domingo, 29 de septiembre de 2013

Mentira número 115: Domingo

No es tan fácil. Yo soy la primera a la que le encantaría poder ponerle nombre a todo lo que llevo dentro; una palabra, una persona, una razón. Lo que sea.
Pero no, no es tan fácil. Es un abismo que se abre entre el diafragma y los pulmones y se extiende hacia mi espalda, dejándome sin aire. Es como si de repente mis fantasmas se cansaran de estar encerrados en esa jaula arrinconada en mi mente y decidieran salir a cazar -pájaros-.
Y mientras ellos vuelan por todo mi pecho, y gritan, y arañan, mil voces resuenan en mi cabeza.

No lo haces bien.
No sirves.
Mírate. No, no te gusta lo que ves, ¿cómo te va a gustar?
Fácilmente reemplazable.
Es tu culpa.
No les importas.
¿Qué haces aquí?
Sólo sabes hacer daño.
Deja de intentarlo.

Sí. Los fantasmas se irán. Los fantasmas están en mis ojos, y el reflejo que percibo en el espejo no es real. Los fantasmas viven en mí cabeza y no, no tienen sentido. Los fantasmas son sólo el lado oscuro de cada uno de mis trazos.
Sí, pero no por ello el dolor es menos fuerte. No por ello todo mi alrededor va a dejar de ser banal y absurdamente perfecto. A veces he de confesar que siento envidia de esa simpleza. A veces quisiera limitarme a la piel y reducir a polvo todo lo que hay más allá.
A veces realmente quisiera echar a correr y no
volver
jamás
(nunca)

sábado, 28 de septiembre de 2013

Mentira número 114: Real

Ahora su olor está aún en mis manos. Siempre me ha inquietado la idea de que él esté tan dentro sin ninguna razón de peso. Quizás sea porque es capaz de sacarme de mi mundo durante un rato, para empaparme del suyo. Y quizás sea, porque su mundo, me encanta.
Madrid siempre es testigo de nuestro pacto. Él me hace olvidar cualquier fantasma durante una tarde entera, y yo le hago un hueco muy hondo aquí, en la cabeza.
Cierto es que hoy quizás las ganas de escribir estén ausentes, pero siento que necesitaba dejar algo de su rastro en este sitio tan mío como su mano enredada con la mía cuando tengo suerte.
Sigo sin entender cómo puede ser tan importante, aunque realmente me da igual no entender nada mientras él se asome de vez en cuando a mí.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Mentira número 113: Duelen las tres de la tarde

Qué difícil es esto. Qué duro es ver cómo cada persona a tu alrededor sigue -porque no queda más remedio-, mientras tú aún ni siquiera sabes en qué consiste el juego.
Qué triste es cuando te sientas ante aquella esperada página en blanco con la tinta en tu mano, dueña de tu destino, pero no eres capaz de escribir nada. Y no eres capaz porque no sabes qué necesitas, ni siquiera qué pasa, ni qué papel desempeñas. Todo se mueve, menos tú. Y es asqueroso.
Me encantaría poder escribir, escribir y escribir hasta quedarme dormida, llorar, llorar sobre el papel y empaparlo, me encantaría despertarme y levantarme y caminar, seguir, simplemente vivir y deshacerme de este aura de hastío que me atrapa.
Pero quizás por miedo, o quizás porque simplemente es imposible, no soy capaz de deshacerme de algo tan mío. No soy capaz de deshacerme de todo mi mundo y de todo lo que soy, aunque eso conlleve jamás alcanzar la felicidad.
Incluso aquí, tirada en el suelo de mi habitación y viendo cómo las nubes juegan a dibujar sombras con algo de invierno sobre mi silueta; incluso un viernes como éste, a ésta hora que siempre conlleva un trance, cuando todo el mundo tiene ya algún reloj al que mirar para no llegar tarde; incluso así, con este vacío pinchando en el tórax, estoy bien. Y he de admitir que me asusta, me asusta estar tan sola y tan agrietada, y a la vez tan, bien. Me asusta y me reconforta saber que quizás mi destino sea crearme una compañía a base de ausencias para terminar reconstruyéndome en mi propia soledad.
Al fin y al cabo cuando nadie te conoce
nadie puede hacerte daño,
¿no?

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Mentira número 112: Veintitrés

Y de repente, el otoño. Miras alrededor, y, qué ha pasado. Otra vez ese no-se-qué aquí dentro, otra vez las noches largas, los libros cerrados y las heridas abiertas. Otra vez aquí, y sin saber muy bien por qué. En qué momento la poesía empezó a doler tanto, en qué momento el tiempo empezó a correr y quién es el listo que se atreve a perseguirlo. Otra vez páginas en blanco que parecen burlarse de mí y de no llevar nada dentro. Aunque las dos sabemos, que lo único que pasa, es que llevo demasiado. Y muy fuerte. 

Mentira número 111: No sé

Quizás una canción, quizás unas cuantas palabras colocadas en el orden perfecto y adecuado, quizás un día de lluvia o quizás simplemente una cama que me espera porque sabe que adoro morirme en ella de vez en cuando.
Constantemente juego a saber qué busco, dónde me encuentro y qué me rodea. Lo fastidiado es que a veces llega ese "cruci" y todo se vuelve borroso. Otra vez.
Los rostros, los lugares y los días que no hacen más que volar, y no precisamente a mi lado. Las notas de mi piano suenan distorsionadas porque la tinta de las corcheas en la partitura se corrieron con el agua de unas lágrimas que no llevan ningún sentimiento tatuado. O los llevan todos. O no hay lágrimas porque no quieren salir de aquí dentro, quizás por miedo a congelarse.
El caso es que se me han descolocado las preposiciones y los recursos que se supone le dan sentido a esta cabeza de estropajo -¿os habéis parado a observar un estropajo? miles y miles de finos hilos plateados absolutamente enredados entre sí- harta de limpiarse de recuerdos.
Supongo que ahora me tocará volver al campo de batalla a luchar contra el tiempo y sus asquerosos secuaces. que se han propuesto hacer de este septiembre el mes más extraño del mundo.
Una canción, un poema, un día de lluvia, mi cama.
Divagaciones y fugas de unos pájaros que están quizás cansados de merodear por el mismo cielo de siempre.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Mentira número 110: So solid, now you're like water

En mi cuaderno de verano hay alguna, quizás un par de hojas dedicadas al agua. A menudo la identifico como mi elemento, quizás por cómo me hace sentir, por lo que representa, por lo que me hace ser cuando estoy en ella.
No bañarme, no mojarme; sumergirme. Adentrar en las entrañas de la inmensidad de ese estado que me permite fundirme con el mismo agua hasta formar parte de ella. 
Suelo quedarme un rato, bajo la superficie, en un limbo existencial que me envuelve y me deshace, atrapada y llena de esa líquida libertad. Noto cómo mis pulmones van vaciándose de aire y necesitándolo un poco más a cada segundo, hasta que hay un instante en el que una especie de convulsión involuntaria me hace impulsarme hacia la superficie. Y entonces llego hasta ella, y rompo con su naturaleza.
Entonces, mis pulmones se llenan de aire, y es como si mi cuerpo cobrara conciencia de sí mismo. Es como volver a nacer al filo de la muerte.
Es, quizás, la sensación más parecida a esta que tengo ahora aquí en medio.

Un respiro,
simplemente,
salir a coger aire. 

jueves, 19 de septiembre de 2013

Mentira número 109: Con prefijo des-

Miras hacia atrás, y no hay nada. Algunos papeles mojados quizá, recuerdos demasiado cargados de pájaros como para dejarlos ser, como para dejarlos estar. Estás sola en esto. Estás sola porque tienes que estarlo, y lo sabes, aunque sigue sin terminar de gustarte.
Es una soledad que va más allá del pecho. Gente hay -siempre, hay gente-, pero esa soledad que tienes en el fondo de los lunares sabes no se irá nunca.
Miras atrás, y no hay nada. Todo en lo que un día te dejaste la piel se ha desmoronado. Cada tarde y cada portal, cada gota de lluvia y cada beso. Cada mano apuntando hacia el cielo, cada labio mordido por la sed de una juventud eterna. Todo se ha esfumado como el humo del cigarro cada sábado. No sirvió para construir nada fuera; sólo dentro, y quizás sea lo más importante aunque aún yo no sepa verlo.
Miras atrás y... y te duelen los ojos de mirar atrás. Y solo queda la estela borrosa de lo que un día fue tu rutina, tú cómoda e indefensa rutina. Indefensa por qué, si acabaste herida, destrozada por su culpa -por su causa-.
Ahora vas avanzando despacio en ese "empezar de cero" tan plata, aunque cómo no rendirse en una noche como esta, en la que de repente miras atrás y ves que de nada sirve avanzar y construir si mañana, todo morirá en tus propios brazos.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Mentira número 108: Siempre serás tú

Y entonces apareciste tú. Como siempre sin pretexto ni quebraderos de cabeza. Me abrazaste de primeras, como queriendo aplastar entre tu pecho y el mío al rencor.
Como si Madrid tuviera muchos ríos, tú y yo nos sentamos en frente de uno que reflejaba las luces de una cuidad tan nuestra que parecía estar esperándonos.
Y como por arte de magia tú apretaste mi mano entre la tuya, y empezaste a cantar como si una mezcla terrorífica entre inercia y alcohol te hubiera arrancado esas notas de la garganta. Los pájaros rabiosos se mezclaban con tu sangre, que corría por mi tripa, y tú saltaste a meter las orejas en el centro de mi sonrisa.
Entonces mis cuerdas vocales cobraron vida como dos áspides enamoradas y se entrelazaron con tu tono. Era increíble cómo nuestras voces encajaban a la perfección, como si estuvieran hechas para cantar juntas esa canción.
Esa canción que ha despertado y despertará en mí tantas sensaciones sin apenas definición. Esa canción a la que acompaña tu rostro cada vez que suena en mi cabeza.
Esa, con la que nuestras voces
                                             hacen el amor
                                                                 hasta quedarse dormidas.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Mentira número 107: Ahogarse al mediodía

Música empapada de soledades, de esas, que calan bien hondo aquí. Son demasiadas cosas que sacar en claro, demasiado que deducir y encontrar, que hoy he decidido rendirme. Ya volveré a la batalla, ya, pero no ahora. Septiembre pesa demasiado como para cargarlo con más barro, y no queremos que se rompa.
Mientras ella alzaba la voz sólo había un único pájaro en mi cabeza. El de "ojalá pudieras entender por un sólo momento cómo me siento ahora". Que la adolescencia, no es nada comparado con lo que llevo a cuestas.
Que no son hormonas, no es amor de niños, no la pubertad floreciendo en mi cuerpo, no son las clases, ni los parques, ni tontear con las drogas.
Que no es nada de eso.
Que es algo aquí dentro incomprensiblemente incorpóreo teniendo en cuenta lo fuerte que se siente. Que son todos los fantasmas encerrados a fuerza en una jaula de la que no poseo la llave. Que no tenéis ni idea.
Y que por mucho que explotéis vuestra experiencia no os servirá de nada, pues dudo mucho que hayáis vivido una adolescencia como esta. Una guerra como esta, un naufragio como este.
Que se hace tan intenso que a veces no puedo soportarlo
y me rompo un poco más cada madrugada. 

viernes, 13 de septiembre de 2013

Mentira número 106: Medias tintas

Os escribo con el rímel absolutamente devastado por las lágrimas. Y el alma por los gritos, y los golpes. He empezado a escribir con ojos secos, pero parece que la cosa está cambiado a medida que fluyen las palabras.
Iros con ella. No importa, yo estoy bien aquí, sola, con la luna como único manifiesto de luz, de algo -mírala, ella está sola y no se queja-. Iros con ella. No importa, si al final la culpa sé que es mía. Pero me encantaría poder decirte lo difícil que es esto. Contarte, que aunque estoy -estaba- en ese tramo de la montaña rusa en el que el recorrido asciende, no puedo evitar mirar atrás y verme en el fondo de todo, rota y gris, y mojada, y no puedo evitar acordarme de todo lo que pasé, de todo lo que no fui -valiente-, y pensar que quizás no estoy tan bien. Quizás en cualquier momento pueden volver a crecer los fantasmas y puedo volver a verme sumida en una oscuridad absoluta y asfixiante.
Me asfixio.
Tumbada en la cama llorando y retorciéndome de dolor -interno-, me asfixio.
Iros con ella. Es mi culpa, sí, ella es la víctima de todo esto, pero hay algo que se os olvida. Ella es una mujer, adulta, con unas bases personales sólidas y ya descubiertas a lo largo de su vida. En cambio yo estoy aquí, cuestionándome una vez más qué cojones hago en medio de todo esto. Y con el constante miedo de que, de un momento a otro, puedo, perfectamente

desaparecer.

Y ojalá que así sea. 

jueves, 12 de septiembre de 2013

Mentira número 105: ¿Ya?

Cuando se cierra la puerta de tu jaula. Cuando te levantas antes que el día, y de repente todo tiene hora, y hay pescado para cenar. Cuando las noches son más cortas porque hay que explotarlas, y al día le falta tiempo para ser. Cuando el escritorio se llena de hojas y la mano de rayajos de bolígrafo, y las bolsas de tus ojos se llenan de cosas que hacer. Cuando el calor es sólo un recuerdo y el frío acecha
te das cuenta de que el invierno ya está aquí.
Y antes de lo que esperabas.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Mentira número 104: Perder el alma

Últimamente todo cambia, demasiado deprisa. Aún advertida de que esto iba a pasar, aún no me hago a la idea de que todo lo que en un pasado tanto me costó construir vaya a derrumbarse como un castillo de naipes tras la lluvia.
Son demasiadas personas las que se van. Demasiadas personas con demasiado de mí en ellas, y no es justo. Supongo que sabía a lo que me enfrentaba cuando les dí todo aquello, aunque es cierto que jamás imaginé que serían capaces de marcharse así. Dejándome con las manos absolutamente vacías y con el ala bien, bien rota.
Y en este nuevo capítulo, en quién confiar. Si me han enseñado más que de sobra que nada es suficiente para afianzar que no me harán daño, que no me pueden volver a romper aquí dentro. Qué hago ahora, a quién la cal y a quién la arena.
Sé que me quedan muchas piedras con las que tropezar, lo que no sé es si este corazón será capaz de soportarlo. 

Mentira número 103: Tower over me

"(...) y de repente alguien se abre a ti, y le ves llorar por dentro, y por fuera, y le ves sangrar"

La plenitud supuestamente es un sentimiento que no puede ir a más porque precisamente lo pleno es aquello que alcanza un estado máximo de algo. Explicadme entonces cómo cada vez que sangro delante de ella siento que la plenitud dentro de mí se ensancha. Es técnicamente imposible -qué idiotez, si sé perfectamente que cuando se trata de amarillos nada es técnico, todo es abstracto e incorpóreo, todo es pleno-.
La miro a los ojos mientras habla y no me imagino la suerte que tengo de haberme topado con ese trozo de mi alma que sin saber muy bien por qué, en algún momento perdí. Porque aquí sabemos mejor que nadie que hoy por hoy es prácticamente imposible recuperar algo que un día perdiste. 
Inabordable, cierto, aunque cada día la tengo, como dice ella, más calada. 
Y eso sería imposible
si no la viera sangrar delante mía de vez en cuando. 

lunes, 9 de septiembre de 2013

Mentira número 102: Treguas

Creo que hay ciertos sentimientos en la vida a los que, a pesar de ser padecidos a menudo, nunca conseguiré acostumbrarme. Y quizás haya sido esta frase un simple preámbulo para soltaros ahora que no soporto ser presa de una eterna montaña rusa.
A pesar de llevar así ya prácticamente dos años, jamás me haré a la experiencia de empezar una tarde gris con la mente gris, y terminarla entre sonrisas inconscientes e inevitables.
Es curioso que todas las tardes en las que nada ni nadie conseguía deshacerme ese constante nudo en el pecho se hallan convertido en tardes en las que la rabia en el tórax es imposible de mantener por al menos dos horas. Porque desaparece, como diciendo "no puedo estar aquí más tiempo, ya lo estuve suficiente".
Y qué razón. Hubo tanto mierda en mí que ahora parece que no puede entrar más. Durante cuánto tiempo, me da igual. Cuánto durará esto, poco me importa.
No abriré guerras internas mientras se me estén curando las heridas.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Mentira número 101: Capicúa

Plenitud. Hace poco entendí el significado de esa palabra y de ese sentimiento, y suerte de haberlo experimentado dos veces en dos días seguidos. Y creo que los amarillos lo son, porque consiguen hacerme sentir plena. A ratos, a sonrisas quizás. Pero deliciosa y geniunamente plena.
Y si había algún tipo de duda acerca del color de Val, hoy ha desaparecido por completo. Ella es absoluta e irremediablemente amarilla. No podría ser de otra forma, si puedo pasarme noches en vela con ella, vaciándonos por dentro y sacando a pasear nuestros fantasmas. Jamás pensé que diría esto, pero el pasado duele menos -o quizás mejor- cuando encuentras a alguien que lo ha sufrido de la misma forma. Que ha forjado su carácter a base de los mismos golpes y las mismas heridas. Consuela saber que hay alguien ahí fuera que puede llegar a entender por lo que pasaste, lo que tuviste que soportar. 
Alguien con quien no te importa llorar, alguien con quien los silencios son tan sólo un "estoy aquí, a tu lado", alguien que ya se ha hecho un hueco casi físico aquí dentro. 
Y es que una vez más, sumida con ella en la noche de Madrid, he encontrado uno de los pocos lugares en el mundo en el que me puedo sentir, absolutamente a salvo (en sus brazos). 

sábado, 7 de septiembre de 2013

Mentira número 100: Qué mejor persona que tú

Podría escribir mil líneas sobre cómo me rompe verla desfallecer en el vuelo y caer en picado. Podría escribir mil poemas y mil delirios jurando que haría lo que fuera por salvarla, lo que fuera. Pero yo sé que ya hay demasiada tristeza ahí dentro como para escribirla aquí también.
Así que escribiré sobre toda la felicidad que ella enciende en mi pecho. Efímera, sí, pero plena. Plena como no he conocido una sensación parecida en todo el mundo. Plena como nadie me ha hecho sentir, jamás. Plena como sólo me hace sentir un pequeño gran ser amarillo.
Me habría gustado empezar este párrafo con un "lo que más me gusta de ella es", pero no sé ni si gustar es la palabra, ni si hay algo en ella que me "guste" más que el resto que la compone. Digamos que me llena. Me llenan sus grandes ojos marrones de gato callejero, a través de los cuales puedo ver ruinas, y luz, y ruinas, y uno de los artes más bonitos que he visto jamás. Me llenan sus manos, nerviosas a veces. Me llena su pelo y rebelde y de un color imposible -podríamos decir en este caso que el pelo es el reflejo del alma-. Me llena su habitación porque está impregnada de ella hasta en el más mínimo detalle. Me llena sentarme con ella en un parque una tarde cualquiera y terminar mentalmente cansada de andar por la inmensidad de nuestras cabezas durante horas, y horas. Me llenan hasta los silencios cuando estoy con ella. Me llena saber que mientras ella esté ahí, yo nunca estaré sola.
Y al fin y al cabo eso son los amarillos, ¿no? Personas tan, tan aferradas a tu alma que ya son parte de ella. Personas por las que sonríes, lloras, mueres. Personas que te han salvado de morir ahogada, aunque eh, a veces hay que ahogarse para ver qué hay en el fondo. Y el fondo del alma de mi amarilla es un tesoro que nadie comprende. Un tesoro inmenso y puro, un tesoro que yo tengo el privilegio de descubrir poco a poco y que jamás me cansaré de cazar.
Jamás existirán suficientes palabras para que consigáis entender el por qué de todo esto, de por qué la quiero tanto y la llevo tan dentro. Digamos que soy algo egoísta, que la hago sonreír porque necesito esa sonrisa para mí.
Estoy contigo, Meow. Siempre, siempre que te consuma la rabia. Y cuando veas la superficie y consigas coger aire, también estaré ahí.

No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.

No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero.

Porque existe el vino y el amor, es cierto,
porque no hay heridas que no cure el tiempo,
abrir las puertas quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron.

Vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa, ensayar el canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el ciento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque cada día es un comienzo,
porque esta es la hora y el mejor momento

porque no estás sola,
porque te quiero.

-Mario Benedetti

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Mentira número 99: Estoy tan cansada que

Buenos días desde mi cabeza. Y lo son porque a mí me da la gana.
No importa el tiempo que pase fuera, Madrid siempre me espera con la misma mierda. Sentir que le das igual a cualquier persona de tu alrededor era más doloroso antes; supongo que de tanto padecerlo he dejado de sufrirlo tanto, y la verdad es que me gusta.
Jamás creí en eso de que los golpes te hacen más fuerte, pero estoy comprobando con el tiempo que no puede ser de otra manera. Darle más importancia a mis seres queridos no me hace bien, quizás yo necesito más mi atención que ellos.
Quizás aunque esté bien, Madrid es un punto en mi contra, y un campo de minas, por el que tengo que andar con más cuidado del necesario.
Todo sea por no volver al pozo.
No, me niego a volver a bajar allí una sola vez en la vida.
Me he cansado de ser vulnerable. Así que voy a probar eso que ellos tanto practican.

Yo, yo, yo, y después, yo también.

Al fin y al cabo aquí parezco ser la única que me quiere un poquito.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Mentira número 98: O desgraciada

Unas manos acariciando las mías a escondidas. Unos ojos que se clavan en mí mientras yo hago como que no me percato de que están en mi rostro, para que después se encuentren con los míos y todo estalle en una inevitable sonrisa cómplice. Palabras dulces y a la vez prendidas en fuego que quieren decir mucho más de lo que meramente expresan. Pájaros revoloteando rabiosos en la boca del estómago al leer su nombre.
Necesitaba todo esto, y ahora lo tengo, y no hay miedo.
Sí total, no se puede romper un corazón que ya está roto.
Me gusta pensar que en ese sentido soy...

¿inmune?