Mi corazón, y mi habitación. No es mal símil. Caos absoluto, que cada X tiempo pide a gritos orden. Y se lo das, sólo para poder respirar, sin darte cuenta hasta unos momentos después, que es en tu particular caos donde realmente respiras con toda tu alma.
Me gusta respirar. No sé si sois conscientes del privilegio que se nos brinda cuando alguien nos da un par de bolsas y nos las coloca en el pecho, para quitarle trabajo al corazón. O a mi habitación. O.
Podría escribir lo frío que está siendo este diciembre, lo gris, lo bello, lo extraño, mis noches. Pero, bueno, simplemente diré que se me llena de polvo la nariz cada vez que huelo la escarcha del fondo. Del fondo de aquí dentro, digo. Que se congela por momentos, y es terrorífica la forma en la que resulta reconfortante. Siempre tuve algún extraño vínculo con el frío, quizás porque somos iguales. Azules, punzantes, absolutos.
Es curioso cómo también, todo mi alrededor se ha tornado hielo, y mientras yo bajo mis grados en consecuencia, ellos me gritan desde el fondo que no me atreva a bajar ahí. Que luego no hay sol de verano que deshaga tanto estropicio. Y qué hago yo ahora, si no me entiendo ni yo. Es que, jamás me gustó el cero. Ni para grados, ni para gotas de lluvia, ni para uñas en el cuello. Mis virtudes jamás se encontraron en ningún término medio, y por término podría terminar en tu garganta, pero eso es otro tema.
Creí que ésto de acostumbrarse a la soledad tendría un límite. Y creí que, a pesar de necesaria y deliciosa a veces, jamás terminaría de ser agradable. Y ahora, la luna luce más linda cuando no la comparto con nadie. Ahora camino sola, por las calles mojadas, y por todo lo de más. Y no me desagrada. Me he enamorado de la calma, de la quietud, del sosiego que me abraza mientras aquí dentro todo explota, pero siempre en silencio.
Me gusta estar así. En estado de espera, como bien cantó Robe una vez, y canta cada día en mi cabeza. Últimamente son esas voces rasgadas la única compañía que me apetece. Últimamente somos yo y mis fantasmas, yo y mis pájaros, yo encerrada en mí, introspección y paz. Una paz que desconocía y que ahora se amolda a cada rinconcito de mi forma y me paraliza. Quédate quieta. Respira. Calla.
Y qué si me reduzco a ésto.
Y qué si era ésto lo que traía diciembre.
y qué si es mucho lo que se lleva
"muchachas con el rostro hacia las nubes para que el chaparrón borre por fin las lágrimas" -M. Benedetti
jueves, 19 de diciembre de 2013
viernes, 13 de diciembre de 2013
Mentira número 132: Los tópicos no se hacen viejos
Hola.
He venido para deciros que acabo de dejar de creer en los cumpleaños.
Una fecha no es decisiva. En un día no ocurre nada lo suficientemente relevante como para sentirse diferente como persona. La madurez no aumenta cada trescientos sesenta y cinco días, como quien se pasa el nivel de un videojuego. No existen las fiestas de cumpleaños ostentosas y alegres, con globos, y tartas, y risas -no- fingidas. No hay ese regalo. No se cambian las costumbres en veinticuatro horas. No.
Supongo que es triste perder la ilusión de un cumpleaños. Supongo que esa es una de las heridas que jamás le perdonaré al tiempo y, supongo, que ésto no era lo que esperábais leer el día que cumpliera los ansiados sweet sixteen.
Es que no es real. Un día te levantas y esperas que algo se mueva en la boca de tu estómago, pero resulta que tan sólo es hambre de un qué que no conoces aún. Días previos, contar las horas, todo eso se desvanece cuando te das cuenta de que al fin y al cabo, todo es una excusa. A mi favor, cuando los de verdad -que cada vez tengo más meridiano quiénes, aunque no lo quiera ver- te escriben de repente lo importante que eres en la rutina, o la excepción. Y eso siempre ayudó, y ayudará. Y ayuda hoy, un catorce de diciembre. En mi contra, cuando de repente miras a tus amigos -me encantaría poder contaros qué significa esa palabra para mí, pero no hoy. Eh, es mi cumpleaños- y ves que te sonríen como quien sonríe ante la educación o la simple cordialidad, que es peor. Cuando buscas en sus pupilas mientras escuchas un fingido "¡feliz cumpleaños!", y no ves nada. Nada. Quizás ganas de pasarlo bien, maquillaje, luces y fotografías. Nada.
Te replanteas el sentido del ansiado día cuando la hipocresía y la alegría forzada salen a flote en personas que, vaya, hasta creías importantes.
Aunque supongo que tiene su parte buena. Ya sabéis, por eso de que es mejor tener un jardín de lirios que mil hectáreas de rastrojos. De esos que se queman. Con fuego. Y rabia. Pero ese es otro tema.
Los primeros tres cuartos de hora de mi día -pero qué gilipollez tan enorme, ojalá pudiera realmente poseer mil cuatrocientos cuarenta minutos y moldearlos a mi antojo- han sido, algo así como curiosos. Podría calificarlos como deprimentes, patéticos, felices, o una lección de vida. Pero lo dejaré en ese adjetivo que tanto me gusta. Curiosos.
Pues bien, mil sandeces tecleadas sin seguramente haber sido pensadas me esperan para ser leídas. Tengo dos opciones: destruirme, o carcajearme. Creo, elegiré la segunda.
Por eso de que te tienes que reír mucho el día de tu cumpleaños .
He venido para deciros que acabo de dejar de creer en los cumpleaños.
Una fecha no es decisiva. En un día no ocurre nada lo suficientemente relevante como para sentirse diferente como persona. La madurez no aumenta cada trescientos sesenta y cinco días, como quien se pasa el nivel de un videojuego. No existen las fiestas de cumpleaños ostentosas y alegres, con globos, y tartas, y risas -no- fingidas. No hay ese regalo. No se cambian las costumbres en veinticuatro horas. No.
Supongo que es triste perder la ilusión de un cumpleaños. Supongo que esa es una de las heridas que jamás le perdonaré al tiempo y, supongo, que ésto no era lo que esperábais leer el día que cumpliera los ansiados sweet sixteen.
Es que no es real. Un día te levantas y esperas que algo se mueva en la boca de tu estómago, pero resulta que tan sólo es hambre de un qué que no conoces aún. Días previos, contar las horas, todo eso se desvanece cuando te das cuenta de que al fin y al cabo, todo es una excusa. A mi favor, cuando los de verdad -que cada vez tengo más meridiano quiénes, aunque no lo quiera ver- te escriben de repente lo importante que eres en la rutina, o la excepción. Y eso siempre ayudó, y ayudará. Y ayuda hoy, un catorce de diciembre. En mi contra, cuando de repente miras a tus amigos -me encantaría poder contaros qué significa esa palabra para mí, pero no hoy. Eh, es mi cumpleaños- y ves que te sonríen como quien sonríe ante la educación o la simple cordialidad, que es peor. Cuando buscas en sus pupilas mientras escuchas un fingido "¡feliz cumpleaños!", y no ves nada. Nada. Quizás ganas de pasarlo bien, maquillaje, luces y fotografías. Nada.
Te replanteas el sentido del ansiado día cuando la hipocresía y la alegría forzada salen a flote en personas que, vaya, hasta creías importantes.
Aunque supongo que tiene su parte buena. Ya sabéis, por eso de que es mejor tener un jardín de lirios que mil hectáreas de rastrojos. De esos que se queman. Con fuego. Y rabia. Pero ese es otro tema.
Los primeros tres cuartos de hora de mi día -pero qué gilipollez tan enorme, ojalá pudiera realmente poseer mil cuatrocientos cuarenta minutos y moldearlos a mi antojo- han sido, algo así como curiosos. Podría calificarlos como deprimentes, patéticos, felices, o una lección de vida. Pero lo dejaré en ese adjetivo que tanto me gusta. Curiosos.
Pues bien, mil sandeces tecleadas sin seguramente haber sido pensadas me esperan para ser leídas. Tengo dos opciones: destruirme, o carcajearme. Creo, elegiré la segunda.
Por eso de que te tienes que reír mucho el día de tu cumpleaños .
domingo, 8 de diciembre de 2013
Mentira número 131: Se me han acabado las salvaciones
Si escribís para no dejarlo todo perdido de dolor, entonces entenderéis la de valentía que hay que reunir para sentarse aquí a teclear todas las estupideces que se acumulan en esta puta cuidad.
Tenemos un problema. La soledad ha aprendido a correr y ahora no hace más que perseguirme. A mí jamás se me dio bien huir de nada, así que aquí estoy, haciéndole frente como si de uno de esos obstáculos vitales se tratara. Pero no, la soledad va de otro color.
Lo más duro de huir de Madrid en los puentes, es tener que volver y ver que el mundo que tanto te costó construir ahí fuera, es sólo una paralela irrealidad creada por la necesidad de la tristeza maquillada de bohemia. El gris de la boina madrileña me recuerda que el invierno más duro del mundo me está esperando entre edificios altos y caras largas mal teñidas de sonrisas.
Por suerte aún queda algo de calor entre la niebla, mientras ella te abraza y derrama unas lágrimas que, de alguna paradójica forma, te hacen sentir que no estás sola. Por suerte siempre queda algo de calor en alguna parte.
-¿Por qué?
-Demasiado duro el invierno, Noah.
Y qué voy a decir ahora. Me encantaría decir la verdad, que tengo que pasar por ésto porque no me queda otra y que, como siempre, cuando todo esto acabe, seré un poco más fuerte. Pero no puedo. Hoy es domingo, hoy es Diciembre, noche cerrada y, demasiado duro el invierno. Qué le voy a hacer.
Aunque, si de paradojas hablamos, me gustaría averiguar qué dulce milagro hará que mañana abra los ojos sabiendo que el invierno no se ha ido y muriéndome por besar sus labios de escarcha.
Y volvemos al mismo sinsentido de siempre.
Un invierno que me destruye y me mantiene respirando,
para ver cómo el vaho, al menos,
sí sabe hacerle el amor.
sábado, 23 de noviembre de 2013
Mentira número 130: O, to, ños
Os prometo que llegué a casa hace una hora, con el único propósito de dormir. Pero claro, luego me perdí en la poesía y aquí estoy, a unas horas en las que mi cabeza ya debería estar en off, volando entre los por qués que llevan mis pájaros pintados en el lomo.
No sé, no sé, no sé. No sé dónde está mi fuerza, si se me escapó por la boca o vivió por ella, como los peces. No sé qué hago aquí -ni qué haces tú, que no estás conmigo, pero eso es otra historia-. No sé qué significan las lágrimas en blanco ni sé exactamente qué necesito. Por saber no sé ni qué escribir, cuando hace una hora, mientras caminaba entre la noche helada de Madrid, mi cabeza sólo fabricaba palabras y esperaba poder llegar a casa para poder plasmarlas. Pero claro, luego me perdí en la poesía y aquí estoy, marcándome un bis.
Aunque, curiosamente sí recuerdo una frase, quizás porque justo después de vomitarla he mirado a la única estrella que la polución de esta puta cuidad deja dibujarse en el cielo. Decía algo así como
No sé, no sé, no sé. No sé dónde está mi fuerza, si se me escapó por la boca o vivió por ella, como los peces. No sé qué hago aquí -ni qué haces tú, que no estás conmigo, pero eso es otra historia-. No sé qué significan las lágrimas en blanco ni sé exactamente qué necesito. Por saber no sé ni qué escribir, cuando hace una hora, mientras caminaba entre la noche helada de Madrid, mi cabeza sólo fabricaba palabras y esperaba poder llegar a casa para poder plasmarlas. Pero claro, luego me perdí en la poesía y aquí estoy, marcándome un bis.
Aunque, curiosamente sí recuerdo una frase, quizás porque justo después de vomitarla he mirado a la única estrella que la polución de esta puta cuidad deja dibujarse en el cielo. Decía algo así como
"me gusta el otoño porque,
al ver cómo caen las hojas
siento que al menos
tendré compañía en el suelo"
(tampoco convendría preguntarse el por qué de éste verso)
domingo, 17 de noviembre de 2013
Mentira número 127: Educación para las agonías
Me despierto cada mañana -sin tener en cuenta que mis ojos hacen todo lo posible porque ocurra todo lo contrario-, y me visto, y me peino y me arreglo. Y todo esto para saber que la segunda declinación tiene una variante neutra, que Gonzalo de Berceo es literatura medieval y que descendemos de los monos. Para entender que la x siempre pasa con signo contrario, y que Sócrates sólo sabía que no sabía nada. Todo esto para aprenderme el año de las revoluciones bolcheviques y las colonias inglesas. Para descubrir que morning y mourning no significan lo mismo, pero se pronuncian igual. Para correr hasta ponerme roja y saber lanzar el balón.
Aún así, me acuesto cada noche, despeinada y con las fuerzas bajo cero, sin entender por qué el odio está tan presente, y cómo puede ser que el invierno duela tanto. Sin calcular a qué hora puede que vuelvas y sin saberme las desinencias de una saliva que desinfecte la mía. Sin comprender el significado de la palabra quizás, y sin descubrir qué llevo dentro que me pesa tanto. Aún así me acuesto cada noche sin que mi corazón haya hecho nada de deporte, y sin ser capaz de construir oraciones sintácticamente correctas que digan que en mi cama hay un hueco equis elevado a ocho por cuatro partido de equis más grande que ayer.
Aún así pasan los días y siento que cada día entiendo menos de todo ésto.
Así que dime tú para qué les obligo a mis párpados a levantarse cada mañana, si quince horas después mi vida va a apagarse teniendo mil veces más dudas que veinticuatro horas antes.
Dime de qué sirve todo ésto, y dime cómo me puedo escapar de aquí.
Aún así, me acuesto cada noche, despeinada y con las fuerzas bajo cero, sin entender por qué el odio está tan presente, y cómo puede ser que el invierno duela tanto. Sin calcular a qué hora puede que vuelvas y sin saberme las desinencias de una saliva que desinfecte la mía. Sin comprender el significado de la palabra quizás, y sin descubrir qué llevo dentro que me pesa tanto. Aún así me acuesto cada noche sin que mi corazón haya hecho nada de deporte, y sin ser capaz de construir oraciones sintácticamente correctas que digan que en mi cama hay un hueco equis elevado a ocho por cuatro partido de equis más grande que ayer.
Aún así pasan los días y siento que cada día entiendo menos de todo ésto.
Así que dime tú para qué les obligo a mis párpados a levantarse cada mañana, si quince horas después mi vida va a apagarse teniendo mil veces más dudas que veinticuatro horas antes.
Dime de qué sirve todo ésto, y dime cómo me puedo escapar de aquí.
sábado, 16 de noviembre de 2013
Mentira número 126: Noviembre eterno
Un fin de semana que calma las heridas de cinco días previos destructivos. Cinco de la madrugada, plena noche madrileña, luna casi llena -como yo-, y nubes. Un cigarro ámbar que pare el humo blanco que, tras ser respirado por una tráquea en ruinas, se confunde con el frío de Noviembre. Un Noviembre áspero, donde los haya. Giros inesperados, cambio constante, gritos, lágrimas, sonrisas que surgen por pura necesidad ante el caos de mentes metamórficas y perdidas. Muy, perdidas.
Es el invierno, asumido. Es la niebla helada y esa sustancia incorpórea y pura que se agarra a mi pecho en esta estación. Líneas torcidas, al escribir y al caminar, erupciones necesarias del alma.
Es el invierno, asumido. Es la inmensidad del frío. Son recuerdos que frenan y a la vez impulsan, al vacío quizás. Una azotea cargada de la intimidad al seno de la noche, aunque hablando hoy un poco más desde dentro, y no hacia fuera.
El viento que mece la hoja en la que escribo acompañándome, quizás para enseñarme que, incluso absolutamente sola, la soledad nunca es absoluta. Eso me da fuerzas.
Es el invierno, asumido. Es la niebla helada y esa sustancia incorpórea y pura que se agarra a mi pecho en esta estación. Líneas torcidas, al escribir y al caminar, erupciones necesarias del alma.
Es el invierno, asumido. Es la inmensidad del frío. Son recuerdos que frenan y a la vez impulsan, al vacío quizás. Una azotea cargada de la intimidad al seno de la noche, aunque hablando hoy un poco más desde dentro, y no hacia fuera.
El viento que mece la hoja en la que escribo acompañándome, quizás para enseñarme que, incluso absolutamente sola, la soledad nunca es absoluta. Eso me da fuerzas.
Las incomprensibles, intrínsecas y necesarias
fuerzas de las noches de invierno.
jueves, 7 de noviembre de 2013
Mentira número 125: Afonía de gritar "vete"
Vuelves. Vuelves y yo vuelvo a preguntarle al aire por qué lo haces, gritando tan fuerte que realmente parece que no conozco la respuesta. Pero la conozco, te conozco, me sé de memoria tus causas y tus consecuencias, tus verdades, tus máscaras y los lunares de tu espalda. O quizás debería hablar en pasado. Quizás te conocía y ahora eres sólo el análisis psíquico en mi cuaderno de delirios de una persona a la que no he visto en mi vida. Quizás hoy, tres meses después desde la última vez que decidiste aparecer con ese lamento pretendiendo clavarme la culpa en la espalda y consiguiendo nudos en la garganta -y rabia, siempre rabia-, eres tan sólo el personaje de un mal drama español. Conseguí que dejaras de doler, aunque la catástrofe que causaste aquí dentro, esa nunca dejará de palpitarme de escozor. Es curioso como yo consideraba una locura la simple idea de tatuarme tu nombre, o aquellos dos números mágicos; y ahora mírame. Con tu esencia grabada a fuego y tu estela tatuada en los ojos, que son más grises desde que te propusiste destruirme.
Y a pesar de que te sé de me memoria, yo ya no sé quién eres.
Y a pesar de que te sé de me memoria, yo ya no sé quién eres.
lunes, 4 de noviembre de 2013
Número 124: Arrebato
Mil novecientos noventa y cuatro.
Extremoduro graba su primer disco. Tú en tu casa, nosotros en la hoguera, posteriormente titulado Rock Transgresivo.
Diecinueve años después una muchacha cualquiera acaba entre los sonidos de sus canciones, buscando quizás la hostilidad y la rabia que, reflejadas en los acordes de una sucia guitarra, calman inexplicablemente la mente de una persona que siente más de lo que puede abarcar.
Y eso quema. Últimamente todo sólo quema, de una manera que hechiza el pecho de esa muchacha cualquiera. El invierno la acompaña en sus interminables noches; lo mejor de todo es que ésta es la única estación en la que ella se baja, porque el frío siempre la hizo sentirse acompañada. Por eso, a partir de octubre y hasta febrero, ella nunca se sentía sola, porque incluso en la más helada soledad, un gélido abrazo cautivaba sus entrañas, en una complicidad sentida y pura.
A saber cómo ha acabado esa muchacha cualquiera escuchando un duro rock urbano de mil novecientos noventa y cuatro. A saber cómo detrás de esos ojos azules y esa sonrisa sencilla se esconde la mente posiblemente con más escombros y escarcha a ocho -sí, ocho- kilómetros a la redonda.
Pero ella viste un gorro de lana y una chaqueta vaquera de segunda, quizás quinta mano, y sale a la calle a besarse con el frío a pesar de miradas sorprendidas ante tanta vulgaridad.
Ella continúa porque no la quedan más cojones.
Extremoduro graba su primer disco. Tú en tu casa, nosotros en la hoguera, posteriormente titulado Rock Transgresivo.
Diecinueve años después una muchacha cualquiera acaba entre los sonidos de sus canciones, buscando quizás la hostilidad y la rabia que, reflejadas en los acordes de una sucia guitarra, calman inexplicablemente la mente de una persona que siente más de lo que puede abarcar.
Y eso quema. Últimamente todo sólo quema, de una manera que hechiza el pecho de esa muchacha cualquiera. El invierno la acompaña en sus interminables noches; lo mejor de todo es que ésta es la única estación en la que ella se baja, porque el frío siempre la hizo sentirse acompañada. Por eso, a partir de octubre y hasta febrero, ella nunca se sentía sola, porque incluso en la más helada soledad, un gélido abrazo cautivaba sus entrañas, en una complicidad sentida y pura.
A saber cómo ha acabado esa muchacha cualquiera escuchando un duro rock urbano de mil novecientos noventa y cuatro. A saber cómo detrás de esos ojos azules y esa sonrisa sencilla se esconde la mente posiblemente con más escombros y escarcha a ocho -sí, ocho- kilómetros a la redonda.
Pero ella viste un gorro de lana y una chaqueta vaquera de segunda, quizás quinta mano, y sale a la calle a besarse con el frío a pesar de miradas sorprendidas ante tanta vulgaridad.
Ella continúa porque no la quedan más cojones.
domingo, 27 de octubre de 2013
Mentira número 123: Verde
Es bello pensar que en ciertas virtudes no existen los términos medios.
Es bello porque la mente es tan ambiciosa que no deja a nadie asomarse a ella si no es para sumergirse en su tiempo hasta llegar al fondo del subconsciente.
Asomarse aquí dentro puede ser grato, hasta que las tinieblas empiezan a abrazarte y los fantasmas permean en tu piel para envolverte por dentro. Las profundidades están bailando siempre con el miedo una especie de tango suicida y, creedme, hay que ser muy valiente para soportar escucharlo.
Yo elegí asomarme a mi cabeza, con todo lo que ello conllevaba. Y lo estoy pagando caro, tan caro que en el fondo no sé si puedo pagarlo. Pero no me atreveré a quejarme, pues a pesar de todo sé que éste es mi sitio. Que bajar ahí dentro es lo único que me llena. De vacíos quizás, pero llena al fin y al cabo.Las noches en vela se suceden entre versos y acordes heridos, de los que ni siquiera soy musa.
La libertad de mi alma hierve a fuego lento en este lugar.
De aquí salgo con la única certeza de que resolver una pregunta sólo sirve para formular cinco más.
Aún así siento que necesito perderme en la inmensidad de mi cabeza.
Es extrañamente adictivo, como la soledad.
miércoles, 23 de octubre de 2013
Mentira número 122: Desalma
No es fácil. Menos lo es si nadie es poseedor de la suficiente valentía como para aflojar las gomas de su máscara, o al menos destaparse los ojos. No es fácil porque no puede serlo. El poder lo otorga el espacio, y aquí no cabe un rayo de luz, o eso parece.
Si en las noches como hoy las notas que el piano lamenta se clavan como dagas, es que algo no va tan bien como me hacía creer. Si ya me dijeron, que hacerse creer a uno mismo siempre termina con algún herido de bala -o de muerte-.
No quiero abrirle la puerta a la muerte hoy, porque sé que, aunque pretenda sólo asomarse a mi caja torácica, terminará por envolverla toda en una bruma nocturna que terminará por durar tanto como el sol esté escondido. Y no queremos que eso curra, ¿no?
El caso es que tampoco terminan mis ojos de ser azules. Ni el gris se cierne totalmente sobre ellos.
(Y no sabéis lo que odio no saber de qué color son los iris que llevo puestos).
Así cómo queréis que me duerma. Cómo queréis que el océano de aquí dentro se calme si las placas tectónicas de mi piel no dejan de sacudirme.
Cómo queréis que no duela si es lo único que sabe hacer
el vacío de aquí dentro.
(lo bonito es que ya no quiero que nadie me salve
porque sé que sólo bañándome en lluvia puedo secarme después
con mis propias manos que son
las más cálidas que saben tocarme)
Si en las noches como hoy las notas que el piano lamenta se clavan como dagas, es que algo no va tan bien como me hacía creer. Si ya me dijeron, que hacerse creer a uno mismo siempre termina con algún herido de bala -o de muerte-.
No quiero abrirle la puerta a la muerte hoy, porque sé que, aunque pretenda sólo asomarse a mi caja torácica, terminará por envolverla toda en una bruma nocturna que terminará por durar tanto como el sol esté escondido. Y no queremos que eso curra, ¿no?
El caso es que tampoco terminan mis ojos de ser azules. Ni el gris se cierne totalmente sobre ellos.
(Y no sabéis lo que odio no saber de qué color son los iris que llevo puestos).
Así cómo queréis que me duerma. Cómo queréis que el océano de aquí dentro se calme si las placas tectónicas de mi piel no dejan de sacudirme.
Cómo queréis que no duela si es lo único que sabe hacer
el vacío de aquí dentro.
(lo bonito es que ya no quiero que nadie me salve
porque sé que sólo bañándome en lluvia puedo secarme después
con mis propias manos que son
las más cálidas que saben tocarme)
lunes, 21 de octubre de 2013
Mentira número 121
La Pereza le pone música a un lunes extraño (de esos que cuestan).
Dicen que estoy cambiando. Diferentes gestos, diferente luz quizás, diferente todo -pelo y pies (fríos) incluidos-.
Y es cierto. Dicen que cualquier cambio, incluso los que evolucionan hacia algo mejor, duele. Supongo que a un ángel le duele la espalda cuando le están saliendo las alas.
Y qué difícil es saltar cuando aún nadie te ha enseñado cómo se vuela. Sabes que no hay otra forma de aprender, pero aún así el suelo está cada vez más cerca.
Extrañamente, dentro de esta maraña de pensamientos turbios y enredados hay algo aquí que brilla por encima de los fantasmas, incluso de los pájaros, (incluso de mí).
Supongo que por inercia el fondo no puede estar más hondo ya.
Supongo que sigo subiendo.
(o bajando,
ya sabéis,
por eso de las alas
y volar y
Octubre)
martes, 15 de octubre de 2013
Mentira número 120
Escribe. Escribe lo primero que se te venga a la cabeza. Vida. ¿Hoy? Qué paradoja, si hoy soy de todo, menos vida. Sobrecarga emocional. A veces tu cabeza llega a una especie de tope y no eres capaz de soportar tantos sentimientos juntos. Como consecuencia, tu cuerpo de para, y te conviertes en algo así como un ser inerte y frío. Y dueles tanto que te dueles a ti misma. Hoy me duelo aquí, y aquí, y aquí. Me duele el martes y me duele Octubre. Me duele el invierno, que se aprovecha de mí porque sabe que jamás podré alejarme de él. Es un amor destructivo, es una amante despiadado, y ruin. Y no puedo dejar de amarle. Es gracioso, porque nos pensamos que por conocer el tiempo podemos controlarlo. Luego nos volvemos locos y terminamos todos viejos y tirados a la basura.
jueves, 10 de octubre de 2013
Número 119: Nuevos enemigos
Quizás la culpa es mía por hacer oídos sordos a los adultos y sus adultas voces diciéndome cosas tan adultas que parecían demasiado adultas para ser ciertas. El caso es que los jueves se me enredan con los lunes, y que ésto va demasiado rápido.
Yo intento avanzar, pero cuando creo que se acerca el horizonte, entonces el tiempo me dobla (la espina dorsal) y todo se da otra vez la vuelta.
Y así, así es imposible que un sólo paso salga de mis pies que están cansados de girar -porque es, que no me paran de cambiar el norte de sitio-.
Ésto es difícil y yo estoy asustada. Asustada de eso que jamás quise creer de los adultos; asustada de que un día despierte y me mire a los ojos y descubra que el tiempo también ha pasado para ellos. No podría soportar perderlos, no a ellos; no a mí.
Tan sólo una pista de cómo hacer que dejen de correr los días, o al menos que dejen de pasarme por encima, calmaría el miedo, el dolor y la deshidratación de recuerdos.
Siempre pensé que aquel que un día dijo "las palabras se las lleva el viento" confundió sin querer la última palabra, y en su lugar quería poner al tiempo, y también que, quizás fruto del despiste, se olvidó terminar la frase con
y los rostros, y las voces, y los lugares
y todo.
martes, 8 de octubre de 2013
Mentira número 118: Cinco
Siempre que presencio cómo se derrumba algo dentro de mí sucumbe con ella. Aunque también he de decir que gran parte de las espinas dejan de clavarse cuando se seca las lágrimas, porque entonces sé que es fuerte. A pesar de todo es fuerte y siempre lo será, y su sonrisa alimentará la mía y un día no tendrá que pedir perdón entre sollozos, sólo quizás a sí misma por intentar ser de titanio pero no,
eres perfecta incluso cuando lloras,
y yo seré lo que sea si es contigo.
sábado, 5 de octubre de 2013
Mentira número 117
¿No puedes ser como las chicas normales?
Permítame corregirle, no quiero ser como las chicas normales. Sinceramente no me atrae permanecer bajo la fiebre de una sociedad superficial, hipócrita y manipulada -y manipuladora-. No pretendo pertenecer a una manada de animales de ojos perforados, a un influjo de apariencias banales y vacías, a pieles sin alma y ciudades sin historia.
Discúlpeme si mi forma de ser hiere, molesta o desacierta. Disculpe que me levante y tome el sur mientras el anzuelo en vuestras bocas tira hacia el norte. Pescados que se creen pescadores, creo que eso es lo más triste de todo.
No quiero ser como las chicas normales quizás porque no soy una de ellas. Aunque quizás antes de autodenominarme normal o anormal, deberíamos analizar a lo que éstos términos se refieren. Para mí normalidad equivale a naturaleza, y más natural me parece amar la cultura que rechazarla. Más natural me parece anteponer la sensatez a la apariencia. Aunque supongo que para ustedes la normalidad equivale a la ordinariez, a aquello que se repite y que se ha tomado como canon o modelo. En ese caso sí, soy enfermiza e inevitablemente anormal. Miro al fondo de las almas antes que al de los armarios, camino por la calle indagando en cada paso que doy, busco repuestas a cada pregunta de mi consciente y subconsciente, no me conformo y me enfado conmigo misma por el simple hecho de ser no eterna. Busco la felicidad en lluvias de octubre y no en píxeles brillantes, en miradas y no en perfiles, en vidas reales. Sonrío de tristeza porque no sé llorar de alegría y en mi cama el único cuerpo desnudo que sabe amarme es la música.
Perdonen mis taras, mi forma infinita de ver las cosas y que busque en mí todo lo que no hallo fuera -que es mucho-.
Lo siento si me encierro en mi pecho pero a veces se les olvida, que la única persona a la que debemos rendir cuentas, es a nosotros mismos.
Así que no, no puedo ser como las chicas normales. Soy disconforme, insurrecta y peculiarmente rara.
jueves, 3 de octubre de 2013
Mentira número 116: Andén dos
Se despidió de su profesora en un portal. Ahora sólo tenía que concentrarse en no perderse yendo hacia la boca de metro. Paso rápido. Últimamente todo estaba cambiando. Recordó, y le puso fecha a sus recuerdos; seis meses. Todo había cambiado de color en menos de seis meses. Su yo de hace seis meses miraría a su yo de ahora sin apenas reconocerlo. Esa calle me suena. Girar a la izquierda. Hace seis meses y por elegir un mes al azar, Abril. Qué tendrá ese mes, quién sabe. En Abril ella se levantaba algo después, y se aseaba de forma diferente, para ir a un instituto, al viejo instituto. Sacar el billete de metro. Pasar. No sabría definir bien si echaba de menos o no ese viejo instituto, en el que vería a sus... amigas. Vaya, parecía mentira que ese término hubiera cambiado tanto de significado en su mente durante esos últimos meses. Ahora no sabría definir bien qué clase de relación guardaba y guarda con esas personas. Esas que ahora son como vestigios de un pasado que ansia enterrar tanto como vivir en él. Llega el metro. Observar a la gente del vagón, como de costumbre. En el instituto también estaba él. Lo más curioso de todo es que pensar en él ya no duele. Quizás había entrado en una de esas fases después de una ruptura que los psicólogos enumeraban en las películas. Rechazo. Esa fase era quizás la que encajaba a la perfección con sus sentimientos. Ahora no sólo no le echaba de menos, si no que los recuerdos que guardaba con él habían dejado de tener luz. Incluso en más de una ocasión se había planteado si se arrepentía de... ¿Cuánto queda? Dos paradas. El caso era que la textura de sus labios, su olor, y su forma de andar se habían convertido en esa escena que un día vimos, nos traumatizó, y no queremos volver a recordar. Quizás asco fuera una palabra demasiado fuerte. O quizás no. ¿Qué parada es esta? Mierda. Parada equivocada. Transbordo más largo. Pero no la importaba. Al fin y al cabo esos minutos de viaje la dejaban tiempo para pensar en tantas cosas... Ella también había cambiado. Dicen que nuestro mundo fluye, y que si no fluimos con él, nos estancamos. Ella creía que también, si vas en una barca sobre un río que fluye demasiado rápido, te mareas. Ese último pensamiento la hizo sonreír. Aunque, pensándolo bien, mareada era quizás esa palabra que llevaba semanas buscando. Estaba mareada del viaje tan largo, turbulento y rápido entre una versión de sí misma y otra. De querer ser con, a querer ser a secas. De hacer para dar, a hacer para crecer. De gustos que cambian, mentes perdidas en una inmensidad inevitable, de crisis -todas las crisis que se puedan imaginar-. Salir del vagón. Recorrer un pasillo. La gente empuja, y pisa. Siguiente tren. Dos minutos. Realmente no se reconocía. Realmente había cambiado, y era consciente de ello. ¿Bueno? ¿Malo? Necesario. ¿Duro? Nadie se imaginaba cuánto. A veces se sentía tan diferente... Entrar en el vagón. Sentarse. Sacudió los brazos para que las mangas de su camisa cubrieran sus manos. Por una parte la encantaría ser comprendida y por otra no quería que bajo ningún concepto ellos supieran lo que llevaba dentro. Ya la habían hecho demasiado daño por dejar vía libre hasta sus entrañas. Eso era quizás, en lo que más la pesaba haber cambiado. Una chica sin coraza llevaba ahora a cuestas una gruesa armadura de titanio. Y aún así, el miedo era más incómodo de cargar. El miedo a confiar, el miedo a amar, el miedo a mojarse. Una parada. El cerebro es probablemente el único órgano que produce cosas que no caben en él mismo. Bajarse del vagón. Escaleras mecánicas. Estaba nublado, y ella se apoyó sobre una de las cintas laterales de la escalera mientras ascendía hacia el exterior. El gris era sinónimo de sonrisa. Y esa noche, una estrella se dejaría entrever en el cielo.
domingo, 29 de septiembre de 2013
Mentira número 115: Domingo
No es tan fácil. Yo soy la primera a la que le encantaría poder ponerle nombre a todo lo que llevo dentro; una palabra, una persona, una razón. Lo que sea.
Pero no, no es tan fácil. Es un abismo que se abre entre el diafragma y los pulmones y se extiende hacia mi espalda, dejándome sin aire. Es como si de repente mis fantasmas se cansaran de estar encerrados en esa jaula arrinconada en mi mente y decidieran salir a cazar -pájaros-.
Y mientras ellos vuelan por todo mi pecho, y gritan, y arañan, mil voces resuenan en mi cabeza.
No lo haces bien.
No sirves.
Mírate. No, no te gusta lo que ves, ¿cómo te va a gustar?
Fácilmente reemplazable.
Es tu culpa.
No les importas.
¿Qué haces aquí?
Sólo sabes hacer daño.
Deja de intentarlo.
Sí. Los fantasmas se irán. Los fantasmas están en mis ojos, y el reflejo que percibo en el espejo no es real. Los fantasmas viven en mí cabeza y no, no tienen sentido. Los fantasmas son sólo el lado oscuro de cada uno de mis trazos.
Sí, pero no por ello el dolor es menos fuerte. No por ello todo mi alrededor va a dejar de ser banal y absurdamente perfecto. A veces he de confesar que siento envidia de esa simpleza. A veces quisiera limitarme a la piel y reducir a polvo todo lo que hay más allá.
A veces realmente quisiera echar a correr y no
volver
jamás
(nunca)
Pero no, no es tan fácil. Es un abismo que se abre entre el diafragma y los pulmones y se extiende hacia mi espalda, dejándome sin aire. Es como si de repente mis fantasmas se cansaran de estar encerrados en esa jaula arrinconada en mi mente y decidieran salir a cazar -pájaros-.
Y mientras ellos vuelan por todo mi pecho, y gritan, y arañan, mil voces resuenan en mi cabeza.
No lo haces bien.
No sirves.
Mírate. No, no te gusta lo que ves, ¿cómo te va a gustar?
Fácilmente reemplazable.
Es tu culpa.
No les importas.
¿Qué haces aquí?
Sólo sabes hacer daño.
Deja de intentarlo.
Sí. Los fantasmas se irán. Los fantasmas están en mis ojos, y el reflejo que percibo en el espejo no es real. Los fantasmas viven en mí cabeza y no, no tienen sentido. Los fantasmas son sólo el lado oscuro de cada uno de mis trazos.
Sí, pero no por ello el dolor es menos fuerte. No por ello todo mi alrededor va a dejar de ser banal y absurdamente perfecto. A veces he de confesar que siento envidia de esa simpleza. A veces quisiera limitarme a la piel y reducir a polvo todo lo que hay más allá.
A veces realmente quisiera echar a correr y no
volver
jamás
(nunca)
sábado, 28 de septiembre de 2013
Mentira número 114: Real
Ahora su olor está aún en mis manos. Siempre me ha inquietado la idea de que él esté tan dentro sin ninguna razón de peso. Quizás sea porque es capaz de sacarme de mi mundo durante un rato, para empaparme del suyo. Y quizás sea, porque su mundo, me encanta.
Madrid siempre es testigo de nuestro pacto. Él me hace olvidar cualquier fantasma durante una tarde entera, y yo le hago un hueco muy hondo aquí, en la cabeza.
Cierto es que hoy quizás las ganas de escribir estén ausentes, pero siento que necesitaba dejar algo de su rastro en este sitio tan mío como su mano enredada con la mía cuando tengo suerte.
Sigo sin entender cómo puede ser tan importante, aunque realmente me da igual no entender nada mientras él se asome de vez en cuando a mí.
Madrid siempre es testigo de nuestro pacto. Él me hace olvidar cualquier fantasma durante una tarde entera, y yo le hago un hueco muy hondo aquí, en la cabeza.
Cierto es que hoy quizás las ganas de escribir estén ausentes, pero siento que necesitaba dejar algo de su rastro en este sitio tan mío como su mano enredada con la mía cuando tengo suerte.
Sigo sin entender cómo puede ser tan importante, aunque realmente me da igual no entender nada mientras él se asome de vez en cuando a mí.
viernes, 27 de septiembre de 2013
Mentira número 113: Duelen las tres de la tarde
Qué difícil es esto. Qué duro es ver cómo cada persona a tu alrededor sigue -porque no queda más remedio-, mientras tú aún ni siquiera sabes en qué consiste el juego.
Qué triste es cuando te sientas ante aquella esperada página en blanco con la tinta en tu mano, dueña de tu destino, pero no eres capaz de escribir nada. Y no eres capaz porque no sabes qué necesitas, ni siquiera qué pasa, ni qué papel desempeñas. Todo se mueve, menos tú. Y es asqueroso.
Me encantaría poder escribir, escribir y escribir hasta quedarme dormida, llorar, llorar sobre el papel y empaparlo, me encantaría despertarme y levantarme y caminar, seguir, simplemente vivir y deshacerme de este aura de hastío que me atrapa.
Pero quizás por miedo, o quizás porque simplemente es imposible, no soy capaz de deshacerme de algo tan mío. No soy capaz de deshacerme de todo mi mundo y de todo lo que soy, aunque eso conlleve jamás alcanzar la felicidad.
Incluso aquí, tirada en el suelo de mi habitación y viendo cómo las nubes juegan a dibujar sombras con algo de invierno sobre mi silueta; incluso un viernes como éste, a ésta hora que siempre conlleva un trance, cuando todo el mundo tiene ya algún reloj al que mirar para no llegar tarde; incluso así, con este vacío pinchando en el tórax, estoy bien. Y he de admitir que me asusta, me asusta estar tan sola y tan agrietada, y a la vez tan, bien. Me asusta y me reconforta saber que quizás mi destino sea crearme una compañía a base de ausencias para terminar reconstruyéndome en mi propia soledad.
Al fin y al cabo cuando nadie te conoce
nadie puede hacerte daño,
¿no?
Qué triste es cuando te sientas ante aquella esperada página en blanco con la tinta en tu mano, dueña de tu destino, pero no eres capaz de escribir nada. Y no eres capaz porque no sabes qué necesitas, ni siquiera qué pasa, ni qué papel desempeñas. Todo se mueve, menos tú. Y es asqueroso.
Me encantaría poder escribir, escribir y escribir hasta quedarme dormida, llorar, llorar sobre el papel y empaparlo, me encantaría despertarme y levantarme y caminar, seguir, simplemente vivir y deshacerme de este aura de hastío que me atrapa.
Pero quizás por miedo, o quizás porque simplemente es imposible, no soy capaz de deshacerme de algo tan mío. No soy capaz de deshacerme de todo mi mundo y de todo lo que soy, aunque eso conlleve jamás alcanzar la felicidad.
Incluso aquí, tirada en el suelo de mi habitación y viendo cómo las nubes juegan a dibujar sombras con algo de invierno sobre mi silueta; incluso un viernes como éste, a ésta hora que siempre conlleva un trance, cuando todo el mundo tiene ya algún reloj al que mirar para no llegar tarde; incluso así, con este vacío pinchando en el tórax, estoy bien. Y he de admitir que me asusta, me asusta estar tan sola y tan agrietada, y a la vez tan, bien. Me asusta y me reconforta saber que quizás mi destino sea crearme una compañía a base de ausencias para terminar reconstruyéndome en mi propia soledad.
Al fin y al cabo cuando nadie te conoce
nadie puede hacerte daño,
¿no?
miércoles, 25 de septiembre de 2013
Mentira número 112: Veintitrés
Y de repente, el otoño. Miras alrededor, y, qué ha pasado. Otra vez ese no-se-qué aquí dentro, otra vez las noches largas, los libros cerrados y las heridas abiertas. Otra vez aquí, y sin saber muy bien por qué. En qué momento la poesía empezó a doler tanto, en qué momento el tiempo empezó a correr y quién es el listo que se atreve a perseguirlo. Otra vez páginas en blanco que parecen burlarse de mí y de no llevar nada dentro. Aunque las dos sabemos, que lo único que pasa, es que llevo demasiado. Y muy fuerte.
Mentira número 111: No sé
Quizás una canción, quizás unas cuantas palabras colocadas en el orden perfecto y adecuado, quizás un día de lluvia o quizás simplemente una cama que me espera porque sabe que adoro morirme en ella de vez en cuando.
Constantemente juego a saber qué busco, dónde me encuentro y qué me rodea. Lo fastidiado es que a veces llega ese "cruci" y todo se vuelve borroso. Otra vez.
Los rostros, los lugares y los días que no hacen más que volar, y no precisamente a mi lado. Las notas de mi piano suenan distorsionadas porque la tinta de las corcheas en la partitura se corrieron con el agua de unas lágrimas que no llevan ningún sentimiento tatuado. O los llevan todos. O no hay lágrimas porque no quieren salir de aquí dentro, quizás por miedo a congelarse.
El caso es que se me han descolocado las preposiciones y los recursos que se supone le dan sentido a esta cabeza de estropajo -¿os habéis parado a observar un estropajo? miles y miles de finos hilos plateados absolutamente enredados entre sí- harta de limpiarse de recuerdos.
Supongo que ahora me tocará volver al campo de batalla a luchar contra el tiempo y sus asquerosos secuaces. que se han propuesto hacer de este septiembre el mes más extraño del mundo.
Una canción, un poema, un día de lluvia, mi cama.
Divagaciones y fugas de unos pájaros que están quizás cansados de merodear por el mismo cielo de siempre.
Constantemente juego a saber qué busco, dónde me encuentro y qué me rodea. Lo fastidiado es que a veces llega ese "cruci" y todo se vuelve borroso. Otra vez.
Los rostros, los lugares y los días que no hacen más que volar, y no precisamente a mi lado. Las notas de mi piano suenan distorsionadas porque la tinta de las corcheas en la partitura se corrieron con el agua de unas lágrimas que no llevan ningún sentimiento tatuado. O los llevan todos. O no hay lágrimas porque no quieren salir de aquí dentro, quizás por miedo a congelarse.
El caso es que se me han descolocado las preposiciones y los recursos que se supone le dan sentido a esta cabeza de estropajo -¿os habéis parado a observar un estropajo? miles y miles de finos hilos plateados absolutamente enredados entre sí- harta de limpiarse de recuerdos.
Supongo que ahora me tocará volver al campo de batalla a luchar contra el tiempo y sus asquerosos secuaces. que se han propuesto hacer de este septiembre el mes más extraño del mundo.
Una canción, un poema, un día de lluvia, mi cama.
Divagaciones y fugas de unos pájaros que están quizás cansados de merodear por el mismo cielo de siempre.
viernes, 20 de septiembre de 2013
Mentira número 110: So solid, now you're like water
En mi cuaderno de verano hay alguna, quizás un par de hojas dedicadas al agua. A menudo la identifico como mi elemento, quizás por cómo me hace sentir, por lo que representa, por lo que me hace ser cuando estoy en ella.
No bañarme, no mojarme; sumergirme. Adentrar en las entrañas de la inmensidad de ese estado que me permite fundirme con el mismo agua hasta formar parte de ella.
Suelo quedarme un rato, bajo la superficie, en un limbo existencial que me envuelve y me deshace, atrapada y llena de esa líquida libertad. Noto cómo mis pulmones van vaciándose de aire y necesitándolo un poco más a cada segundo, hasta que hay un instante en el que una especie de convulsión involuntaria me hace impulsarme hacia la superficie. Y entonces llego hasta ella, y rompo con su naturaleza.
Entonces, mis pulmones se llenan de aire, y es como si mi cuerpo cobrara conciencia de sí mismo. Es como volver a nacer al filo de la muerte.
Es, quizás, la sensación más parecida a esta que tengo ahora aquí en medio.
Un respiro,
simplemente,
salir a coger aire.
jueves, 19 de septiembre de 2013
Mentira número 109: Con prefijo des-
Miras hacia atrás, y no hay nada. Algunos papeles mojados quizá, recuerdos demasiado cargados de pájaros como para dejarlos ser, como para dejarlos estar. Estás sola en esto. Estás sola porque tienes que estarlo, y lo sabes, aunque sigue sin terminar de gustarte.
Es una soledad que va más allá del pecho. Gente hay -siempre, hay gente-, pero esa soledad que tienes en el fondo de los lunares sabes no se irá nunca.
Miras atrás, y no hay nada. Todo en lo que un día te dejaste la piel se ha desmoronado. Cada tarde y cada portal, cada gota de lluvia y cada beso. Cada mano apuntando hacia el cielo, cada labio mordido por la sed de una juventud eterna. Todo se ha esfumado como el humo del cigarro cada sábado. No sirvió para construir nada fuera; sólo dentro, y quizás sea lo más importante aunque aún yo no sepa verlo.
Miras atrás y... y te duelen los ojos de mirar atrás. Y solo queda la estela borrosa de lo que un día fue tu rutina, tú cómoda e indefensa rutina. Indefensa por qué, si acabaste herida, destrozada por su culpa -por su causa-.
Ahora vas avanzando despacio en ese "empezar de cero" tan plata, aunque cómo no rendirse en una noche como esta, en la que de repente miras atrás y ves que de nada sirve avanzar y construir si mañana, todo morirá en tus propios brazos.
Es una soledad que va más allá del pecho. Gente hay -siempre, hay gente-, pero esa soledad que tienes en el fondo de los lunares sabes no se irá nunca.
Miras atrás, y no hay nada. Todo en lo que un día te dejaste la piel se ha desmoronado. Cada tarde y cada portal, cada gota de lluvia y cada beso. Cada mano apuntando hacia el cielo, cada labio mordido por la sed de una juventud eterna. Todo se ha esfumado como el humo del cigarro cada sábado. No sirvió para construir nada fuera; sólo dentro, y quizás sea lo más importante aunque aún yo no sepa verlo.
Miras atrás y... y te duelen los ojos de mirar atrás. Y solo queda la estela borrosa de lo que un día fue tu rutina, tú cómoda e indefensa rutina. Indefensa por qué, si acabaste herida, destrozada por su culpa -por su causa-.
Ahora vas avanzando despacio en ese "empezar de cero" tan plata, aunque cómo no rendirse en una noche como esta, en la que de repente miras atrás y ves que de nada sirve avanzar y construir si mañana, todo morirá en tus propios brazos.
lunes, 16 de septiembre de 2013
Mentira número 108: Siempre serás tú
Y entonces apareciste tú. Como siempre sin pretexto ni quebraderos de cabeza. Me abrazaste de primeras, como queriendo aplastar entre tu pecho y el mío al rencor.
Como si Madrid tuviera muchos ríos, tú y yo nos sentamos en frente de uno que reflejaba las luces de una cuidad tan nuestra que parecía estar esperándonos.
Y como por arte de magia tú apretaste mi mano entre la tuya, y empezaste a cantar como si una mezcla terrorífica entre inercia y alcohol te hubiera arrancado esas notas de la garganta. Los pájaros rabiosos se mezclaban con tu sangre, que corría por mi tripa, y tú saltaste a meter las orejas en el centro de mi sonrisa.
Entonces mis cuerdas vocales cobraron vida como dos áspides enamoradas y se entrelazaron con tu tono. Era increíble cómo nuestras voces encajaban a la perfección, como si estuvieran hechas para cantar juntas esa canción.
Esa canción que ha despertado y despertará en mí tantas sensaciones sin apenas definición. Esa canción a la que acompaña tu rostro cada vez que suena en mi cabeza.
Esa, con la que nuestras voces
hacen el amor
hasta quedarse dormidas.
Como si Madrid tuviera muchos ríos, tú y yo nos sentamos en frente de uno que reflejaba las luces de una cuidad tan nuestra que parecía estar esperándonos.
Y como por arte de magia tú apretaste mi mano entre la tuya, y empezaste a cantar como si una mezcla terrorífica entre inercia y alcohol te hubiera arrancado esas notas de la garganta. Los pájaros rabiosos se mezclaban con tu sangre, que corría por mi tripa, y tú saltaste a meter las orejas en el centro de mi sonrisa.
Entonces mis cuerdas vocales cobraron vida como dos áspides enamoradas y se entrelazaron con tu tono. Era increíble cómo nuestras voces encajaban a la perfección, como si estuvieran hechas para cantar juntas esa canción.
Esa canción que ha despertado y despertará en mí tantas sensaciones sin apenas definición. Esa canción a la que acompaña tu rostro cada vez que suena en mi cabeza.
Esa, con la que nuestras voces
hacen el amor
hasta quedarse dormidas.
sábado, 14 de septiembre de 2013
Mentira número 107: Ahogarse al mediodía
Música empapada de soledades, de esas, que calan bien hondo aquí. Son demasiadas cosas que sacar en claro, demasiado que deducir y encontrar, que hoy he decidido rendirme. Ya volveré a la batalla, ya, pero no ahora. Septiembre pesa demasiado como para cargarlo con más barro, y no queremos que se rompa.
Mientras ella alzaba la voz sólo había un único pájaro en mi cabeza. El de "ojalá pudieras entender por un sólo momento cómo me siento ahora". Que la adolescencia, no es nada comparado con lo que llevo a cuestas.
Que no son hormonas, no es amor de niños, no la pubertad floreciendo en mi cuerpo, no son las clases, ni los parques, ni tontear con las drogas.
Que no es nada de eso.
Que es algo aquí dentro incomprensiblemente incorpóreo teniendo en cuenta lo fuerte que se siente. Que son todos los fantasmas encerrados a fuerza en una jaula de la que no poseo la llave. Que no tenéis ni idea.
Y que por mucho que explotéis vuestra experiencia no os servirá de nada, pues dudo mucho que hayáis vivido una adolescencia como esta. Una guerra como esta, un naufragio como este.
Que se hace tan intenso que a veces no puedo soportarlo
Mientras ella alzaba la voz sólo había un único pájaro en mi cabeza. El de "ojalá pudieras entender por un sólo momento cómo me siento ahora". Que la adolescencia, no es nada comparado con lo que llevo a cuestas.
Que no son hormonas, no es amor de niños, no la pubertad floreciendo en mi cuerpo, no son las clases, ni los parques, ni tontear con las drogas.
Que no es nada de eso.
Que es algo aquí dentro incomprensiblemente incorpóreo teniendo en cuenta lo fuerte que se siente. Que son todos los fantasmas encerrados a fuerza en una jaula de la que no poseo la llave. Que no tenéis ni idea.
Y que por mucho que explotéis vuestra experiencia no os servirá de nada, pues dudo mucho que hayáis vivido una adolescencia como esta. Una guerra como esta, un naufragio como este.
Que se hace tan intenso que a veces no puedo soportarlo
y me rompo un poco más cada madrugada.
viernes, 13 de septiembre de 2013
Mentira número 106: Medias tintas
Os escribo con el rímel absolutamente devastado por las lágrimas. Y el alma por los gritos, y los golpes. He empezado a escribir con ojos secos, pero parece que la cosa está cambiado a medida que fluyen las palabras.
Iros con ella. No importa, yo estoy bien aquí, sola, con la luna como único manifiesto de luz, de algo -mírala, ella está sola y no se queja-. Iros con ella. No importa, si al final la culpa sé que es mía. Pero me encantaría poder decirte lo difícil que es esto. Contarte, que aunque estoy -estaba- en ese tramo de la montaña rusa en el que el recorrido asciende, no puedo evitar mirar atrás y verme en el fondo de todo, rota y gris, y mojada, y no puedo evitar acordarme de todo lo que pasé, de todo lo que no fui -valiente-, y pensar que quizás no estoy tan bien. Quizás en cualquier momento pueden volver a crecer los fantasmas y puedo volver a verme sumida en una oscuridad absoluta y asfixiante.
Me asfixio.
Tumbada en la cama llorando y retorciéndome de dolor -interno-, me asfixio.
Iros con ella. Es mi culpa, sí, ella es la víctima de todo esto, pero hay algo que se os olvida. Ella es una mujer, adulta, con unas bases personales sólidas y ya descubiertas a lo largo de su vida. En cambio yo estoy aquí, cuestionándome una vez más qué cojones hago en medio de todo esto. Y con el constante miedo de que, de un momento a otro, puedo, perfectamente
Iros con ella. No importa, yo estoy bien aquí, sola, con la luna como único manifiesto de luz, de algo -mírala, ella está sola y no se queja-. Iros con ella. No importa, si al final la culpa sé que es mía. Pero me encantaría poder decirte lo difícil que es esto. Contarte, que aunque estoy -estaba- en ese tramo de la montaña rusa en el que el recorrido asciende, no puedo evitar mirar atrás y verme en el fondo de todo, rota y gris, y mojada, y no puedo evitar acordarme de todo lo que pasé, de todo lo que no fui -valiente-, y pensar que quizás no estoy tan bien. Quizás en cualquier momento pueden volver a crecer los fantasmas y puedo volver a verme sumida en una oscuridad absoluta y asfixiante.
Me asfixio.
Tumbada en la cama llorando y retorciéndome de dolor -interno-, me asfixio.
Iros con ella. Es mi culpa, sí, ella es la víctima de todo esto, pero hay algo que se os olvida. Ella es una mujer, adulta, con unas bases personales sólidas y ya descubiertas a lo largo de su vida. En cambio yo estoy aquí, cuestionándome una vez más qué cojones hago en medio de todo esto. Y con el constante miedo de que, de un momento a otro, puedo, perfectamente
desaparecer.
Y ojalá que así sea.
jueves, 12 de septiembre de 2013
Mentira número 105: ¿Ya?
Cuando se cierra la puerta de tu jaula. Cuando te levantas antes que el día, y de repente todo tiene hora, y hay pescado para cenar. Cuando las noches son más cortas porque hay que explotarlas, y al día le falta tiempo para ser. Cuando el escritorio se llena de hojas y la mano de rayajos de bolígrafo, y las bolsas de tus ojos se llenan de cosas que hacer. Cuando el calor es sólo un recuerdo y el frío acecha
te das cuenta de que el invierno ya está aquí.
Y antes de lo que esperabas.
te das cuenta de que el invierno ya está aquí.
Y antes de lo que esperabas.
miércoles, 11 de septiembre de 2013
Mentira número 104: Perder el alma
Últimamente todo cambia, demasiado deprisa. Aún advertida de que esto iba a pasar, aún no me hago a la idea de que todo lo que en un pasado tanto me costó construir vaya a derrumbarse como un castillo de naipes tras la lluvia.
Son demasiadas personas las que se van. Demasiadas personas con demasiado de mí en ellas, y no es justo. Supongo que sabía a lo que me enfrentaba cuando les dí todo aquello, aunque es cierto que jamás imaginé que serían capaces de marcharse así. Dejándome con las manos absolutamente vacías y con el ala bien, bien rota.
Y en este nuevo capítulo, en quién confiar. Si me han enseñado más que de sobra que nada es suficiente para afianzar que no me harán daño, que no me pueden volver a romper aquí dentro. Qué hago ahora, a quién la cal y a quién la arena.
Sé que me quedan muchas piedras con las que tropezar, lo que no sé es si este corazón será capaz de soportarlo.
Mentira número 103: Tower over me
"(...) y de repente alguien se abre a ti, y le ves llorar por dentro, y por fuera, y le ves sangrar"
La plenitud supuestamente es un sentimiento que no puede ir a más porque precisamente lo pleno es aquello que alcanza un estado máximo de algo. Explicadme entonces cómo cada vez que sangro delante de ella siento que la plenitud dentro de mí se ensancha. Es técnicamente imposible -qué idiotez, si sé perfectamente que cuando se trata de amarillos nada es técnico, todo es abstracto e incorpóreo, todo es pleno-.
La miro a los ojos mientras habla y no me imagino la suerte que tengo de haberme topado con ese trozo de mi alma que sin saber muy bien por qué, en algún momento perdí. Porque aquí sabemos mejor que nadie que hoy por hoy es prácticamente imposible recuperar algo que un día perdiste.
Inabordable, cierto, aunque cada día la tengo, como dice ella, más calada.
Y eso sería imposible
si no la viera sangrar delante mía de vez en cuando.
lunes, 9 de septiembre de 2013
Mentira número 102: Treguas
Creo que hay ciertos sentimientos en la vida a los que, a pesar de ser padecidos a menudo, nunca conseguiré acostumbrarme. Y quizás haya sido esta frase un simple preámbulo para soltaros ahora que no soporto ser presa de una eterna montaña rusa.
A pesar de llevar así ya prácticamente dos años, jamás me haré a la experiencia de empezar una tarde gris con la mente gris, y terminarla entre sonrisas inconscientes e inevitables.
Es curioso que todas las tardes en las que nada ni nadie conseguía deshacerme ese constante nudo en el pecho se hallan convertido en tardes en las que la rabia en el tórax es imposible de mantener por al menos dos horas. Porque desaparece, como diciendo "no puedo estar aquí más tiempo, ya lo estuve suficiente".
Y qué razón. Hubo tanto mierda en mí que ahora parece que no puede entrar más. Durante cuánto tiempo, me da igual. Cuánto durará esto, poco me importa.
No abriré guerras internas mientras se me estén curando las heridas.
A pesar de llevar así ya prácticamente dos años, jamás me haré a la experiencia de empezar una tarde gris con la mente gris, y terminarla entre sonrisas inconscientes e inevitables.
Es curioso que todas las tardes en las que nada ni nadie conseguía deshacerme ese constante nudo en el pecho se hallan convertido en tardes en las que la rabia en el tórax es imposible de mantener por al menos dos horas. Porque desaparece, como diciendo "no puedo estar aquí más tiempo, ya lo estuve suficiente".
Y qué razón. Hubo tanto mierda en mí que ahora parece que no puede entrar más. Durante cuánto tiempo, me da igual. Cuánto durará esto, poco me importa.
No abriré guerras internas mientras se me estén curando las heridas.
domingo, 8 de septiembre de 2013
Mentira número 101: Capicúa
Plenitud. Hace poco entendí el significado de esa palabra y de ese sentimiento, y suerte de haberlo experimentado dos veces en dos días seguidos. Y creo que los amarillos lo son, porque consiguen hacerme sentir plena. A ratos, a sonrisas quizás. Pero deliciosa y geniunamente plena.
Y si había algún tipo de duda acerca del color de Val, hoy ha desaparecido por completo. Ella es absoluta e irremediablemente amarilla. No podría ser de otra forma, si puedo pasarme noches en vela con ella, vaciándonos por dentro y sacando a pasear nuestros fantasmas. Jamás pensé que diría esto, pero el pasado duele menos -o quizás mejor- cuando encuentras a alguien que lo ha sufrido de la misma forma. Que ha forjado su carácter a base de los mismos golpes y las mismas heridas. Consuela saber que hay alguien ahí fuera que puede llegar a entender por lo que pasaste, lo que tuviste que soportar.
Alguien con quien no te importa llorar, alguien con quien los silencios son tan sólo un "estoy aquí, a tu lado", alguien que ya se ha hecho un hueco casi físico aquí dentro.
Y es que una vez más, sumida con ella en la noche de Madrid, he encontrado uno de los pocos lugares en el mundo en el que me puedo sentir, absolutamente a salvo (en sus brazos).
sábado, 7 de septiembre de 2013
Mentira número 100: Qué mejor persona que tú
Podría escribir mil líneas sobre cómo me rompe verla desfallecer en el vuelo y caer en picado. Podría escribir mil poemas y mil delirios jurando que haría lo que fuera por salvarla, lo que fuera. Pero yo sé que ya hay demasiada tristeza ahí dentro como para escribirla aquí también.
Así que escribiré sobre toda la felicidad que ella enciende en mi pecho. Efímera, sí, pero plena. Plena como no he conocido una sensación parecida en todo el mundo. Plena como nadie me ha hecho sentir, jamás. Plena como sólo me hace sentir un pequeño gran ser amarillo.
Me habría gustado empezar este párrafo con un "lo que más me gusta de ella es", pero no sé ni si gustar es la palabra, ni si hay algo en ella que me "guste" más que el resto que la compone. Digamos que me llena. Me llenan sus grandes ojos marrones de gato callejero, a través de los cuales puedo ver ruinas, y luz, y ruinas, y uno de los artes más bonitos que he visto jamás. Me llenan sus manos, nerviosas a veces. Me llena su pelo y rebelde y de un color imposible -podríamos decir en este caso que el pelo es el reflejo del alma-. Me llena su habitación porque está impregnada de ella hasta en el más mínimo detalle. Me llena sentarme con ella en un parque una tarde cualquiera y terminar mentalmente cansada de andar por la inmensidad de nuestras cabezas durante horas, y horas. Me llenan hasta los silencios cuando estoy con ella. Me llena saber que mientras ella esté ahí, yo nunca estaré sola.
Y al fin y al cabo eso son los amarillos, ¿no? Personas tan, tan aferradas a tu alma que ya son parte de ella. Personas por las que sonríes, lloras, mueres. Personas que te han salvado de morir ahogada, aunque eh, a veces hay que ahogarse para ver qué hay en el fondo. Y el fondo del alma de mi amarilla es un tesoro que nadie comprende. Un tesoro inmenso y puro, un tesoro que yo tengo el privilegio de descubrir poco a poco y que jamás me cansaré de cazar.
Jamás existirán suficientes palabras para que consigáis entender el por qué de todo esto, de por qué la quiero tanto y la llevo tan dentro. Digamos que soy algo egoísta, que la hago sonreír porque necesito esa sonrisa para mí.
Estoy contigo, Meow. Siempre, siempre que te consuma la rabia. Y cuando veas la superficie y consigas coger aire, también estaré ahí.
Así que escribiré sobre toda la felicidad que ella enciende en mi pecho. Efímera, sí, pero plena. Plena como no he conocido una sensación parecida en todo el mundo. Plena como nadie me ha hecho sentir, jamás. Plena como sólo me hace sentir un pequeño gran ser amarillo.
Me habría gustado empezar este párrafo con un "lo que más me gusta de ella es", pero no sé ni si gustar es la palabra, ni si hay algo en ella que me "guste" más que el resto que la compone. Digamos que me llena. Me llenan sus grandes ojos marrones de gato callejero, a través de los cuales puedo ver ruinas, y luz, y ruinas, y uno de los artes más bonitos que he visto jamás. Me llenan sus manos, nerviosas a veces. Me llena su pelo y rebelde y de un color imposible -podríamos decir en este caso que el pelo es el reflejo del alma-. Me llena su habitación porque está impregnada de ella hasta en el más mínimo detalle. Me llena sentarme con ella en un parque una tarde cualquiera y terminar mentalmente cansada de andar por la inmensidad de nuestras cabezas durante horas, y horas. Me llenan hasta los silencios cuando estoy con ella. Me llena saber que mientras ella esté ahí, yo nunca estaré sola.
Y al fin y al cabo eso son los amarillos, ¿no? Personas tan, tan aferradas a tu alma que ya son parte de ella. Personas por las que sonríes, lloras, mueres. Personas que te han salvado de morir ahogada, aunque eh, a veces hay que ahogarse para ver qué hay en el fondo. Y el fondo del alma de mi amarilla es un tesoro que nadie comprende. Un tesoro inmenso y puro, un tesoro que yo tengo el privilegio de descubrir poco a poco y que jamás me cansaré de cazar.
Jamás existirán suficientes palabras para que consigáis entender el por qué de todo esto, de por qué la quiero tanto y la llevo tan dentro. Digamos que soy algo egoísta, que la hago sonreír porque necesito esa sonrisa para mí.
Estoy contigo, Meow. Siempre, siempre que te consuma la rabia. Y cuando veas la superficie y consigas coger aire, también estaré ahí.
No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero.
Porque existe el vino y el amor, es cierto,
porque no hay heridas que no cure el tiempo,
abrir las puertas quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron.
Vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa, ensayar el canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos.
No te rindas por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el ciento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque cada día es un comienzo,
porque esta es la hora y el mejor momento
porque no estás sola,
porque te quiero.
-Mario Benedetti
miércoles, 4 de septiembre de 2013
Mentira número 99: Estoy tan cansada que
Buenos días desde mi cabeza. Y lo son porque a mí me da la gana.
No importa el tiempo que pase fuera, Madrid siempre me espera con la misma mierda. Sentir que le das igual a cualquier persona de tu alrededor era más doloroso antes; supongo que de tanto padecerlo he dejado de sufrirlo tanto, y la verdad es que me gusta.
Jamás creí en eso de que los golpes te hacen más fuerte, pero estoy comprobando con el tiempo que no puede ser de otra manera. Darle más importancia a mis seres queridos no me hace bien, quizás yo necesito más mi atención que ellos.
Quizás aunque esté bien, Madrid es un punto en mi contra, y un campo de minas, por el que tengo que andar con más cuidado del necesario.
Todo sea por no volver al pozo.
No, me niego a volver a bajar allí una sola vez en la vida.
Me he cansado de ser vulnerable. Así que voy a probar eso que ellos tanto practican.
Yo, yo, yo, y después, yo también.
Al fin y al cabo aquí parezco ser la única que me quiere un poquito.
No importa el tiempo que pase fuera, Madrid siempre me espera con la misma mierda. Sentir que le das igual a cualquier persona de tu alrededor era más doloroso antes; supongo que de tanto padecerlo he dejado de sufrirlo tanto, y la verdad es que me gusta.
Jamás creí en eso de que los golpes te hacen más fuerte, pero estoy comprobando con el tiempo que no puede ser de otra manera. Darle más importancia a mis seres queridos no me hace bien, quizás yo necesito más mi atención que ellos.
Quizás aunque esté bien, Madrid es un punto en mi contra, y un campo de minas, por el que tengo que andar con más cuidado del necesario.
Todo sea por no volver al pozo.
No, me niego a volver a bajar allí una sola vez en la vida.
Me he cansado de ser vulnerable. Así que voy a probar eso que ellos tanto practican.
Yo, yo, yo, y después, yo también.
Al fin y al cabo aquí parezco ser la única que me quiere un poquito.
lunes, 2 de septiembre de 2013
Mentira número 98: O desgraciada
Unas manos acariciando las mías a escondidas. Unos ojos que se clavan en mí mientras yo hago como que no me percato de que están en mi rostro, para que después se encuentren con los míos y todo estalle en una inevitable sonrisa cómplice. Palabras dulces y a la vez prendidas en fuego que quieren decir mucho más de lo que meramente expresan. Pájaros revoloteando rabiosos en la boca del estómago al leer su nombre.
Necesitaba todo esto, y ahora lo tengo, y no hay miedo.
Sí total, no se puede romper un corazón que ya está roto.
Me gusta pensar que en ese sentido soy...
Necesitaba todo esto, y ahora lo tengo, y no hay miedo.
Sí total, no se puede romper un corazón que ya está roto.
Me gusta pensar que en ese sentido soy...
¿inmune?
sábado, 31 de agosto de 2013
Mentira número 97: Mon amour
El piano de Birdy empieza a sonar. Y suena adrede, hoy voy a escribir sobre ella. Sobre Val, mi Val, la que hace unos años entró en mi vida de improvisto y la cambió. Ahí empecé a dejar de sentirme sola. Ella es la excepción, mi excepción. Compañía silenciosa. Siempre atenta, al pie del cañón por si hace falta matar mis fantasmas mientras ella libra una batalla particular dentro de su pecho.
En el fondo la admiro. Ella dice que la gusta tener una amiga como yo, que soy diferente. Qué ingenua es, apenas de se da cuenta de que yo no sería ni la mitad de lo que soy, sin ella. Sin sus ojos clavados en mí mientras toco la guitarra. Adoro hacer música para ella, siento que es la única que la escucha como yo quiero, con el corazón.
A veces no me doy cuenta, pero soy muy afortunada de tenerla ahí. Tumbada en mi cama, simplemente quieta. Me siento segura cuando ella aparece en mis pupilas. Me da igual lo terrible que sea el amor, si ella nunca deja de sostenerme la mano.
Compañera de faenas y de canciones, no te puedes ir nunca.
Camino contigo.
En el fondo la admiro. Ella dice que la gusta tener una amiga como yo, que soy diferente. Qué ingenua es, apenas de se da cuenta de que yo no sería ni la mitad de lo que soy, sin ella. Sin sus ojos clavados en mí mientras toco la guitarra. Adoro hacer música para ella, siento que es la única que la escucha como yo quiero, con el corazón.
A veces no me doy cuenta, pero soy muy afortunada de tenerla ahí. Tumbada en mi cama, simplemente quieta. Me siento segura cuando ella aparece en mis pupilas. Me da igual lo terrible que sea el amor, si ella nunca deja de sostenerme la mano.
Compañera de faenas y de canciones, no te puedes ir nunca.
Camino contigo.
viernes, 30 de agosto de 2013
Mentira número 96: ¿Buenas? noches
Estas charlas con Noah siempre hacen mucho bien aquí dentro. La echaba de menos, echaba de menos la forma dulce con la que me rodea la nuca y acaricia mis manos, echaba de menos cómo me escucha y cómo intenta decir las cosas que más duelen con la mayor suavidad posible.
Aunque la suavidad le da igual a un corazón roto. Pensé, ingenua, que hablar de él me ayudaría a aclararme un poco, pero sólo consigue remover los trozos de un corazón esparcidos por el suelo sin obtener nada de provecho. Él se ha ido, y me ha roto el corazón. Y no hay nada que pueda cambiar eso ahora.
A ella me encanta verla feliz. Y como una parte de mí siempre ha estado reflejada en sus ojos, me gusta imaginarme que algún día yo estaré feliz también con alguien que consiga arreglarme el destrozo del lazo izquierdo de mi pecho.
Aunque sinceramente, calma mucho saber que aunque el cora' -como diría Meow- esté hecho polvo, aquí arriba todo está bien. Desordenado, en un caos inmundo, enredado y sucio. Pero bien, al fin y al cabo, que es lo que cuenta.
A pesar de ello esta noche me pincha algo aquí en el estómago. En fin, me voy a que los libros pongan almohadillas ahí donde las personas no saben ni que pinchan los picos de mis pájaros.
Aunque la suavidad le da igual a un corazón roto. Pensé, ingenua, que hablar de él me ayudaría a aclararme un poco, pero sólo consigue remover los trozos de un corazón esparcidos por el suelo sin obtener nada de provecho. Él se ha ido, y me ha roto el corazón. Y no hay nada que pueda cambiar eso ahora.
A ella me encanta verla feliz. Y como una parte de mí siempre ha estado reflejada en sus ojos, me gusta imaginarme que algún día yo estaré feliz también con alguien que consiga arreglarme el destrozo del lazo izquierdo de mi pecho.
Aunque sinceramente, calma mucho saber que aunque el cora' -como diría Meow- esté hecho polvo, aquí arriba todo está bien. Desordenado, en un caos inmundo, enredado y sucio. Pero bien, al fin y al cabo, que es lo que cuenta.
A pesar de ello esta noche me pincha algo aquí en el estómago. En fin, me voy a que los libros pongan almohadillas ahí donde las personas no saben ni que pinchan los picos de mis pájaros.
jueves, 29 de agosto de 2013
Mentira número 95: Mentalmente inestable
No sé muy bien qué hago aquí. Son las cuatro de la tarde, y he venido a buscar la inspiración a un Madrid suburbial. Con un cigarro en la mano y sentada en una acera cualquiera; menudo cuadro.Necesitaba estar sola. Desde que he llegado aquí no he podido estarlo apenas, y la compañía no termina de agradarme (ni siquiera me gusta fumar).No sé muy bien qué hago aquí. Tirada en la calle, aunque no sólo eso. No sé muy bien qué hago en Madrid. Estoy en un limbo existencial, y es una mierda. Entre una vida y otra no hay nada.No sé muy bien qué hago aquí. Me da igual qué cojones estoy escribiendo. Me da igual todo en este momento.
miércoles, 28 de agosto de 2013
Mentira número 94: Soulmate
Su mirada se perdía en el horizonte de su cabeza mientras empezaba a llorar el cielo de un Madrid en verano -y en pelea con el invierno-. Me fascina perderme en la inmensidad de sus entrañas mientras descubro poco a poco de qué está hecha. Jamás imaginé que una galaxia entera podía caber dentro de una sola persona. Las palabras brotaban de mis labios a borbotones, supongo que eso es lo que ocurre cuando no soportas ver cómo el pájaro más bonito del mundo se rompe. Pero entonces brotaba se sus labios una efímera sonrisa y yo volvía a vivir por un segundo en el cálido resplandor de sus pupilas. Tiraba constantemente de las mangas de su sudadera para que cubrieran por completo sus manos. Se parece tanto a mí..,
Se parece tanto a mí que estar con ella es como estar con una parte de mi alma que por alguna razón que desconozco se perdió en la inmensidad del azar para acabar formando el alma de otra persona diferente. Y aún no concibo el hecho de haberla encontrado tan cerca de mí.
Pocas personas me hacen sentir tan libre.
Siempre será un placer volar contigo.
martes, 27 de agosto de 2013
Mentira número 93: A últimos
Después de tanto tiempo dándole vueltas ahí arriba, me he decidido por escribir sobre ti. Hay pocas cosas en el mundo que me tengo que pensar antes de poder plasmarlas. Aquí tenemos un punto más a tu favor -en mi contra-.
He leído tu carta hoy. ¿Sabes? Ayer pensé en quemarla. Pero no me quiero deshacer de tu recuerdo. Debo ser masoquista, o simplemente imbécil. O quizás me enamoré de ti -y esa es la más disparatada de todas las opciones habidas, te lo garantizo-. Por un estúpido momento antes de sentarme a leerla pensé que conseguiría no derramar ni una sola lágrima por ti, porque sé perfectamente que no te lo mereces. Pero he empezado a llorar en el momento en el que la he vuelto a doblar para dejarla entre mis libros; esa carta no verá la luz en mucho tiempo -hasta que la herida esté curada-.
Pienso en ti y todo se desmorona. Quisiera poder sacar una idea clara de todo lo que pasó, pero me es imposible. Todo ha pasado y yo sigo sin comprender qué pasó entre nosotros. Qué te pasó a ti. Qué ocurrió en tu cabeza para que de repente decidieras borrar todos los recuerdos que tanto nos costó fabricar, y cuidar, y limpiar, y seguir. Por qué. No paro de preguntarme por qué me odias ahora. Por qué te fuiste así y, por si fuera poco dejarme rota, decidiste volver a rematar-me-, y me tiraste a la cara todo lo que juntos construimos un día. No sé quién eres ahora, y en el fondo de mi corazón aún marcado por tus uñas es como si hubieras muerto. Al fin y al cabo la persona a la que se lo di todo realmente sí ha muerto, y ni siquiera me pude despedir de ella. Decirla que todo era falso, que se estaba quitando de en medio por causa de algo que no era real. Jamás fue real, y ahora me pregunto si lo fue todo lo que vivimos.
Rotundamente me opongo a tirar a la basura dos de los años más maravillosos de mi corta vida. Me encantaría saber si tú has tirado a la basura mi carta. Y nuestra fotografía. Y nuestras tardes en tu colchón. Me encantaría poder adivinar si has tirado a la basura todo lo que conseguiste hacerme.
Joder, pensé que escribir todo lo que siento conseguiría hacer que entienda un poco mejor lo ocurrido, pero hasta ahora estoy consiguiendo todo lo contrario. Y me desgarra saber que no hay nada, que yo pueda hacer para cambiarlo.
Me queda -y me quema- tu recuerdo que ahora es humo, y mirar cuando nos crucemos los ojos vacíos del que fue mis ganas de comerme el mundo, y con él, tus labios -a los que jamás olvidaré, por cierto-.
Y me queda también el saber que en lo más hondo de ti, no te arrepientes de haberme dejado ver cómo eras por dentro, y a qué olían tus abrazos, y cuál era el tacto de tu colchón.
Y me queda la certeza de que, entre todas las rosas que deshojaste, yo fui y seré, la única espina que se te clavó.
domingo, 25 de agosto de 2013
Mentira número 92: Lo mejor que sé
Cada palabra que escribe hace que me rompa un poquito más por dentro. No puedo soportar verla así, juro que no puedo. Y no puedo por la sencilla razón de que sé qué siente ahora mismo. Sé cómo duele porque ya dolió antes en mí, y sé por eso que no hay dolor más desgarrador e inhumano. Sin lugar a exageraciones, ella se muere por dentro.
Escúchame gatito, sé cómo te sientes. Ahora no te servirá de nada leer esto, pero siento que necesitaba decírtelo porque una parte de mí se muere contigo. No es esto una petición de que te salves para salvar así esa parte de mí, no he venido aquí a pedirte nada. Simplemente yo agonicé hace unos meses como lo haces tú ahora. Simplemente yo ahora desvío mi vuelo del tuyo y te dejo sola para que mueras en paz, porque sé que nadie podrá salvarte. Sé que el abismo es insalvable.
Pero mírame, yo resucité. Ave Fénix, ¿recuerdas?
Muere lo mejor que puedas.
Y cuando resucites yo estaré allí para abrazarte.
Todo esto acabará, te lo prometo.
Estoy aquí. Vuelo a distancia, pero siempre a tu lado.
Siempre volaré a tu lado.
Escúchame gatito, sé cómo te sientes. Ahora no te servirá de nada leer esto, pero siento que necesitaba decírtelo porque una parte de mí se muere contigo. No es esto una petición de que te salves para salvar así esa parte de mí, no he venido aquí a pedirte nada. Simplemente yo agonicé hace unos meses como lo haces tú ahora. Simplemente yo ahora desvío mi vuelo del tuyo y te dejo sola para que mueras en paz, porque sé que nadie podrá salvarte. Sé que el abismo es insalvable.
Pero mírame, yo resucité. Ave Fénix, ¿recuerdas?
Muere lo mejor que puedas.
Y cuando resucites yo estaré allí para abrazarte.
Todo esto acabará, te lo prometo.
Estoy aquí. Vuelo a distancia, pero siempre a tu lado.
Siempre volaré a tu lado.
Mentira número 91: Madrz.
Mañana parto hacia Madrid, aunque bien cierto es que parte de mí ya se encuentra en la ciudad. Me siento como con ganas de estrenar allí lo nuevo que he ido fabricando de mí durante este mes sin pisar la capital. Sé que no son pocas las cosas a las que me tendré que enfrentar, pero por una vez siento que tengo fuerzas para todo.
Tras meses queriendo huir de allí, y por una vez, ansío llegar a casa._________________________________________________________________________________
Pies en tierra conocida. Cabeza en un mundo paralelo, como siempre -hay cosas que jamás cambiarán-. Aunque algo sí ha cambiado aquí dentro. Desintoxicada, esa es la palabra. Vacía de veneno, vacía como no había estado nunca. Todo empieza ahora, he resucitado de una muerte que no me soltó en meses. Pero me libré de sus garras en cuanto comprendí que la única que podía salvarme, era yo.
Madrid por su parte me recibe con los brazos abiertos y un millón de cosas que hacer. La primera no podía haber sido más completa. Mi pequeña ruvia me ayuda con cada tarde a tener cada día más claro quiénes vuelan conmigo. Ella nunca falla. Ella se sienta en al banco de siempre, en el parque de siempre, y habla por los codos y me escucha por los ojos. Me hace sentir bien. Me sonríe al corazón, y me gusta.
Por otra parte una parte de mí se ha teñido de una preocupación gris y grave. Mi pajarillo parece no dar señales de vida y eso me inquieta. Cuando parece que la conozco un poco, me encuentro ante una fachada inaccesible que no sé cómo penetrar. Si supiera qué hacer para ayudarla, cómo actuar. Si tuviera una mísera pista.
Madrid por su parte se duerme conmigo. Rastros de felicidad entre las puntas abiertas de mi pelo, piel dorada y ojos grises. El mar inundando la pupila y el alma. Cuadernos llenos de letras impregnadas de mis suspiros.
Todo, todo mío y para mí.
jueves, 18 de julio de 2013
Mentira número 90: Daydreaming all the time
Y ahora, me voy. Tiempo para mí, soledad, libros, y naturaleza. Y qué más pedir, si no necesito nada. Sí mi labor aquí ha terminado ya -por fin-, y me puedo ir con la mirada puesta en el cielo y sabiendo que lo di todo, y que al final, haberme partido el ala, mereció la pena.
Estoy a salvo.
Estoy a salvo.
Mentira número 89: Y mientras tanto, en el mundo de los seres amarillos...
Tantas cosas que escribir ahora. Tantos sentimientos acumulados, la mayoría buenos, extraño, por cierto. Hacía tiempo que no me sentía así. Tanto que apenas lo recuerdo.
Y de todas las palabras que necesito escribir ahora, hay una que sale a flote sobre todas las demás.
Gracias.
A veces, cuando pido algo o doy gracias, no tengo muy claro a quién. Quizás a mis pájaros, quizás... a la vida. Hoy sí tengo claro a quién tengo que dar las gracias.
Podría escribir mil renglones explicando qué clase de gracias son estas, o que no son las típicas -tópicas- gracias. Podría, pero ella entiende. Ella entiende mi mirada, y el cauce que siguen mis lágrimas cada vez que lloro. Ella entiende mi cielo, y cómo me rompí el ala. Y ella viene, y no dice ninguna palabra pero se coloca a mi lado y vuela conmigo, y su ala buena reemplaza mi ala mala, y mi ala buena ayuda a su ala mala, y de repente somos dos pájaros heridos volando por un cielo gris de monigotes grises que no entienden qué pasa. Pero ella y yo sí. Sabemos qué pasa, dentro de nosotras, aunque no tenemos ni idea sabemos bien cuál es el ala que nos falla. Somos dos monigotes rosas -No, amarillos. Eso, amarillos- que no encajan, ni quieren encajar. Tenemos algo tan grande dentro que sólo nosotras sabemos cómo duele, y sólo nosotras conocemos la sensación de absoluta libertad -entre cadenas- y esa felizmente triste.
Y qué si ellos no entienden qué pasa en nuestro pecho, y qué, si sólo nosotras somos felices -efíeramente felices-, y qué si pensamos arte.
Y qué,
si tengo aquí, volando conmigo,
al pájaro más bonito del mundo.
Y de todas las palabras que necesito escribir ahora, hay una que sale a flote sobre todas las demás.
Gracias.
A veces, cuando pido algo o doy gracias, no tengo muy claro a quién. Quizás a mis pájaros, quizás... a la vida. Hoy sí tengo claro a quién tengo que dar las gracias.
Podría escribir mil renglones explicando qué clase de gracias son estas, o que no son las típicas -tópicas- gracias. Podría, pero ella entiende. Ella entiende mi mirada, y el cauce que siguen mis lágrimas cada vez que lloro. Ella entiende mi cielo, y cómo me rompí el ala. Y ella viene, y no dice ninguna palabra pero se coloca a mi lado y vuela conmigo, y su ala buena reemplaza mi ala mala, y mi ala buena ayuda a su ala mala, y de repente somos dos pájaros heridos volando por un cielo gris de monigotes grises que no entienden qué pasa. Pero ella y yo sí. Sabemos qué pasa, dentro de nosotras, aunque no tenemos ni idea sabemos bien cuál es el ala que nos falla. Somos dos monigotes rosas -No, amarillos. Eso, amarillos- que no encajan, ni quieren encajar. Tenemos algo tan grande dentro que sólo nosotras sabemos cómo duele, y sólo nosotras conocemos la sensación de absoluta libertad -entre cadenas- y esa felizmente triste.
Y qué si ellos no entienden qué pasa en nuestro pecho, y qué, si sólo nosotras somos felices -efíeramente felices-, y qué si pensamos arte.
Y qué,
si tengo aquí, volando conmigo,
al pájaro más bonito del mundo.
lunes, 15 de julio de 2013
Mentira número 88: Me encontraste
Posiblemente, si algún día me preguntas cómo estoy, y te respondo "Suelo asomarme a la ventana a altas horas de la madrugada cuando toda la calle está desierta, mirar la luna, y sonreír", no entenderás nada. Pues ya te adelanto, querido lector, que eso significa que estoy bien.
Quizás antes no apreciaba tanto el significado de esa frase. "Estoy bien". Hace unos meses era simplemente una forma de decir que todo marcha correctamente, con normalidad. Hoy, es un milagro. Un milagro el poder mirarte al espejo y gustarte lo que ves. Un milagro ir por la calle sola y sonreír, sin más, como antes solía hacerlo.
Todo es distinto ahora. Las canciones han dejado de dolerme en el corazón, y la lluvia ha dejado de escocer en las heridas. Todo es distinto, y me gusta. Me gusta la idea de saber que me he curado, y que ahora tan sólo tengo una -preciosa- cicatriz en la piel que me ha hecho aprender mucho.
Y ahora, melancolía.
Quizás sólo han bastado diez días. Diez amaneceres, diez noches, diez tardes, y un mar. Quizás -y no tan quizás- me merecía esto. Me merecía que todos ellos me sacaran del pozo tan grande en el que moría paulatinamente.
Y os juro que no hay día, que no esté eternamente agradecida. De esos diez días, de los baches y las lágrimas. De ser quien soy ahora y de poder decir,
por fin,
que estoy bien.
Quizás antes no apreciaba tanto el significado de esa frase. "Estoy bien". Hace unos meses era simplemente una forma de decir que todo marcha correctamente, con normalidad. Hoy, es un milagro. Un milagro el poder mirarte al espejo y gustarte lo que ves. Un milagro ir por la calle sola y sonreír, sin más, como antes solía hacerlo.
Todo es distinto ahora. Las canciones han dejado de dolerme en el corazón, y la lluvia ha dejado de escocer en las heridas. Todo es distinto, y me gusta. Me gusta la idea de saber que me he curado, y que ahora tan sólo tengo una -preciosa- cicatriz en la piel que me ha hecho aprender mucho.
Y ahora, melancolía.
Quizás sólo han bastado diez días. Diez amaneceres, diez noches, diez tardes, y un mar. Quizás -y no tan quizás- me merecía esto. Me merecía que todos ellos me sacaran del pozo tan grande en el que moría paulatinamente.
Y os juro que no hay día, que no esté eternamente agradecida. De esos diez días, de los baches y las lágrimas. De ser quien soy ahora y de poder decir,
por fin,
que estoy bien.
jueves, 11 de julio de 2013
Mentira número 87: Gracias
Qué escribir ahora que todo ha terminado. Aunque creáis que no, yo también sé escribir acerca de buenas sensaciones. Y creo que éste es el momento idóneo para escribir, que estoy bien.
Que por primera vez en dos meses puedo decir con certeza que estoy bien. Estoy curada, estoy feliz. Ahora sé que no he vivido todo este tiempo, que tan sólo existía. No tenía fuerzas para seguir, pero siempre hay un salvavidas que aparece cuando menos te lo esperas para evitar que te ahogues en la inmensidad del océano. Fue tan cruel ese océano, y estoy tan bien ahora...
Con luz en la mirada y liberados los pájaros ahora, camino. Paso firme y decidido, fuego en las yemas, vida. Recibir cualquier cosa que venga, ahora sí, cargada de sueños.
En el fondo de mi -pozo- alma, sabía que vendrían tiempos mejores.
Me merezco ser feliz y aquí estoy.
Me eché toda la mierda que pude a mí misma cuando todo iba mal.
Pues bien, ahora todo va bien. Y la única persona a la que debo agradecérselo, es a mí.
Que por primera vez en dos meses puedo decir con certeza que estoy bien. Estoy curada, estoy feliz. Ahora sé que no he vivido todo este tiempo, que tan sólo existía. No tenía fuerzas para seguir, pero siempre hay un salvavidas que aparece cuando menos te lo esperas para evitar que te ahogues en la inmensidad del océano. Fue tan cruel ese océano, y estoy tan bien ahora...
Con luz en la mirada y liberados los pájaros ahora, camino. Paso firme y decidido, fuego en las yemas, vida. Recibir cualquier cosa que venga, ahora sí, cargada de sueños.
En el fondo de mi -pozo- alma, sabía que vendrían tiempos mejores.
Me merezco ser feliz y aquí estoy.
Me eché toda la mierda que pude a mí misma cuando todo iba mal.
Pues bien, ahora todo va bien. Y la única persona a la que debo agradecérselo, es a mí.
Mentira número 86: Start again
Vuelves, con la esperanza de que todo haya cambiado, pero todo, sigue igual. No obstante, algo sí que ha cambiado; tú misma. Algo se ha curado, algo ha dejado de escocer y algo rebosa en tus ojos ahora. Nunca pensarías que llegaría pero aquí está. Te lo mereces, lo sabes. Ahora caminas, con la cabeza alta y el corazón hacia el cielo. Los pies en la tierra -no demasiado- y la lluvia en la mente -como siempre-. Todo ha cambiado. Ahora sí. Ahora eres tú. Ahora, estás viva.
domingo, 30 de junio de 2013
Mentira número 85: Adieu
Qué curioso. Veía lejos el momento de escribir estas palabras, aunque supongo que te has ido en el momento idóneo. Vaya. Te has ido. Por fin.
Me duele que esto haya terminado así -porque, no lo dudes, ésto ha terminado-. Me duele la hostilidad que carga tus palabras ahora, me duele no entender nada y que tu voz suene como nueva en mis oídos. Extraña. Extraño tú y extraño el sentimiento que me invade. Extraño es todo ahora, extráñote no a ti.
Supongo que hasta la persona a la que creías conocer a la -casi- perfección puede cambiar de máscara de la noche a la mañana. Me alegro de no haberte dado tiempo a hacerme más daño.
Ahora mi cabeza es una explosión de pensamientos, cada uno más doloroso y horrible que el anterior. ¿Cómo aclararme ahora, si has dejado tantas preguntas en el aire? Y a la vez dejado tantas cosas claras. Ahora creo que sé quién eres de verdad, aunque ya no me importa. Ya te has ido, ya no quiero conocerte. Me has hecho daño pero pienso curarme, pienso salir de ésta y demostrarte que soy más fuerte de lo que piensas. Siempre lo fui.
Sólo espero que no dejes éste mal sabor en mi boca y limpies tu nombre, aunque sea por todos los recuerdos bonitos que flotan en mi cabeza con tu rostro como protagonista. Sólo espero no arrepentirme de todo lo que te di, o mejor dicho, del todo que te di. Pero el tiempo me ha enseñado a no esperar nada de nadie, y ahora más que nunca, de ti no espero más que el vacío que has dejado aquí dentro.
No difícil de llenar, eso está claro.
En el fondo de mi alma estaba esperando a que te fueras.
Me duele que esto haya terminado así -porque, no lo dudes, ésto ha terminado-. Me duele la hostilidad que carga tus palabras ahora, me duele no entender nada y que tu voz suene como nueva en mis oídos. Extraña. Extraño tú y extraño el sentimiento que me invade. Extraño es todo ahora, extráñote no a ti.
Supongo que hasta la persona a la que creías conocer a la -casi- perfección puede cambiar de máscara de la noche a la mañana. Me alegro de no haberte dado tiempo a hacerme más daño.
Ahora mi cabeza es una explosión de pensamientos, cada uno más doloroso y horrible que el anterior. ¿Cómo aclararme ahora, si has dejado tantas preguntas en el aire? Y a la vez dejado tantas cosas claras. Ahora creo que sé quién eres de verdad, aunque ya no me importa. Ya te has ido, ya no quiero conocerte. Me has hecho daño pero pienso curarme, pienso salir de ésta y demostrarte que soy más fuerte de lo que piensas. Siempre lo fui.
Sólo espero que no dejes éste mal sabor en mi boca y limpies tu nombre, aunque sea por todos los recuerdos bonitos que flotan en mi cabeza con tu rostro como protagonista. Sólo espero no arrepentirme de todo lo que te di, o mejor dicho, del todo que te di. Pero el tiempo me ha enseñado a no esperar nada de nadie, y ahora más que nunca, de ti no espero más que el vacío que has dejado aquí dentro.
No difícil de llenar, eso está claro.
En el fondo de mi alma estaba esperando a que te fueras.
Mentira número 84: Renuevos
Se acabó. Lo he gritado agonizando tantas veces que no me puedo creer que ésta sea la verdadera. Se acabó. Me voy, me voy de aquí. Lo he ansiado tanto que...
El verano está para curar las heridas del invierno, dijo una vez una gran amiga amarilla. Aunque son tantas las heridas que éste invierno me ha dejado que no sé si el verano será capaz de cicatrizarlas todas. Sólo espero que, al menos, dejen de doler.
Es curioso cómo todo se puede desmoronar en cuestión de días. Cómo de repente la gente que constituía tu vida cambia, y se va; no, te vas tú. Vuelas a otro lugar porque ya no aguantas más en ese. Y es en lo único en lo que pienso ahora mismo; volar.
Ya no duele. Dicen que hay cierto nivel de dolor en el que el ser humano deja de sentir. Yo dudo haber encontrado ese punto y llegado hasta él, aunque sí es verdad que de tantas heridas a las que atender ya he decidido dejar de hacerlas caso a todas.
No puedo más. Pero ésta vez no lo digo con lágrimas en los ojos y el pecho falto de oxígeno. Ésta vez lo digo sabiendo que ya se ha terminado, que el cielo ha escuchado mis plegarias y que por fin me puedo ir de aquí. Termina, todo termina. Gracias a Dios.
Todo desaparece, todo lo que un día creí invencible, todo lo que un día forjé con sudor y lágrimas se deshace en una nada de tiempo pasado, ese tiempo, que no va a volver.
Un mensaje a altas horas de la madrugada recordándote lo que te espera. Nueva vida, qué bien suenas. La ansío tanto que me da igual si la realidad alcanza mis expectativas. Éste es mi momento, aquí está el sol que tanto decían saldría tras la tormenta.Siendo franca, a veces llegué a pensar que jamás lo vería. Pero aquí está. Entero y todo para mí.
El verano está para curar las heridas del invierno, dijo una vez una gran amiga amarilla. Aunque son tantas las heridas que éste invierno me ha dejado que no sé si el verano será capaz de cicatrizarlas todas. Sólo espero que, al menos, dejen de doler.
Es curioso cómo todo se puede desmoronar en cuestión de días. Cómo de repente la gente que constituía tu vida cambia, y se va; no, te vas tú. Vuelas a otro lugar porque ya no aguantas más en ese. Y es en lo único en lo que pienso ahora mismo; volar.
Ya no duele. Dicen que hay cierto nivel de dolor en el que el ser humano deja de sentir. Yo dudo haber encontrado ese punto y llegado hasta él, aunque sí es verdad que de tantas heridas a las que atender ya he decidido dejar de hacerlas caso a todas.
No puedo más. Pero ésta vez no lo digo con lágrimas en los ojos y el pecho falto de oxígeno. Ésta vez lo digo sabiendo que ya se ha terminado, que el cielo ha escuchado mis plegarias y que por fin me puedo ir de aquí. Termina, todo termina. Gracias a Dios.
Todo desaparece, todo lo que un día creí invencible, todo lo que un día forjé con sudor y lágrimas se deshace en una nada de tiempo pasado, ese tiempo, que no va a volver.
Un mensaje a altas horas de la madrugada recordándote lo que te espera. Nueva vida, qué bien suenas. La ansío tanto que me da igual si la realidad alcanza mis expectativas. Éste es mi momento, aquí está el sol que tanto decían saldría tras la tormenta.Siendo franca, a veces llegué a pensar que jamás lo vería. Pero aquí está. Entero y todo para mí.
martes, 25 de junio de 2013
Mentira número 83: Asco puro
Hoy necesito escribir. Necesito gritar, cantar, romper las
cuerdas de mi guitarra y las teclas de mi piano, romperlo todo. Hoy siento que
ya no puedo más, como siempre estas últimas semanas. Hoy vomito palabras,
alguna lágrima se escapa del pozo de mis pupilas y me ahogo al hablar. Hoy se
me rasga la voz, y se me corre la pintura de los ojos.
Sacadme de aquí, no pido tanto.
Los días se apelotonan entre mis sábanas y ya no sé cómo
sostenerlos. Se derrumba, todo se derrumba, construimos mil embalses y presas
pero la marea es tan fuerte que siempre hay una inundación. Ya no puedo
llevarlo, ya no sé. Se me han acabado las fuerzas, y las ganas, y los cigarros,
y todo.
Todo se acaba, pero nunca me deja en paz. Todo, vete. Todo,
desaparece y déjame empezar de cero a construir mi jaula. Porque ésta ya se me
ha quedado pequeña y los barrotes se clavan, ¿sabes? Y hacen daño.
Sacadme de aquí, joder.
No pido tanto.
sábado, 22 de junio de 2013
Mentira número 82: Desaparecer
Por unos días. Dejarlo todo atrás, romper lazos que se han convertido en cadenas.Tan sólo necesito eso, porque ya, no puedo más.
Me harta, me harta Madrid y esta jodida rutina, me hartan las mismas caras que ahora simplemente son rostros de extraños, me hartan los lugares, las sonrisas fingidas y la rabia.
Podría pasarme horas escribiendo sobre cómo me siento y sobre todo lo que he acumulado este último mes, pero supongo todo se resume a que me quiero ir de aquí.
Quiero volar, irme y borrar las huellas. Oír el eco del desierto. Quizá un bosque, de esos en los que canta Birdy, gris, con piedras grises y ríos grises. Con árboles desnudados por el invierno, oscurecida su madera por la lluvia. Con mi voz y quizás una hoja en blanco.
Entonces vuelvo. A esta mesa iluminada por la tenue luz de una lámpara, a Madrid, a Junio. A una tarde que quizás he de agradecer, entre sus brazos. A unas heridas curadas por unos labios inexpertos y a su espalda inundada de lunares, y abismos.
A tanto que decir y tan pocos ojos atentos.
Suerte que hoy sonrío,
y mañana,
desapareceré.
martes, 18 de junio de 2013
Mentira número 81: Bright
Curiosa es la idea que se te pasa por la cabeza de que quizás, entre tanto temario y tantas hojas llenas de letras, y números, entre tantas citas y tanto que planificar, los sentimientos se mantengan poco al margen y decidan dejar de hacer ruido... curiosa, e irreal.
Aunque quizás sí parte de mi cabeza esté sumida en mil asuntos, los pájaros nunca dejan de revolotear nerviosos. Esos no tienen nada que hacer salvo picotear y trinar en mi pecho. Lo bueno -o menos malo- es que últimamente, no duelen tanto.
Quizás asumir que todo está cambiando ayuda. Quizás algo dentro de mí se ha recolocado -como ella suele decir- y todo está un poco más ordenado dentro de este caos. Y sienta bien. También sienta bien sentir que a cada día que pasa tienes un peso menos en la espalda. Hasta que por fin, pueda empezar de cero.
Aunque quizás sí parte de mi cabeza esté sumida en mil asuntos, los pájaros nunca dejan de revolotear nerviosos. Esos no tienen nada que hacer salvo picotear y trinar en mi pecho. Lo bueno -o menos malo- es que últimamente, no duelen tanto.
Quizás asumir que todo está cambiando ayuda. Quizás algo dentro de mí se ha recolocado -como ella suele decir- y todo está un poco más ordenado dentro de este caos. Y sienta bien. También sienta bien sentir que a cada día que pasa tienes un peso menos en la espalda. Hasta que por fin, pueda empezar de cero.
jueves, 13 de junio de 2013
Mentira número 80: Sol nuevo
Dicen, que la vida es como un puzle, como un reloj que el universo crea para que cada elemento de ella funcione como un engranaje con función perfectamente determinada. Dicen, que todo pasa por algo, y que cuando sucede, lo hace en el momento y en el lugar perfecto, de la manera perfecta. Dicen que la energía fluye de la manera exacta en la que tiene que hacerlo, y que si algo no pasa es porque, simplemente, no tiene que pasar.
Paso a paso voy entendiendo una pequeñísima parte de todo lo que la inmensidad del mundo esconde; del mundo, que cada persona tiene dentro. Mi mundo aún está en proceso de estabilizar sus bases, y paulatinamente voy desenterrando pequeños trazos de lo que soy.
No es fácil. Este Junio no sólo cerraré un curso, si no que cerraré una etapa entera de mi vida. El ciclo continúa, y toca liberar a ciertas personas para que entren nuevos rostros en mi vida, con nuevas experiencias.
Saldré de esta. Lo juré un día y lo reitero ahora. Sé que saldré, tengo que salir, y ser feliz de una vez.
¿Os acordáis del vaso que a veces permanecía vacío? Pues hoy, he aprendido, que él es el único que se puede llenar.
Paso a paso voy entendiendo una pequeñísima parte de todo lo que la inmensidad del mundo esconde; del mundo, que cada persona tiene dentro. Mi mundo aún está en proceso de estabilizar sus bases, y paulatinamente voy desenterrando pequeños trazos de lo que soy.
No es fácil. Este Junio no sólo cerraré un curso, si no que cerraré una etapa entera de mi vida. El ciclo continúa, y toca liberar a ciertas personas para que entren nuevos rostros en mi vida, con nuevas experiencias.
Saldré de esta. Lo juré un día y lo reitero ahora. Sé que saldré, tengo que salir, y ser feliz de una vez.
¿Os acordáis del vaso que a veces permanecía vacío? Pues hoy, he aprendido, que él es el único que se puede llenar.
martes, 11 de junio de 2013
Mentira número 79: Vómito de palabras
¿Sabéis? Hoy estoy tan harta, que por apetecer no me apetece ni sonar bien.
Una se cansa de ir pisando mierdas para tener algo de suerte. Y yo me he cansado, de estar constantemente haciéndome preguntas que nadie es capaz de responder. Me he cansado de esperar cosas que jamás van a llegar, y me he cansado, de tener que mirar sus rostros antes de actuar, no vaya ser que una vez más y como siempre, la cague.
¿El problema soy yo? Me da igual. No voy a permitir que me moldeen como han hecho entre ellos, no a mí. Yo no soy así ni lo he sido nunca, y quizás por eso nunca he llegado a encajar. Y ahora me alegro de no haber encajado en sus planes, y de no haber sido una pieza más en sus juegos.
Basta ya de arañarse la piel, de llorar a escondidas y de gritar hasta quedarse sin voz para que los bramidos se estampen contra un muro de cemento. Basta ya, de romperse la frente a base de cabezazos contra una pared que de ahí no se va a mover. Quizás tendría que moverme yo, correr, salir de la masa de borregos en la que me hallo sumida, cambiar la dirección de mis pasos para que mi meta no sea la misma que la suya. Porque no, no quiero acabar en el mismo lugar que ellos; quiero perderles de vista, para siempre.
Menos mal que Junio me va a hacer una favor -que ya era hora- y va a enterrar en polvo esos recuerdos que tanto daño me han hecho ya. Esos rostros que de tan familiares se han vuelto completamente extraños, esas palabras falsas, y vacías, y llenas de porquería pura y miserable.
Os he querido mucho, pero ahora mismo sólo necesito que desaparezcáis de mi vida.
Una se cansa de ir pisando mierdas para tener algo de suerte. Y yo me he cansado, de estar constantemente haciéndome preguntas que nadie es capaz de responder. Me he cansado de esperar cosas que jamás van a llegar, y me he cansado, de tener que mirar sus rostros antes de actuar, no vaya ser que una vez más y como siempre, la cague.
¿El problema soy yo? Me da igual. No voy a permitir que me moldeen como han hecho entre ellos, no a mí. Yo no soy así ni lo he sido nunca, y quizás por eso nunca he llegado a encajar. Y ahora me alegro de no haber encajado en sus planes, y de no haber sido una pieza más en sus juegos.
Basta ya de arañarse la piel, de llorar a escondidas y de gritar hasta quedarse sin voz para que los bramidos se estampen contra un muro de cemento. Basta ya, de romperse la frente a base de cabezazos contra una pared que de ahí no se va a mover. Quizás tendría que moverme yo, correr, salir de la masa de borregos en la que me hallo sumida, cambiar la dirección de mis pasos para que mi meta no sea la misma que la suya. Porque no, no quiero acabar en el mismo lugar que ellos; quiero perderles de vista, para siempre.
Menos mal que Junio me va a hacer una favor -que ya era hora- y va a enterrar en polvo esos recuerdos que tanto daño me han hecho ya. Esos rostros que de tan familiares se han vuelto completamente extraños, esas palabras falsas, y vacías, y llenas de porquería pura y miserable.
Os he querido mucho, pero ahora mismo sólo necesito que desaparezcáis de mi vida.
lunes, 10 de junio de 2013
Mentira número 78: The sweetness and the sorrow
Y dentro de esta espiral de años, y daños, hoy y dentro de lo que cabe, ha sido un día menos malo. Lágrimas, un último adiós que se deshace en el sonido de un saxofón. Recuerdos hechos carne, conversaciones amenas y gente, que representa una niñez, en lugares y tiempos pasados.
Un ápice de felicidad en un funeral, suena irónico.
Pero tan sólo es un ápice. Pequeño y latente, una razón por la que seguir, una razón que todavía no he encontrado pero que aún así, parece va cobrando forma.
Yo en medio de todo lo que se deshace, frágil pero resistiendo, como de cristal.
Las heridas de mi tripa empiezan a cerrarse. Creo, y quiero pensar, que eso significa que un pequeño halo de luz está empezando formarse en mi cabeza. Y me ilumina mientras, tumbada en el suelo y hecha un ovillo sobre mi propio alma, busco respuestas a preguntas que de tan grandes, se cuelan por el horizonte y pasan a ser un 'no sé', tan abstracto, pero tan pesado.
Constante vaivén del tren de mis entrañas, y una inspiración
que desaparece
por momentos.
Un ápice de felicidad en un funeral, suena irónico.
Pero tan sólo es un ápice. Pequeño y latente, una razón por la que seguir, una razón que todavía no he encontrado pero que aún así, parece va cobrando forma.
Yo en medio de todo lo que se deshace, frágil pero resistiendo, como de cristal.
Las heridas de mi tripa empiezan a cerrarse. Creo, y quiero pensar, que eso significa que un pequeño halo de luz está empezando formarse en mi cabeza. Y me ilumina mientras, tumbada en el suelo y hecha un ovillo sobre mi propio alma, busco respuestas a preguntas que de tan grandes, se cuelan por el horizonte y pasan a ser un 'no sé', tan abstracto, pero tan pesado.
Constante vaivén del tren de mis entrañas, y una inspiración
que desaparece
por momentos.
sábado, 8 de junio de 2013
Mentira número 77: Que no puedo respirar
Y parece que cuando algo de sol ha conseguido filtrarse entre la persiana, la más absoluta oscuridad vuelve a inundar esa habitación que es mi cabeza. Esa, desordenada y rota, en la que me yo me muevo, en la que vuelo y me ahogo, pero es mi habitación, mi cabeza, y estoy a gusto en ese caos, mi caos.
Supongo que será difícil salir de éste infierno, supongo que me costará, aunque también supongo -y espero-, que voy a conseguirlo. Y ya no sólo por mi bien, o por el bien de mi piel; también están ellos. Los que se preocupan por mí, esos que están sufriendo por mi culpa y no se lo merecen. Necesito salir de aquí; lo necesito.
Pero a veces lo veo tan imposible... no os imagináis lo adictivo que es ésto, lo enfermizo y lo deliciosamente horrible que puede llegar a convertirse. Por eso precisamente necesito salir de aquí, y por eso precisamente hay una parte de mí que ansía quedarse.
Sacadme de aquí.
O no.
viernes, 7 de junio de 2013
Mentira número 76: Almohada, dulce almohada
Dicen, que lo bueno de tocar fondo es que ya sólo puedes subir. Esta semana tan sólo me he movido por el fondo, quizás por eso tocaba hoy remontar, aunque tan sólo fuera un poco. Al menos hoy me acuesto con restos de buenos momentos entre el pelo, al menos hoy, mi cabeza se ha llenado con algo de buenos recuerdos.
Antes este tipo de días me devolvían la ilusión, pero hoy siento que ha de ocurrir un milagro para que eso pase. Y soy atea, así que imaginad.
Antes este tipo de días me devolvían la ilusión, pero hoy siento que ha de ocurrir un milagro para que eso pase. Y soy atea, así que imaginad.
jueves, 6 de junio de 2013
Mentira número 75: Erupciones constantes
No hay tiempo para escribir, pero lo necesito. Están siendo demasiadas explosiones de emociones en apenas una semana, y yo sigo sin saber muy bien cómo afrontarlo. Arañazos en la tripa, lágrimas que se desbordan en mis ojos, sonrisas, felicidad efímera y tristeza constante. Es excesivo, todo es excesivo. Yo soy excesiva, y lo que siento, y cómo lo siento.
Al menos hoy me acuesto con algo de serenidad entre la piel. Esa serenidad que tanto estoy echando en falta estos últimos días.
Se me agotan las fuerzas, y así, arrastrando los pies -y el alma-, camino.
Supongo que esto es pasajero.
Supongo que será la adolescencia, o el verano.
Sólo espero que se termine pronto.
Porque yo,
yo ya no puedo más.
Al menos hoy me acuesto con algo de serenidad entre la piel. Esa serenidad que tanto estoy echando en falta estos últimos días.
Se me agotan las fuerzas, y así, arrastrando los pies -y el alma-, camino.
Supongo que esto es pasajero.
Supongo que será la adolescencia, o el verano.
Sólo espero que se termine pronto.
Porque yo,
yo ya no puedo más.
martes, 4 de junio de 2013
Mentira número 74: Siluetas
Pío Baroja, en una de sus obras, se denomina a sí mismo un "enfermo" por tener más sensibilidad de la necesaria. Aquí tenéis, pues, a la enferma de los enfermos, a la mayor infectada por ese sexto sentido que tan sólo tenemos los artistas.
Bendita enfermedad que me quita la vida poco a poco. Tan deliciosa como mortífera, me mantiene viva.
De contradicciones va la cosa, de constantes sinos, de demasiados cambios en periodos de tiempo demasiado reducidos.
Pero aquí me tenéis, aguantando. Como buenamente puedo, con la adolescencia malamente atravesada en la garganta.
Estaré bien. Quién sabe cuándo.
Pero estaré bien.
Bendita enfermedad que me quita la vida poco a poco. Tan deliciosa como mortífera, me mantiene viva.
De contradicciones va la cosa, de constantes sinos, de demasiados cambios en periodos de tiempo demasiado reducidos.
Pero aquí me tenéis, aguantando. Como buenamente puedo, con la adolescencia malamente atravesada en la garganta.
Estaré bien. Quién sabe cuándo.
Pero estaré bien.
lunes, 3 de junio de 2013
Mentira número 73: Mamá
Salí de la cocina despacio. Esa canción de Queen resonaba en toda la estancia, y parte del salón. Entonces me volví un momento, y a través de la cristalera, una imagen sobrecogedora me sorprendió.
Mi madre y mi padre bailaban pegados -como la canción de Sergio Dalma-, al compás de los recuerdos y una efímera felicidad, de esa, tan pura. El inmenso sol que se filtraba entre la celosía de las ventanas creaba una cálida aura alrededor de los dos que, entre notas esperanzadoras, habían pasado a ser uno sólo. Y, casi hundida en el hombre de mi padre, pude entrever la cara de mi madre, me fijé un poco... sonreía. Había cerrado fuerte los ojos y en su rostro se dibujaba una pequeña sonrisa. Entonces sentí como ese calor que juntos habían generado se introducía en cada poro de mi piel, y se juntaba en mi pecho, haciéndolo rebosar, de alegría.
Esa alegría que sólo aparece cuando has visto a tu madre al borde de un abismo insalvable, y de repente, una tarde de Junio, la ves sonreír.
Esa alegría que te invade cuando esa sonrisa, como su portadora, te da la vida.
Porque más que nadie, ella, se merece sonreír.
domingo, 2 de junio de 2013
Mentira número 72: Parece que Junio quiere hacer las paces
Domingo. Como un abismo que aparece para convertir en polvo siete días en un segundo. Monótono y suave, filosófico y eterno, domingo.
Ya es rutina hacer balance de la semana los domingos. Y de la vida. Y de todo lo que soy y lo que llevo dentro. Esa es la clave, ¿qué llevo dentro este domingo?
Llevo dentro sonrisas, y el bohemio sonido de una guitarra. Llevo dentro su cama y mis uñas arañando su espalda. Llevo dentro a ella, como un pajarillo, y los rincones más remotos de Madrid. Llevo dentro el azul de un cielo que de tan claro, se torna transparente. Llevo dentro Diciembre, como siempre.
Y hoy, es uno de esos domingos, en los que los pájaros han matado a los fantasmas. Que resucitarán y volverán de su inframundo más fuertes que nunca... pero hoy me da igual.
Hoy, es domingo,
y me apetece ser feliz.
Ya es rutina hacer balance de la semana los domingos. Y de la vida. Y de todo lo que soy y lo que llevo dentro. Esa es la clave, ¿qué llevo dentro este domingo?
Llevo dentro sonrisas, y el bohemio sonido de una guitarra. Llevo dentro su cama y mis uñas arañando su espalda. Llevo dentro a ella, como un pajarillo, y los rincones más remotos de Madrid. Llevo dentro el azul de un cielo que de tan claro, se torna transparente. Llevo dentro Diciembre, como siempre.
Y hoy, es uno de esos domingos, en los que los pájaros han matado a los fantasmas. Que resucitarán y volverán de su inframundo más fuertes que nunca... pero hoy me da igual.
Hoy, es domingo,
y me apetece ser feliz.
viernes, 31 de mayo de 2013
Mentira número 71: Bring me to life
Incompleta. Quizás sea ahora mismo uno de los mejores adjetivos que me definen. No triste, no feliz, simplemente, incompleta. Un vacío de tamaño considerable dentro de mí que nunca, nunca se llena. Si lo de alrededor palpita, y rebosa, quizás ese vacío duele menos. Pero llegan épocas de sequía y el vacío grita, y pide algo -que aún desconozco-, y empieza a hacerse de notar, y araña, y escuece. Y ojalá fuera evitable, pero llevo quince años intentando llenarme, y ha sido en vano.
Por suerte aparecen pequeños haces de luz y esperanza, que provocan una sensación -falsa- de plenitud -efímera-.
Pero como siempre y por desgracia, los fantasmas son más fuertes que los pájaros. El hastío gana el pulso a las sonrisas, aunque todo es cíclico.
Y ahora me encuentro en un punto muerto del ciclo. Y quiero resaltar ese adjetivo.
Ni bien, ni mal. Muerta.
Por suerte aparecen pequeños haces de luz y esperanza, que provocan una sensación -falsa- de plenitud -efímera-.
Pero como siempre y por desgracia, los fantasmas son más fuertes que los pájaros. El hastío gana el pulso a las sonrisas, aunque todo es cíclico.
Y ahora me encuentro en un punto muerto del ciclo. Y quiero resaltar ese adjetivo.
Ni bien, ni mal. Muerta.
martes, 28 de mayo de 2013
Mentira número 70: Bajo cero
Tenía que pasar. Era inevitable y yo no soy tan fuerte. ¿Titanio? Vamos, ¿a quién pretendes engañar? Eres puro cristal, y lo sabes.
Quizás debería dar más, o quizás doy demasiado. Pero es que es imposible encontrarse si cuando consigues ver un ápice de ti, la sombra se va corriendo y te quedas así, vacía.
Estoy más perdida que nunca, como siempre. Estoy parada en medio de un desierto de lluvia constante y mi piel de papel se deshace, mientras mi corazón estalla, y se muere por volar.
Decidme qué hago ahora, qué me queda.
No entiendo el idioma de mis ojos, no entiendo a Mayo y no entiendo ésta vida líquida.
Y me consume no entender nada.
Quizás debería dar más, o quizás doy demasiado. Pero es que es imposible encontrarse si cuando consigues ver un ápice de ti, la sombra se va corriendo y te quedas así, vacía.
Estoy más perdida que nunca, como siempre. Estoy parada en medio de un desierto de lluvia constante y mi piel de papel se deshace, mientras mi corazón estalla, y se muere por volar.
Decidme qué hago ahora, qué me queda.
No entiendo el idioma de mis ojos, no entiendo a Mayo y no entiendo ésta vida líquida.
Y me consume no entender nada.
lunes, 27 de mayo de 2013
Mentira número 69: Jóvenes eternamente
"You can never say never while we don't know when,
but time and time again,
younger now than we were before.
Don't let me go."
Los días buenos y seguidos nunca son demasiados. La locura de estas últimas semanas está desembocado en una curiosa felicidad tan pura que asusta. El cuento se escribe por sí sólo; yo simplemente paso las páginas, y veo como las pastas del libro se desgastan.
Una avanzada primavera me acompaña en este extraño -maldito adjetivo- mes de Mayo. El polen me pone los ojos rojos y el alma entre la espada y la pared, aunque el que aflojaba está empezando a ganar al tirador -de tirar-. Yo doy vueltas en un círculo tan vicioso que el vicio se ha vuelto ya rutina en este corazón de cristal, pero últimamente los cristales duelen menos en la piel. Será el cambio que me sorprende gratamente, será el azul del cielo, serás tú entre mis piernas o las hormonas en la estratosfera; el caso es que la herida ha dejado de escocer por algunos días -una milésima de segundo-, y el caso es, que me encanta.
Por supuesto y sirviendo de precedente, no hay rosa sin sus espinas, mayores o menores, eso da igual, son todas igual de venenosas -o casi-. He vuelto a darme un cabezazo contra la misma pared de siempre. Demonios, que alguien la quite de ahí. Supongo que sólo me queda aprender y dejar de ser tan ingenua, apartar las almas gemelas y poner un poco los pies en la Tierra -eh, he dicho un poco-. Mi idiotez ha vuelto a demostrar que alcanza límites insospechados; la decepción ha vuelto a hacer mella en mí, y la culpa no pertenece a nadie que no sea yo.
Lo que sigo sin tener claro es si quiero que todo cambie. Piénsalo, Little, tres meses y la rutina que hoy conoces se habrá transformado por completo...
y para siempre.
sábado, 25 de mayo de 2013
Mentira número 67: Like him
A veces la cabeza, de tanto girar se encuentra con su propio principio, como trucha que se muerde la cola. A veces, de tanto moverse baila, y de tanto sangrar escribe, y grita, y canta. A veces hay días buenos, como esos. A veces aparece esa persona que de tan olvidada tenía polvo en sus hombros; olvidada en tu rutina, pero no en tu cabeza, nunca en tu cabeza.
Entonces aparece, y te dice "¿Bajamos los dos? ¿Te atreves?". Y tú sonríes, y te agarras a su espalda, y comenzáis a volar encima de cuatro ruedas por las calles de Madrid. Cuando tienes miedo aprietas tu pecho contra él y cierras los ojos, muy fuerte, y el miedo se evapora. Las mariposas estallan en tus pulmones y los pájaros truenan, y revolotean, y no paran. Luego él se baja y te da la mano. Y luego le miras, y las palabras expiran en tus labios. Esas palabras...
Entonces aparece, y te dice "¿Bajamos los dos? ¿Te atreves?". Y tú sonríes, y te agarras a su espalda, y comenzáis a volar encima de cuatro ruedas por las calles de Madrid. Cuando tienes miedo aprietas tu pecho contra él y cierras los ojos, muy fuerte, y el miedo se evapora. Las mariposas estallan en tus pulmones y los pájaros truenan, y revolotean, y no paran. Luego él se baja y te da la mano. Y luego le miras, y las palabras expiran en tus labios. Esas palabras...
No sabes cuánto te echaba de menos.
jueves, 23 de mayo de 2013
Mentira número 66: Compañero
Ahora miro hacia atrás y me veo ridícula. Ahora, ahora después de un mazazo de esos que da la vida, de esos de verdad.
Ese abrazo, esos cinco llantos fundiéndose en la rabia infinita que conlleva una pérdida injusta. Llorar hasta quedarse dormida, llorar al día siguiente, por la mañana y por la tarde. Llorar, por él y por ti, por tu madre y por verla hecha pedazos, por tu padre y por ese 'Gracias' que te regaló cuando menos te lo esperabas.
Tiempos difíciles y una buena persona que se va.
Tiempos difíciles y yo dándome cuenta de lo efímeros que somos. Y duele mucho, no sabéis cuanto. Pero la vida sigue, dos microsegundos más pero sigue.
Sé que no voy a cambiar, pero algo en mí me dice que esto me ha enseñado algo, algo grande.
Que la vida puede ser maravillosa.
Y corta; y maravillosa.
"Sus niñas... las niñas de Alberto. Os quería muchísimo."Y nosotras a él. Darse cuenta de que la vida es injusta nunca es fácil. Un primer funeral nunca es fácil, y un último adiós muchísimo menos. Cómo duelen las lágrimas ahora, cómo duele saber que se ha ido; para siempre. Esa persona que está ahí y nunca te planteas que puede irse, esa persona cariñosa y atenta, ese pedazo lejano que parece irrelevante pero que un día te quitan, y de repente se te para el corazón.
Ese abrazo, esos cinco llantos fundiéndose en la rabia infinita que conlleva una pérdida injusta. Llorar hasta quedarse dormida, llorar al día siguiente, por la mañana y por la tarde. Llorar, por él y por ti, por tu madre y por verla hecha pedazos, por tu padre y por ese 'Gracias' que te regaló cuando menos te lo esperabas.
Tiempos difíciles y una buena persona que se va.
Tiempos difíciles y yo dándome cuenta de lo efímeros que somos. Y duele mucho, no sabéis cuanto. Pero la vida sigue, dos microsegundos más pero sigue.
Sé que no voy a cambiar, pero algo en mí me dice que esto me ha enseñado algo, algo grande.
Que la vida puede ser maravillosa.
Y corta; y maravillosa.
martes, 21 de mayo de 2013
Mentira número 65: Púrpura
En el momento en el que el pilar fundamental se hace añicos. En el momento en el que la clave de la bóveda sucumbe a la gravedad y se estalla contra el suelo. En el momento en el que no hay un 'torres más altas han caído' que valga; llega ese momento, y te sientes tan pequeña...
Supongo que ver cómo aquella que te ha llevado de su mano se deshace en lágrimas en tu hombro no es fácil. Sentir cómo el dulce hogar se torna amargo duele, y descoloca siendo una de las bases tan fundamentales en mí. Pero curioso es cómo reaccionamos cuando sabemos que no queda otra que tirar del carro; curioso es, cómo agotadas las fuerzas y rota el alma, eres capaz de esbozar una enorme sonrisa. Por ella.
Paralelo a todo -más bien perpendicular, y secante, y de todas las formas posibles-, el destino parece haberse propuesto sorprenderme; y, para variar, lo consigue.
A pesar de todo y sin que sirva de precedente, en mí late algo positivo, como diciendo 'todo, va a salir bien.'
Todo va a salir bien.
Todo va a salir bien.
Todo va a salir bien.
Supongo que ver cómo aquella que te ha llevado de su mano se deshace en lágrimas en tu hombro no es fácil. Sentir cómo el dulce hogar se torna amargo duele, y descoloca siendo una de las bases tan fundamentales en mí. Pero curioso es cómo reaccionamos cuando sabemos que no queda otra que tirar del carro; curioso es, cómo agotadas las fuerzas y rota el alma, eres capaz de esbozar una enorme sonrisa. Por ella.
Paralelo a todo -más bien perpendicular, y secante, y de todas las formas posibles-, el destino parece haberse propuesto sorprenderme; y, para variar, lo consigue.
A pesar de todo y sin que sirva de precedente, en mí late algo positivo, como diciendo 'todo, va a salir bien.'
Todo va a salir bien.
Todo va a salir bien.
Todo va a salir bien.
Mentira número 64: Me tienes calado
Es cierto que tan sólo un diez por ciento de la felicidad de una persona depende de factores externos. Es cierto que siempre hay fuerzas para levantarse, y que la profundidad a la que te hundas depende mayoritariamente de cuánto quieres que pese tu alma, o de si quieres que vuele. Es cierto que a veces pedimos a gritos que aparezca alguien, y cuando lo hace nos damos cuenta de que somos absoluta y terriblemente nosotros, absoluta y terriblemente las pesadillas, que nos transforman. Es cierto que gran parte de la angustia se resume a cómo afrontas la bala...
Pero también es cierto, que una llamada telefónica de la persona menos esperada puede hacer que el pozo se haga un poco menos profundo, y más brillante la luz de la luna.
Me gusta pensar que siempre habrá alguien que me salve.
Me aterroriza pensar que quizás nunca podré gritar eso de
Pero también es cierto, que una llamada telefónica de la persona menos esperada puede hacer que el pozo se haga un poco menos profundo, y más brillante la luz de la luna.
Me gusta pensar que siempre habrá alguien que me salve.
Me aterroriza pensar que quizás nunca podré gritar eso de
"A mí nadie me salvó la vida"
lunes, 20 de mayo de 2013
Mentira número 63: I might break
Esto es definitivamente insano.
Un fin de semana perfecto, una mañana de lunes sorprendiendo gratamente aunque mejorable -siempre, todo es mejorable-, y entonces llega la tarde -aunque no antes de una clase de baile de esas que curan- y vuelven los fantasmas. Apenas os habéis ido durante tres días, Santo Dios, darme un puto respiro. Me estáis matando, ¿no lo véis?
Maldita impotencia. De esa que pesa en las mejillas y en las ojeras, de esa que por quitar, quita hasta las ganas de escribir bien. Un loquesalga, de ésos; de ésos.
Un absoluto agotamiento tanto físico como mental me abraza y no me suelta, pero lo mejor de todo es que aún me queda una curiosa noche en vela. Curiosa porque si encuentro una forma de superarla sin volverme completamente loca, será un milagro.
Ojalá os pudiera escribir cómo me siento ahora, pero no lo sé ni yo. Sé que en mí hay un vacío gris en erupción, hasta puedo sentirlo físicamente -asusta-, pero no entiendo su sentido ni consigo comprender su idioma, aunque las voces lo cesan.
En fin, poco puedo hacer yo más que vaciar un poquito de mí en este sitio. Supongo que ahora toca irse vacía a la cama, a pesar de que a gritos pedí que no dejaran que pasara una vez más.
Un fin de semana perfecto, una mañana de lunes sorprendiendo gratamente aunque mejorable -siempre, todo es mejorable-, y entonces llega la tarde -aunque no antes de una clase de baile de esas que curan- y vuelven los fantasmas. Apenas os habéis ido durante tres días, Santo Dios, darme un puto respiro. Me estáis matando, ¿no lo véis?
Maldita impotencia. De esa que pesa en las mejillas y en las ojeras, de esa que por quitar, quita hasta las ganas de escribir bien. Un loquesalga, de ésos; de ésos.
Un absoluto agotamiento tanto físico como mental me abraza y no me suelta, pero lo mejor de todo es que aún me queda una curiosa noche en vela. Curiosa porque si encuentro una forma de superarla sin volverme completamente loca, será un milagro.
Ojalá os pudiera escribir cómo me siento ahora, pero no lo sé ni yo. Sé que en mí hay un vacío gris en erupción, hasta puedo sentirlo físicamente -asusta-, pero no entiendo su sentido ni consigo comprender su idioma, aunque las voces lo cesan.
En fin, poco puedo hacer yo más que vaciar un poquito de mí en este sitio. Supongo que ahora toca irse vacía a la cama, a pesar de que a gritos pedí que no dejaran que pasara una vez más.
sábado, 18 de mayo de 2013
Mentira número 62: Redondo
¿Recordáis aquel vacío que siempre menciono sólo se llena muy ocasionalmente? Bien, pues hoy, desde que he abierto los ojos hasta que me he perdido entre las sábanas de mi cama, ha rebosado.
Quizás haya sido la lluvia.
Quizás haya sido ese escenario; sentirme parte de algo que todas formamos, un sólido bloque que arrasa hecho con trabajo, talante, talento, y pegado con el pegamento de ese especial cariño que tan sólo la música forja. Quizás haya sido llevarme dos pequeños trofeos y una medalla, aunque lo más grande que me llevo es uno de esos abrazos colectivos, esas risas, la tensión que se enredaba igual que nuestro pelo, entre las cuatro paredes del camerino, la confianza, las miradas de complicidad y todo el tiempo que hemos pasado juntas. Quizás haya sido el hecho de que durante dos horas, me he sentido sumida en una felicidad plena que hacía mucho tiempo que o experimentaba.
O quizás haya sido él. Él apareciendo de la nada como de costumbre, y aún así causando en mí el mismo éxtasis. Él, con esas palabras que aún siendo escasas, se clavan bien dentro. Él con su inolvidable, él en mis canciones y en mi cabeza. Él, todo el rato y casi nunca. Él, ¿qué tendrá él, que tanto me ha marcado? Quién sabe.
Ahora borro de mis ojos los restos de un maquillaje escénico, aunque difícil será borrar de mi alma tantas sensaciones -y tan buenas- juntas.
Por fin las nubes se dispersan para dejarme ver aunque sea un ápice de ese sol que tanto echaba ya de menos.
Quizás haya sido la lluvia.
Quizás haya sido ese escenario; sentirme parte de algo que todas formamos, un sólido bloque que arrasa hecho con trabajo, talante, talento, y pegado con el pegamento de ese especial cariño que tan sólo la música forja. Quizás haya sido llevarme dos pequeños trofeos y una medalla, aunque lo más grande que me llevo es uno de esos abrazos colectivos, esas risas, la tensión que se enredaba igual que nuestro pelo, entre las cuatro paredes del camerino, la confianza, las miradas de complicidad y todo el tiempo que hemos pasado juntas. Quizás haya sido el hecho de que durante dos horas, me he sentido sumida en una felicidad plena que hacía mucho tiempo que o experimentaba.
O quizás haya sido él. Él apareciendo de la nada como de costumbre, y aún así causando en mí el mismo éxtasis. Él, con esas palabras que aún siendo escasas, se clavan bien dentro. Él con su inolvidable, él en mis canciones y en mi cabeza. Él, todo el rato y casi nunca. Él, ¿qué tendrá él, que tanto me ha marcado? Quién sabe.
Ahora borro de mis ojos los restos de un maquillaje escénico, aunque difícil será borrar de mi alma tantas sensaciones -y tan buenas- juntas.
Por fin las nubes se dispersan para dejarme ver aunque sea un ápice de ese sol que tanto echaba ya de menos.
viernes, 17 de mayo de 2013
Mentira número 61: Por más que duela
Verles ahí, a todos. Ver a los que un día fueron niños rechonchos e inexpertos, a las que un día fueron niñas con lazos en las coletas. Ver a los que un día me enseñaron a sumar y el abecedario; y darse cuenta de lo increíblemente rápido que pasa el tiempo. Que en dos parpadeos estarás tú ahí, en ese escenario, de cara a un frío mundo real. Que te irás de ese que ahora es tu dulce hogar, conocerás nuevos rostros y todo lo que esconden. Cambiará, claro que cambiará; todo, cambiará.
No quiero, no quiero crecer, no quiero seguir dando pasos, tan sólo quiero permanecer en este colchón hasta que se apague mi vida. Curioso, yo escribiendo ésto, yo que, como siempre han dicho mis padres, nací ya con cuatro años.
Pero es que todo se transforma a una velocidad vertiginosa y no sé si voy a ser capaz de soportarlo. Es que es un día que muere en una noche, y una noche que se deshace en un nuevo día, y así sucesivamente, ciclo tras ciclo, hasta que sucumbamos al abrazo de la agridulce muerte que nos hace suya.
Tristes confesiones en una niña de quince años con toda la vida por delante. Pero, ¿qué es la vida, más que un segundo que se escurre?
No quiero, no quiero crecer, no quiero seguir dando pasos, tan sólo quiero permanecer en este colchón hasta que se apague mi vida. Curioso, yo escribiendo ésto, yo que, como siempre han dicho mis padres, nací ya con cuatro años.
Pero es que todo se transforma a una velocidad vertiginosa y no sé si voy a ser capaz de soportarlo. Es que es un día que muere en una noche, y una noche que se deshace en un nuevo día, y así sucesivamente, ciclo tras ciclo, hasta que sucumbamos al abrazo de la agridulce muerte que nos hace suya.
Tristes confesiones en una niña de quince años con toda la vida por delante. Pero, ¿qué es la vida, más que un segundo que se escurre?
jueves, 16 de mayo de 2013
Mentira número 60: Pequeña sonrisa
Buenas noches.
Como si fueran pocos los fantasmas, van entrado otros fantasmas nuevos, grandes o pequeños, eso da igual; son fantasmas, y duelen todos por igual.
Estoy bien, estoy mal, río y estallo en sollozos, les quiero y les odio a todos, muero por momentos y resucito en segundos, vomito palabras, todo el rato, creo poesía y destruyo los pasos que mis pies van dejando sobre la piedra. No para, nunca para y no sé cómo aguantarlo, aunque a veces ni lo noto porque ya me he acostumbrado -mentira, una nunca se acostumbra a esto-.
Es curioso porque estaba bien hasta que ocho -qué curioso, ocho- palabras me han hecho estallar como una bomba de relojería llena de... de tantísimas cosas.
Y luego está Noah, a la que echo de menos. Y luego está GiveUp, al que echo de menos. Y luego estoy yo sonriendo, a la que también echo de menos.
Supongo que las cosas cambian y no me gusta, igual que a Ruv. Ella me entiende, a su manera. Ella ahora, ella a mi lado. Jamás pensé que sería ella, pero ahí está.
Mirad, miradlo. Una entrada y mi vagoneta ha subido y ha bajado veinte veces en la montaña rusa. Menos mal que hay una forma de que pare, aunque sea por tan sólo unas horas.
Basta con cerrar los ojos y hundirme entre mis sábanas...
Como si fueran pocos los fantasmas, van entrado otros fantasmas nuevos, grandes o pequeños, eso da igual; son fantasmas, y duelen todos por igual.
Estoy bien, estoy mal, río y estallo en sollozos, les quiero y les odio a todos, muero por momentos y resucito en segundos, vomito palabras, todo el rato, creo poesía y destruyo los pasos que mis pies van dejando sobre la piedra. No para, nunca para y no sé cómo aguantarlo, aunque a veces ni lo noto porque ya me he acostumbrado -mentira, una nunca se acostumbra a esto-.
Es curioso porque estaba bien hasta que ocho -qué curioso, ocho- palabras me han hecho estallar como una bomba de relojería llena de... de tantísimas cosas.
Tú y yo somos la sonrisa de Amélie.Es peculiar cómo la persona que menos te lo esperas puede hacer que te derrumbes con tocar sólo una partícula tuya. Es peculiar cómo cambian las cosas, cómo empiezo a ver las cosas claras en relaciones a las que apenas daba importancia.
Y luego está Noah, a la que echo de menos. Y luego está GiveUp, al que echo de menos. Y luego estoy yo sonriendo, a la que también echo de menos.
Supongo que las cosas cambian y no me gusta, igual que a Ruv. Ella me entiende, a su manera. Ella ahora, ella a mi lado. Jamás pensé que sería ella, pero ahí está.
Mirad, miradlo. Una entrada y mi vagoneta ha subido y ha bajado veinte veces en la montaña rusa. Menos mal que hay una forma de que pare, aunque sea por tan sólo unas horas.
Basta con cerrar los ojos y hundirme entre mis sábanas...
Me tienes calado.
miércoles, 15 de mayo de 2013
Mentira número 59: Y escribir, y escribir...
Quizás ésto no ha servido para nada más que para darme un poquito más de asco.
En mi pelo, vestigios de una tarde para olvidar. Entre mis dientes, restos de alcohol y rabia. En mi cabeza, bombas atómicas que juegan a estallar contra las paredes. Y yo, andando sobre una nueva noche que se dispone a morir y que así, como un círculo vicioso, mató a la noche de ayer -gracias a Dios- y que es gris, como lo que hay dentro de mí ahora mismo.
Dicen que todo pasa por algo y que de los errores se aprende. Dicen que después de la tempestad siempre llega la calma y que la luna siempre brilla en algún cielo. Y que en todo yin, hay un yang.
Bien, si consideramos un dolor de cabeza como un yang, mi yin no ha resultado ser tan malo. Bah, a quién pretendo engañar, ha sido todo yin y por mi culpa.
Pero lamentarse ahora no sirve de nada, lo hecho hecho está, quizás -y jode decir esto- hasta me ha venido bien.
Porque recuerdo que después de una de las peores tardes de mi vida, con el rímel corrido y el pelo enredado, con los pájaros de mi cabeza en éxtasis y cero energía física, sólo podía repetir una frase:
"Quiero escribir."
En mi pelo, vestigios de una tarde para olvidar. Entre mis dientes, restos de alcohol y rabia. En mi cabeza, bombas atómicas que juegan a estallar contra las paredes. Y yo, andando sobre una nueva noche que se dispone a morir y que así, como un círculo vicioso, mató a la noche de ayer -gracias a Dios- y que es gris, como lo que hay dentro de mí ahora mismo.
Dicen que todo pasa por algo y que de los errores se aprende. Dicen que después de la tempestad siempre llega la calma y que la luna siempre brilla en algún cielo. Y que en todo yin, hay un yang.
Bien, si consideramos un dolor de cabeza como un yang, mi yin no ha resultado ser tan malo. Bah, a quién pretendo engañar, ha sido todo yin y por mi culpa.
Pero lamentarse ahora no sirve de nada, lo hecho hecho está, quizás -y jode decir esto- hasta me ha venido bien.
Porque recuerdo que después de una de las peores tardes de mi vida, con el rímel corrido y el pelo enredado, con los pájaros de mi cabeza en éxtasis y cero energía física, sólo podía repetir una frase:
"Quiero escribir."
Mentira número 58: Carabollo
Dejaste que me deshiciera en lágrimas -y alcohol-, sin parar de acariciarme el pelo húmedo por la lluvia, diciéndome que todo iba a salir bien.
Dejaste que vomitara toda la mierda que llevaba dentro -en todos los sentidos-, sin separarte de mi lado.
Dejaste que me tambaleara sobre mis propios cimientos y que perdiera la mirada en el naranja horizonte, dándome un techo y mantas sobre las que poder morir a gusto para que luego tú, otra vez tú, me devolvieras a la vida.
Y ahora yo en esta terraza, que ya nos ha visto soñar antes, este frío que sabes tanto me gusta y tú, tú a centímetros de mí, una vez más, tú; una vez más, salvándome.
Tú con una fuerza sobrehumana cogiéndome cada vez que me desplomo, y el peso no es precisamente pequeño.
Míranos, sonriendo como idiotas a la tenue luz de pocos vatios y poca esperanza y sintiendo el frío, y las plateadas lágrimas que el cielo sangra.
Y después de todo queda sólo una palabra; ésa palabra.
Dejaste que vomitara toda la mierda que llevaba dentro -en todos los sentidos-, sin separarte de mi lado.
Dejaste que me tambaleara sobre mis propios cimientos y que perdiera la mirada en el naranja horizonte, dándome un techo y mantas sobre las que poder morir a gusto para que luego tú, otra vez tú, me devolvieras a la vida.
Y ahora yo en esta terraza, que ya nos ha visto soñar antes, este frío que sabes tanto me gusta y tú, tú a centímetros de mí, una vez más, tú; una vez más, salvándome.
Tú con una fuerza sobrehumana cogiéndome cada vez que me desplomo, y el peso no es precisamente pequeño.
Míranos, sonriendo como idiotas a la tenue luz de pocos vatios y poca esperanza y sintiendo el frío, y las plateadas lágrimas que el cielo sangra.
Y después de todo queda sólo una palabra; ésa palabra.
Juntas.
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