No es tan fácil. Yo soy la primera a la que le encantaría poder ponerle nombre a todo lo que llevo dentro; una palabra, una persona, una razón. Lo que sea.
Pero no, no es tan fácil. Es un abismo que se abre entre el diafragma y los pulmones y se extiende hacia mi espalda, dejándome sin aire. Es como si de repente mis fantasmas se cansaran de estar encerrados en esa jaula arrinconada en mi mente y decidieran salir a cazar -pájaros-.
Y mientras ellos vuelan por todo mi pecho, y gritan, y arañan, mil voces resuenan en mi cabeza.
No lo haces bien.
No sirves.
Mírate. No, no te gusta lo que ves, ¿cómo te va a gustar?
Fácilmente reemplazable.
Es tu culpa.
No les importas.
¿Qué haces aquí?
Sólo sabes hacer daño.
Deja de intentarlo.
Sí. Los fantasmas se irán. Los fantasmas están en mis ojos, y el reflejo que percibo en el espejo no es real. Los fantasmas viven en mí cabeza y no, no tienen sentido. Los fantasmas son sólo el lado oscuro de cada uno de mis trazos.
Sí, pero no por ello el dolor es menos fuerte. No por ello todo mi alrededor va a dejar de ser banal y absurdamente perfecto. A veces he de confesar que siento envidia de esa simpleza. A veces quisiera limitarme a la piel y reducir a polvo todo lo que hay más allá.
A veces realmente quisiera echar a correr y no
volver
jamás
(nunca)
No hay comentarios:
Publicar un comentario