lunes, 2 de septiembre de 2013

Mentira número 98: O desgraciada

Unas manos acariciando las mías a escondidas. Unos ojos que se clavan en mí mientras yo hago como que no me percato de que están en mi rostro, para que después se encuentren con los míos y todo estalle en una inevitable sonrisa cómplice. Palabras dulces y a la vez prendidas en fuego que quieren decir mucho más de lo que meramente expresan. Pájaros revoloteando rabiosos en la boca del estómago al leer su nombre.
Necesitaba todo esto, y ahora lo tengo, y no hay miedo.
Sí total, no se puede romper un corazón que ya está roto.
Me gusta pensar que en ese sentido soy...

¿inmune? 

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