como un electrocardiograma: en cuanto deja de haber baches y auges, en cuanto deja de haber crestas y valles, en cuanto deja de haber subidas y bajadas.. deja de haber vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario