Quizás sólo necesitaba un día como este para que la semana mejorara. Algo de baile, algo de familia y algo de Val. Esas tardes caseras, de palomitas y música, fotos y risas, confesiones y silencios.
Mañana. Por fin. Digo que no me quiero ir, pero en el fondo lo estoy deseando. Desconectar, qué bien suena. Y no sólo a lo que estrés se refiere. Desconectar de todo. De ellas, de él, de ellos. De absolutamente todo.
Me conozco, y sé que esta semana aislada del mundo me va a venir de perlas, y más por cómo estoy ahora.
Bien, aunque seguiré escribiendo, me despido simbólicamente, bajo la tenue luz de mi lámpara y la calidez que flota en la habitación.
Me espera la que, de entre todas las semanas extrañas -otra vez ese maldito adjetivo- será la buena. La que más me merezco.
Por fin.
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