viernes, 13 de septiembre de 2013

Mentira número 106: Medias tintas

Os escribo con el rímel absolutamente devastado por las lágrimas. Y el alma por los gritos, y los golpes. He empezado a escribir con ojos secos, pero parece que la cosa está cambiado a medida que fluyen las palabras.
Iros con ella. No importa, yo estoy bien aquí, sola, con la luna como único manifiesto de luz, de algo -mírala, ella está sola y no se queja-. Iros con ella. No importa, si al final la culpa sé que es mía. Pero me encantaría poder decirte lo difícil que es esto. Contarte, que aunque estoy -estaba- en ese tramo de la montaña rusa en el que el recorrido asciende, no puedo evitar mirar atrás y verme en el fondo de todo, rota y gris, y mojada, y no puedo evitar acordarme de todo lo que pasé, de todo lo que no fui -valiente-, y pensar que quizás no estoy tan bien. Quizás en cualquier momento pueden volver a crecer los fantasmas y puedo volver a verme sumida en una oscuridad absoluta y asfixiante.
Me asfixio.
Tumbada en la cama llorando y retorciéndome de dolor -interno-, me asfixio.
Iros con ella. Es mi culpa, sí, ella es la víctima de todo esto, pero hay algo que se os olvida. Ella es una mujer, adulta, con unas bases personales sólidas y ya descubiertas a lo largo de su vida. En cambio yo estoy aquí, cuestionándome una vez más qué cojones hago en medio de todo esto. Y con el constante miedo de que, de un momento a otro, puedo, perfectamente

desaparecer.

Y ojalá que así sea. 

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