Y si había algún tipo de duda acerca del color de Val, hoy ha desaparecido por completo. Ella es absoluta e irremediablemente amarilla. No podría ser de otra forma, si puedo pasarme noches en vela con ella, vaciándonos por dentro y sacando a pasear nuestros fantasmas. Jamás pensé que diría esto, pero el pasado duele menos -o quizás mejor- cuando encuentras a alguien que lo ha sufrido de la misma forma. Que ha forjado su carácter a base de los mismos golpes y las mismas heridas. Consuela saber que hay alguien ahí fuera que puede llegar a entender por lo que pasaste, lo que tuviste que soportar.
Alguien con quien no te importa llorar, alguien con quien los silencios son tan sólo un "estoy aquí, a tu lado", alguien que ya se ha hecho un hueco casi físico aquí dentro.
Y es que una vez más, sumida con ella en la noche de Madrid, he encontrado uno de los pocos lugares en el mundo en el que me puedo sentir, absolutamente a salvo (en sus brazos).
No hay comentarios:
Publicar un comentario